Hermano mayor del conocido geógrafo Eliseo Reclus, Elías Reclus (1827-1904) fue un periodista y etnólogo francés con una comprometida militancia anarquista que le llevaría a ser testigo voluntario y actor en muchas de las revoluciones de la época que le tocó vivir. Así, poco antes de participar en la Comuna de París, viajó a España […]
Hermano mayor del conocido geógrafo Eliseo Reclus, Elías Reclus (1827-1904) fue un periodista y etnólogo francés con una comprometida militancia anarquista que le llevaría a ser testigo voluntario y actor en muchas de las revoluciones de la época que le tocó vivir. Así, poco antes de participar en la Comuna de París, viajó a España para seguir los acontecimientos del año 1868. Es un momento en que acuden también a España otros activistas como Aristide Rey o Giuseppe Fanelli, enviado por Bakunin para dar a conocer en España el ideario de la recién fundada Alianza Internacional de la Democracia Socialista.
Elías Reclus llegó a Barcelona en octubre de 1868 y comenzó en seguida a tomar notas de la palpitante realidad del momento. Algunas de éstas fueron elaboradas en forma de artículos que aparecieron en La Revue Politique de París a partir del 7 de noviembre. Por otra parte, a principios de los años 30, las notas originales de Reclus serían publicadas por partes en La Revista Blanca de Barcelona con traducción de Eusebio Carbó. La editorial riojana Pepitas de calabaza ha reunido recientemente todos estos textos en un libro que lleva por título Impresiones de un viaje por España en tiempos de revolución (Edición, traducción y notas de Francisco Madrid, 2007). La obra se compone así de dos partes principales, unas notas de viaje y unos artículos construidos a partir de éstas, y se completa con cartas y documentos que resultan importantes para hacerse una idea de la situación política del momento.
El libro aporta una vívida impresión y certeros análisis de la agitación que se vivía en España tras el éxito de la «gloriosa» revolución de septiembre que había expulsado a Isabel II. Los capítulos iniciales nos describen el ambiente en Barcelona. «Circulan muchos jóvenes calzados con alpargatas y ciñendo un sable que asoma por debajo de la chaqueta. Yo había presenciado un espectáculo igual, en 1848, en Lyon. Y me impresionó porque era un signo de que estábamos en revolución.» Es la efervescencia inicial con juntas establecidas democráticamente, pero que pronto son obligadas a disolverse, quedando todo el poder en manos del gobierno provisional de los espadones alzados. En el mes de noviembre, Elías Reclus acompaña a su amigo Fernando Garrido, uno de los activistas más notorios del republicanismo izquierdista, en un viaje en que llevan su propaganda por toda Cataluña. Los apasionados discursos de Garrido son recibidos con entusiasmo por multitudes comprometidas en la lucha por la república federal.
Sin embargo, el 12 de noviembre, el campo republicano sufre un duro revés con la deserción de una parte de sus huestes que se declaran partidarias de «la forma monárquica» en el «Manifiesto de los cimbrios». Éste se denomina así por la cita de este pueblo de la antigüedad que se hace en su texto, y lo suscriben personajes como Salustiano Olózaga, Nicolás María Rivero, Cristino Martos o Manuel Becerra, entre otros. A mediados de noviembre, Elías está en Valencia donde se les une otro de los pesos pesados de la causa republicana, José María Orense. Si Garrido ha encendido el clamor republicano en Cataluña, Orense ha hecho lo propio por tierras de Murcia y Alicante.
En el mes de diciembre, Reclus está en Cádiz. Además de describirnos el ambiente en la hermosa ciudad, nos da cuenta de un mitin nocturno en la plaza de Abastos, donde diez o doce mil personas son electrizadas por la oratoria de Garrido. Jerez, Córdoba y Alora son las siguientes estaciones del itinerario, también con propaganda exitosa. Por otra parte, son estos los días en que, respondiendo a las provocaciones del gobierno, el pueblo de Cádiz se subleva por la república. Reclus viaja a Madrid y allí descubre que el gobierno trata de hacer creer que Cádiz se ha levantado por los Borbones. Es una época en que candidatos al trono como el duque de Montpensier urden intrigas en lo que no es sino una sorda y enconada guerra de posiciones para llenar el vacío de poder. En este caso, «se trataba de provocar algunas sublevaciones acompañadas de los excesos que les son inherentes (…) y, luego, en el momento de la severidad represiva, el duque de Montpensier habría aparecido en escena (…), siendo presentado por el gobierno como el héroe de la paz.»
Los republicanos ganan las elecciones municipales en casi todas las grandes ciudades, menos Madrid. Por otro lado, en los primeros días de enero de 1869, los acontecimientos de Cádiz se repiten en Málaga y la represión es feroz. La dinámica provocación-revuelta-represión es empleada magistralmente por el gobierno provisional. Los resultados de las elecciones para el parlamento dejan paso a tres bloques: la Banda Negra del conservadurismo, los liberales monárquicos y los republicanos, más numerosos aunque divididos a su vez en centralistas y federalistas. Obligatoriamente el juego ha de ser la unión de dos para derrotar al tercero, y con estos vaticinios comienzan en febrero las sesiones de las Cortes. El mes siguiente, Elías Reclus abandona España.
El libro nos acerca con una mirada privilegiada a un momento crucial en la historia de España, uno de esos instantes en que una conjunción favorable de fuerzas abre de tiempo en tiempo resquicios para la esperanza. Un momento esencial también porque el fracaso de aquel republicanismo de amplio espectro que había decidido dejar aparcada la cuestión social para mejor ocasión, abriría paso poco después al desarrollo poderoso del movimiento obrero en todas sus tendencias. Dibujando en detalle las peculiaridades de aquella época, esta mirada al pasado nos sorprende además porque muestra una situación que en muchos de sus rasgos nos recuerda el presente. Así, es doloroso comprobar que ciento cincuenta años después sigamos luchando todavía por esa conquista democrática básica que supone la forma republicana, o que sigamos teniendo que reivindicar derechos obreros y ciudadanos elementales, o que la iglesia católica se imponga a machamartillo en un estado teóricamente laico. Las relaciones de poder no han cambiado apenas en un triste escenario que se parece demasiado al de los trabajos de Sísifo.
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