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Acerca de la película "Infancia clandestina"

Vidas (familiares) militantes (bajo fuego)

Fuentes: Rebelión

Esta primera película de Benjamín Ávila -quien en 2004 realizó el documental Nietos (Identidad y memoria)-, donde trabajan Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, César Troncoso, Cristina Banegas y Teo Gutiérrez Moreno, desarrolla su acción en el año 1979, en Argentina, en el marco de lo que se conoció como «la contraofensiva» de Montoneros (el regreso de […]

Esta primera película de Benjamín Ávila -quien en 2004 realizó el documental Nietos (Identidad y memoria)-, donde trabajan Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, César Troncoso, Cristina Banegas y Teo Gutiérrez Moreno, desarrolla su acción en el año 1979, en Argentina, en el marco de lo que se conoció como «la contraofensiva» de Montoneros (el regreso de los/as exiliados/as para combatir a la dictadura militar). Allí, en ese durísimo -por decir lo menos- contexto, se narra la vida de Juan, de 11 o 12 años, que deberá ocultarse bajo otra identidad: la de «Ernesto», para ir al colegio, tener compañeros… y hasta buscar un amor.

El mismo director en diversos reportajes explicó sus intenciones: «Que en primer plano estuviera la historia que se cuenta, una historia de amor, de niños, en ese contexto y con esa familia». En este sentido, Infancia… se mete en la piel de un niño en tránsito a la adolescencia, y hasta puede emparentarse con otras películas que hablan de la dictadura desde ángulos (y protagonistas) muy particulares, como «Andrés no quiere dormir la siesta» o «Los rubios», de Albertina Carri. (En el caso de «Los rubios», además de compartir cierta «esencia» temática con Infancia…, ya que desarrolla lo documental, lo biográfico y lo autobiográfico no sólo como un recuperación de la militancia de sus familiares sino como una suerte de «exorcismo» o catarsis, ambas apelan también a formas y dinámicas narrativas «poco convencionales»: Carri con los muñecos Playmovil; Avila con las animaciones dibujadas. Son «recursos» que ayudan a «cortar» o «aliviar» la tensión dramática que impregna -obviamente- toda la atmósfera recreada…)

Al mismo tiempo, se puede decir que hay un rescate u homenaje a la militancia de los setenta, donde la mirada está puesta «más allá de la política» -de las particularidades que tuvo esta política de Montoneros entonces-, y se destaca la dimensión humana de la militancia: la felicidad, el compañerismo, la fidelidad a un ideal (como ya se dijo: al objetivo de luchar contra la dictadura). Al respecto planteó el director: «Mostramos la familia compartiendo lo que era realmente la vida de los militantes. Se ha perdido un poco la dimensión de lo que significa militar. Se ha asociado la militancia a la muerte, como que si militabas te mataban. Eso se ha construido mucho. Y en realidad si militabas era que vivías un montón, tenías un estado de vitalidad muy alto. Eso es lo que quisimos rescatar».
 
Hay que señalar también que, pese a las intenciones de Ávila (que ya sabía que la política y la historia estarían igualmente «omnipresentes»), hay referencias políticas, pero equivocadas: ya que las placas en la introducción dicen, por ejemplo, que «tras la muerte de Perón, comenzaron a actuar bandas paramilitares», cuando no fue así. Como es público, la Triple A, formación parapolicial y paramilitar, comenzó a actuar antes, y el propio Perón la pergeñó cuando todavía estaba en España, aludiendo a la necesidad de un «somatén», en referencia al grupo paramilitar que, a comienzos del siglo XX, asesinaba en Cataluña a obreros y luchadores anarquistas.

Como botón de muestra, está el brutal ataque conocido como «la masacre de Pacheco»: el ataque, en mayo de 1974, a un local del PST, donde tres militantes terminarán muertos. Perón ante esto dijo a la prensa: «Sé que ustedes han llegado en un momento en que acaba de producirse un hecho muy desagradable, que tres muchachos han sido asesinados por otro grupo. Son grupos antagónicos, que pelean entre ellos en vez de discutir y acordar, pero eso pasa en todas partes del mundo…» (El Cronista Comercial, 5/6/74).
 
Entonces, más allá de la misión política que se propuso Montoneros, una visión a todas luces errada (y que acá no es objeto discutir[1]), «Infancia clandestina» es una película que atrapa, que sensibiliza y expresa a una generación «sufriente»: la que padeció las barbaries de la dictadura 1976-82.
 
Resta agregar que el papel protagónico -además de otros logrados personajes, como los de Alterio o Banegas- es muy bien interpretado por Teo Gutiérrez Moreno; quien, por un reportaje, sabemos que, además de participar como vicedelegado de su colegio en lucha (y tomado), tiene en su habitación un dibujo de León Trotsky.
 
Nota
[1] Análisis y conclusiones de «los ’70» del PTS se encuentran expresados en diversos trabajos de compañeros y compañeras, como el libro de Ruth Werner y Facundo Aguirre Insurgencia obrera en la Argentina, 1969-1976 y el artículo de Christian Castillo «Elementos para un ‘cuarto relato’ sobre el proceso revolucionario de los ’70 y la dictadura militar» (revista Lucha de clases N° 4); también en Esma. Memorias de la resistencia (realizado por Tv PTS, Boedo Films, el CeProDH y la Asociación Ex Detenidos y Desaparecidos), y en Memoria para reincidentes, por ejemplo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.