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«Ver o no ver», ésta no es la cuestión: una introducción a la «buena observación» sobre la realidad

Fuentes: Rebelión

(dedicado a Emiliano Guido, periodista argentino, miembro de H.I.J.O.S y excelente observador) En principio, todos tenemos la capacidad de generar opinión. En un sentido filosófico la opinión es el grado de posesión de la verdad respecto de un conocimiento que se afirma como verdadero sin tener garantía de su validez. Toda opinión se contrapone a […]

(dedicado a Emiliano Guido, periodista argentino, miembro de H.I.J.O.S y excelente observador)

En principio, todos tenemos la capacidad de generar opinión. En un sentido filosófico la opinión es el grado de posesión de la verdad respecto de un conocimiento que se afirma como verdadero sin tener garantía de su validez. Toda opinión se contrapone a la certeza, es decir, a la posesión plena de la verdad que se afirma sin sombra de duda acerca de su validez. Toda certeza debe ir acompañada de la evidencia, son inseparables; nos apuntalaría René Descartes. Porque la certeza es la plena posesión de la verdad correspondiente al conocimiento perfecto. La conciencia de la certeza nos permite poder afirmar, sin sombra de duda, con confianza plena en que dicho conocimiento es válido. Toda certeza esta, entonces, basada en la evidencia y supone un conocimiento comunicable y reconocible por cualquier otro entendimiento racional.

En general, poseemos la capacidad de opinar sobre los sucesos de la vida o de hacer algún comentario acerca de lo acontecido. Pero si nos preguntamos de dónde ha surgido dicha opinión, la respuesta rara vez será: de la propia reflexión. No porque no s eamos capaces de hacerlo; según dicen, los hombres nos diferenciamos del resto de los animales porque tenemos la capacidad de pensar (¿en qué? ese ya sería motivo de otro artículo). Lo cierto es que cada vez nos educan menos para ello.

Ayer por la tarde, mi ahijada me explicaba que cada vez que realiza una pregunta a sus profesores del colegio, se lleva de regalo un grito, un insulto, o una mirada de futuro suspenso. Es evidente que no interesa que se pregunte. Pero esta claro que todo aquel que pregunta no lo hace por ignorancia, sino que busca confirmar la idea ya surgida de su propia reflexión, idea que conserva en su pensamiento (que puede ser más o menos cierta). El que pregunta e intenta darse su propia respuesta, es un ser reflexivo, auténtico. Pero este ejercicio natural, no parece ser un hábito que esté de moda. En plena contemporaneidad, la del mundo al revés, se premia al obediente. El caso de mi ahijada, una adolescente de dieciséis años, es paradigmático. Como todo adolescente normal, expresa con naturalidad lo que piensa y lo comunica sin miedo. Ejercicio realmente sublime y envidiable!. Pero volviendo al tema, la pregunta sería: ¿cuándo se deja de preguntar?. Si alguno tiene la respuesta, bienvenida será. Lo cierto es que existe un hecho que se repite con regularidad, a saber: que una vez adultos, dejamos de preguntar y de preguntarnos. Como consecuencia, dejamos, por decirlo de alguna manera, de ser auténticos. Y, de repente, comenzamos a repetir una cantidad infernal de tonterías que escuchamos por ahí, ya sea en la televisión, la radio, o en el lugar de trabajo. ¿Cómo podemos recuperar el hábito de la reflexión? Muy fácilmente, preguntándome por aquello que me genera curiosidad. Este era el ejercicio que realizaban los filósofos presocráticos, en la búsqueda de respuestas a lo desconocido. Lo genial de esta praxis es el resultado obtenido: las brillantes ideas que pueden llegar a surgir o las paranoias que pueden llegar a pensar algunos para dar respuesta a lo que acontece. (para comprobarlo, leer a cualquier filósofo presocrático. Son geniales!) .

En lo que refiere al análisis del mundo que nos envuelve, la cuestión no es si se ven o no se ven los hechos o sucesos que existen en la realidad que nos rodea, si se posee o no el sentido de la vista. Es obvio que los sentidos son importantes a la hora de conocer. Todos los seres vivos realizan una actividad de observación, es decir, detectan y asimilan la información de un hecho. El animal hombre, que en teoría es un ser racional, posee un método, un camino hacia el conocimiento: el científico. El método científico es el conjunto de pasos que trata de protegernos de la subjetividad en el conocimiento.

Pero ahora llega, señores y señoras, lo mejor: lo realmente importante de la observación es saber siempre desde dónde se está observando la realidad y con qué fin. La pregunta sobre el lugar, nos obliga a romper con el mito de la neutralidad. Siempre se observa desde una posición y, a modo de ejemplo, los invito a disfrutar del papel del historiador en «El Eternauta», historieta argentina de ciencia ficción creada por Héctor Oesterheld (víctima de la última dictadura militar) y el dibujante Francisco Solano López. Este personaje de historieta, observa y relata la historia desde uno de los dos bandos enfrentados, y comunica, a posteriori, su conocimiento. Reconocer esto, nos obliga a posicionarnos y comenzar a asumir de una vez por todas que la neutralidad no existe. El buen observador, sabe desde dónde realiza esta actividad y con qué fin.

El fin de la observación personal dependerá, claro está, de la posición que se ocupe. Por poner un ejemplo, un observador marxista (realista) observa la realidad con el fin de cambiarla.