También el gobierno francés de Vichy, colaborador del nazismo, exigió de los enseñantes y profesores la declaración juramentada de que no eran ni masones ni poseían origen judío. Sartre de regreso del cautiverio de la guerra, a finales de marzo de 1941, le echa en cara a Beauvoir por haber firmado dicha declaración: «No tuve […]
También el gobierno francés de Vichy, colaborador del nazismo, exigió de los enseñantes y profesores la declaración juramentada de que no eran ni masones ni poseían origen judío. Sartre de regreso del cautiverio de la guerra, a finales de marzo de 1941, le echa en cara a Beauvoir por haber firmado dicha declaración: «No tuve otra alternativa», fue la respuesta de Beauvoir.
Pero su alternativa de vida para ella fue alternativa de muerte para otros: condena insolidaria de sangre y destrucción de otros y otras. Todos recuerdan aquella reflexión en la dificultad, hecha poesía solidaria y humana en la persecución, del pastor protestante Martin Niemöller, arrestado el 1 de julio de 1937 y condenado el 2 de marzo de 1938 a siete meses de cárcel. Y una vez libre fue apresado de nuevo por la Gestapo e internado en los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau hasta 1945. Fue liberado poco antes de fenecer en un horno crematorio al que estaba destinado: «Als die Nazis die Kommunisten holten, habe ich geschwiegen; ich war ja kein Kommunist…, c uando los nazis vinieron a por los comunistas…».
La vida, las guerras, al igual que la crisis que padecemos, no son epidemia que debe pasar sobre uno metido en cama o quitársela de en medio con un «yo no lo sabía». La crisis está hecha, fabricada y dirigida por hombres, por gente determinada, por unos intereses, por un tipo de comportamiento humano y de estructuras. Y, como en Vichy, hay quintacolumnistas en las filas humanas, cobardes y sumisos ante la dignidad. Vendidos. Y una persona vendida se hace cosa y objeto, pierde rostro y compañero. Crea guerra y desprecio, rompe lazos. En opinión del griego Leonidas Vatikiotis, profesor universitario y periodista, con una amplia experiencia en temas de economía y política internacional, «los planes de «rescate» nunca tuvieron la intención de salvar la economía griega ni, mucho menos, garantizar un nivel de vida digno a su población. Antes bien, el objetivo fue cerrar el paréntesis abierto en el primer período de la post-guerra, cuando Europa cubrió la vergüenza del colonialismo comprando al movimiento obrero con el Estado del bienestar».
La responsabilidad es una tarea humana del escritor, del político, del trabajador, de todo hombre y toda mujer. Exige una postura racional, solidaria y analítica para librar a la sociedad del saqueo y la rapiña y hacerla humana. No sólo nos están robando la palabra, también los sentimientos, el análisis, la información, la dignidad, al otro u otra… Nos están enfrentando con el otro desde la esclavitud, desde la pobreza y el saqueo. La culpa son los chinos, los funcionarios, los parados, los enfermos, los viejos, los vagos, la mujer, el hombre, el musulmán, el vecino, quien reivindica en la calle, el manifestante, el 15-M, quien no puede pagar la hipoteca del piso… ¿Se han preguntado quien nos señala a diario con su matraca al enemigo, quien insufla y pone objetivo a nuestra ira y coloca dianas en nuestra vida?
Sube nuestra gasolina porque nuestro gobierno amenaza de guerra al pueblo iraní. Se recortan nuestros derechos porque se exportan guerras. Se rebajan salarios porque se endeudó un Estado en beneficio de bancos y empresas que han hecho de la población un mercado de esclavos aprovechando la desigualdad, la necesidad y la penuria de los humanos. Su argumentación es esquilmación, acumulación de beneficios, fortuna… y basura y sangre a su alrededor. Se le llama progreso cuando aumenta de año en año la hambruna en el mundo. Hay otro negocio humano distinto a propagar y llenar la tierra de esclavos y lágrimas.
En nuestras instituciones necesitamos personas dignas, solidarias, promotoras de humanidad, no especialistas en el chantaje y el robo, y en la exportación de guerras, y la amenaza, y la invasión de pueblos. y el desprecio de gentes…
También Vichy terminó colaborando con el campo de concentración nazi, con la indignidad, el hambre y la pobreza. Creó miseria, como nuestros gobiernos en nuestros días.
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