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Verdades reales y parciales

Fuentes: Rebelión

Podríamos calificar nuestra época a la vez como muy violenta y algo esperanzadora: Eso nos exige una vida más consciente y mejores relaciones humanas. Al nivel social la violencia es cada vez mayor como también el individualismo. Por otra parte, no logramos zafarnos del sistema neoliberal que se beneficia a costa nuestra y provoca más violencia y más individualismo.

En esta realidad las Iglesias son poco proféticas: No logran solidarizarse con las víctimas. Ese es el caso de muchas Iglesias evangélicas que optan por defender a los promotores del neoliberalismo. Las instituciones católicas más tradicionalistas hacen lo mismo, como fue el caso recién del opus y de Schoenstatt en Chile. Con todo esto, crece la confusión personal, social y eclesial. Surge entonces la tendencia de hacer cada uno nuestra propia ley, nuestros propios criterios sobre lo que está bien y lo que está mal.

Toda esta realidad nos lleva a una impresión de indefensa, descomposición social y desorientación. Mientras tanto aumentan los problemas diarios de inseguridad, soledad, relativismo, desempleo, migración. Crece también el desinterés por crear condiciones de vida agradables hechas de confianza de los unos en los otros, de organizaciones fraternas y de ambientes abiertos a la espiritualidad necesaria.

Al mismo tiempo aumentan las personas y los grupos que construyen espacios más humanos, más vivenciales y más satisfactorios: Son muy activos y buscan articularse. Son espacios de esperanza, de humanidad, de felicidad. Es la lucha tenaz de lo pequeño contra lo gigante, pero que tiene la fuerza de la verdad y del amor: Eso va en el dinamismo de nuestro mundo, de nuestro universo y de lo divino que nos aporta satisfacción y felicidad. La Biblia nos confirma que el pequeño David sigue venciendo al gigante Goliat.

En su carta a los Efesios, Pablo nos dice que “no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras”. Los gobiernos se vuelven cada vez más fascistas, las fuerzas policiales y armadas cada vez más asesinas, las empresas cada vez más explotadoras, los grandes medios de comunicación cada vez más sofisticados para manipularnos, las redes sociales nos inundan de un sinnúmero de información y capacitación que no son más que engaños. Además, no faltan ‘salvadores’ que nos prometen “el oro y el morro” en lo personal, lo profesional, lo social y lo religioso. Quienes sufren más por estas situaciones son los pobres, los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los negros… y los ‘analfabetos religiosos’ que conforman las grandes mayorías de nuestros países. ¿Dónde estará la verdad, si la buscamos?

Primero tenemos que preguntarnos si creemos que, por una parte, podemos salir adelante hacia una vida mejor y, por otra, si estamos decididos a tomar los medios para lograrlo. Todo comienza por una toma de conciencia personal y la decisión de emprender nuevos caminos… o seguimos con la mediocridad, la fatalidad, la desilusión y el quemimportismo. El primer paso es personal. El segundo es colectivo.

Tenemos que entender que esta apuesta por una vida mejor no lo vamos a lograr individualmente, sino apoyándonos los unos a los otros. Allí vienen el humanismo y la espiritualidad que son caminos colectivos. Cada vez más el humanismo encuentra nuevos adeptos. Se trata de descubrir como humanos que nuestra característica es darnos cuenta de lo que nos está pasando y encontrarle un sentido, una dirección y una meta. Muchos jóvenes estén en este camino: Esa es la gran novedad de nuestra época. Cada vez más las actuales propuestas políticas resultan insuficientes y las religiones tienen menos importancia y menos adeptos, por ser obsoletas. El cambio de época exige cambios radicales a todos los niveles: personal, familiar, profesional, social, cultural y religioso. Eso es el gran desafío del momento… Si no lo enfrentamos, vamos a quedar varados en la vereda del camino, mientras la vida, el mundo y la felicidad van por otros caminos que no transitamos. El humanismo es la nueva exigencia.

Además del humanismo transformador está la espiritualidad. Todos los seres humanos tenemos una dimensión espiritual que anida en cada cultura. De allí surgen las diferentes cosmovisiones que promueven, de un lado, unas sabidurías, es decir un arte de vivir y convivir, y, por otro, expresiones espirituales que se concretaron en las religiones. Actualmente al cambiar las culturas, muchas expresiones culturales y religiosos perdieron su significado. Pero no se perdió la dimensión espiritual que exige nuevas expresiones. Por este motivo surgen las místicas que tienen un componente más humanista, y nuevas espiritualidades que responden al momento presente. Estamos llamados a entrar en esta dinámica: nuevas motivaciones humanistas y nuevas expresiones religiosas. El problema es que lo tradicional que poco sirve ‘no acaba de morir’ y lo nuevo que necesitamos ‘no acaba de nacer’.

Abracemos estos nuevos humanismos y estas nuevas espiritualidades que están en marcha y son una construcción colectiva. Se trata de “discernir los signos de los tiempos”: Entre todo lo que nace, ¿qué es lo que se va a quedar porque tiene futuro por la fuerza de la vida y del amor? Vida, amor y comunidad que son las ‘esencias’ de nuestro universo. Este discernimiento, además de ser individual, tiene que ser colectivo. No podemos escapar a la gran unidad del universo: todo está interconectado, todos estamos interdependientes, todos avanzamos juntos o nos perdemos. Es la gran invitación de nuestra época. Nuestras verdades individuales son reales, al mismo tiempo que son parciales. Sólo juntos las vamos a reconocer como tales para no andar sin rumbo, desaprovechar la vida … porque sólo tenemos una, con sus inmensas capacidades y felicidades.

Pedro Pierre: Sacerdote diocesano francés, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base (CEB ) urbanas y campesinas de Ecuador, país adonde llegó en 1976.

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