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Violencia y no-violencia en Gandhi

Fuentes: Rebelión

Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia. Existen muchas causas por las cuales estoy dispuesto a morir, pero ninguna por la cual esté dispuesto a matar. Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. Gandhi El concepto de «no violencia» acuñado por Gandhi, ha sido tan manoseado, y tantas […]

Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia. Existen muchas causas por las cuales estoy dispuesto a morir, pero ninguna por la cual esté dispuesto a matar. Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. Gandhi

El concepto de «no violencia» acuñado por Gandhi, ha sido tan manoseado, y tantas veces tergiversado y mal interpretado, que se hace necesario regresar a su fuente original para que recobre su sentido.

Las cosas se han deformado hasta tal punto, que parece como si la «no violencia», lo que pretendiera es concederle más ventajas al poder, al permitirle a él ejercer una violencia que niega a sus víctimas.

Al mismo tiempo, la figura de Gandhi, ha sido revestida con un halo de santidad y de hombre bueno, que no facilita la correcta difusión de su mensaje. Pese a sus profundas convicciones religiosas, Gandhi no fue ningún monje, sino un activo agitador social, que lideró organizaciones, participó en mitines, movilizó masas y realizó huelgas de hambre, padeciendo prisión, sufriendo atentados y poniendo en peligro su vida por defender sus ideas políticas.

Ya desde muy joven, combatió las leyes abusivas y los atropellos de las autoridades inglesas de ocupación, recurriendo a la desobediencia civil y a la resistencia pasiva. Si detenían a sus seguidores, no protestaban; si los juzgaban, no se defendían; si mandaban a cientos de ellos a prisión, se presentaban muchos miles más, voluntarios, para que los encarcelaran a ellos también.

La novedosa iniciativa de Gandhi, demostró que la violencia institucionalizada del poder, que se presenta ante los ojos de la sociedad como democrática y proporcionada, más humana que la de sus adversarios, nunca terrorista, y por supuesto siempre justificada, cuando no justa, no constituye más que una estrategia de encubrimiento, dado que sin esa violencia y represión, no existiría poder posible, ni sistema de explotación que pudiera sostenerse en pié.

Gandhi jamás confundió el pacifismo con la pasividad, ni el rechazo de la violencia con la renuncia a la lucha, y su posición al respecto no pudo ser más radical:

«La no cooperación al mal es un deber sagrado, tan obligado como la cooperación al bien. Perdonar y aceptar la injusticia social es cobardía. No hay que rendirle obediencia, ni permanecer pasivo ante ella. En este mundo, no se ha conseguido nunca nada que no se deba a la acción. Rechazo la mera resistencia pasiva, porque podría interpretarse como debilidad.

Si he elegido el camino de la paz, es porque el bien que procura la violencia es temporal, mientras que el mal permanece. Me considero incapaz de odiar a nadie, pero al mal si que lo odio con todas mis fuerzas».

Gandhi se negaba por sistema a transigir con cualquier clase de injusticia, pero su concepción de la no-violencia, era beligerante, en abierto desafío al poder y a sus instituciones:

«Nuestro primer deber es proteger a los más débiles. La no-violencia no consiste en someterse servilmente a la voluntad del tirano, sino al contrario, en oponerse a sus abusos con toda energía. No se trata de una virtud monacal destinada a procurar la paz interior y la salvación individual, sino de una exigente norma de conducta personal.

La verdadera fortaleza no procede de la fuerza física, sino de una voluntad indomable. Cada hombre es el guardián de su libertad y su dignidad. Cada uno de nosotros, en mayor o menor medida, es culpable de no hacerlo. Los demás no podrían hacernos ningún daño, si en nosotros todo fuera bueno. Hasta a los gobernantes más despóticos les resultaría imposible permanecer en el poder, sin el conformismo de sus súbditos, y apenas éstos dejasen de temer la fuerza del tirano, su poder se derrumbaría».

Coherente con su compromiso social, Gandhi tomó la decisión de desprenderse de todos sus bienes, renunciando a cualquier clase de posesión material:

«Los que comen sin trabajar son ladrones. El trabajador no solo debe recibir un salario justo, sino que su tarea no puede ser un oficio de esclavos. La explotación es la esencia de la violencia. Hay que vivir sencillamente, para que otros puedan sencillamente vivir.

Desafortunadamente, en vez de intentar el hombre estar en armonía con la naturaleza, la corriente de nuestros días va en sentido contrario, no vacilándose en sacrificar abundantes vidas para rodearse de comodidades.

Los ricos no podrían hacer fortuna sin contar con la colaboración de los pobres. Si los pobres se convencieran de esta verdad y se empapasen de ella, aprenderían a liberarse por medios no violentos de las desigualdades que les han situado al borde de la muerte».

Evidentemente, si toda la gente se negara a venderse, el dinero dejaría de ser el gran motor de la voluntad humana, y el sistema capitalista colapsaría. Gandhi estaba convencido de que el mayor poder del hombre reside en su conciencia, más que en la fuerza:

«No se nos otorgará la libertad externa, más que en la medida en que hayamos sabido desarrollar nuestra libertad interna.

Quien empieza sacrificando la verdad, termina traicionándolo todo. La causa tiene que ser tan justa como los medios. Una libertad obtenida por medios poco honrados, o ganada gracias a la sangre de los demás, no es libertad.

Siento horror por el régimen despótico y arbitrario que los británicos han implantado en la India, y la forma despiadada con que explotan a nuestro país, pero los responsables no son tanto los fusiles británicos, como nuestra colaboración. Los británicos son numéricamente débiles, en cambio nosotros somos débiles a pesar de nuestro número. Un Rockefeller hindú no sería mejor que el otro».

Aunque Gandhi consideraba la no-violencia, como la forma más elevada de lucha, y el arma más eficaz para cambiar las cosas, no excluía sin embargo la violencia defensiva, a la que consideraba como una opción menor, pero igualmente legítima:

«La no-violencia es la mayor virtud, la cobardía de la violencia, el mayor vicio. La no-violencia, no tiene que ser predicada, tiene que ser practicada. La no-violencia exige coraje moral. Es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su alcance. No es ningún pretexto para la cobardía, al contrario, no existe valentía mayor que negarse a doblar la rodilla ante cualquier poder, haciéndolo sin agresividad alguna. Con mi muerte lograrán tener mi cuerpo, más no mi sumisión.

No debemos correr tras el martirio, pero si no somos lo suficientemente valientes para ejercer la no-violencia, entonces debemos adoptar lealmente la violencia. Quien no pueda, ni tenga suficiente valor para enfrentarse a la muerte mediante la no-violencia, debe encararse con el opresor y hacer uso de la fuerza como autodefensa, para protegerse a sí mismo y a sus seres más cercanos y queridos».

Gandhi no se conformaba con expulsar a los ingleses de la India y conquistar la independencia para su país, sino que quería liberar además a su pueblo del sistema de castas y de la discriminación social que soportaban intocables y parias:

«La independencia significa que hasta el más humilde aldeano de la India pueda ser el artífice de su propio destino, y que cada hombre, como cada río, siga libremente su curso. El concepto de intocables, así como la existencia de innumerables sectas y castas resulta inaceptable para mi.

No es cierto que la religión esté por encima de la moral. El hombre no puede ser mentiroso, cruel e injusto con los demás, y afirmar que tiene a Dios de su lado. No hay más religión que la verdad, y tan pronto perdemos esa base moral, cesamos de ser religiosos. La religión es un solo árbol con muchas ramas. Si no vemos mas que las ramas, diremos que hay muchas religiones, pero si vemos todo el árbol, comprenderemos que hay una sola».

Políticamente, Gandhi se mostraba partidario de lo que él mismo calificaba como «anarquía ilustrada»:

«El estado representa la violencia bajo una forma organizada. El individuo tiene un alma, pero el estado, que es una máquina sin alma, no puede librarse de la violencia, ya que es a ella a la que debe su existencia.

La centralización es un sistema incompatible con una estructura social no violenta. Una revolución no-violenta, no es un programa para la toma del poder, sino para la transformación de las relaciones humanas. Mientras la persona actúe como una máquina, resulta imposible hablar de moralidad, porque todo comportamiento dictado por el miedo o la violencia, deja automáticamente de ser moral.

Los asuntos del país se dirigen por medio de delegados, pero si las ruedas del engranaje de la vida nacional adquiriesen tal grado de perfección que pudiesen funcionar automáticamente, entonces no serían necesarios, y cada uno sería su propio amo, haciendo realidad la máxima de Thoreau de «que el mejor gobierno es el que gobierna menos»».

A lo largo de su vida, Gandhi no tuvo reparo en rectificar sus opiniones y estrategias tantas veces como le hizo falta, aceptando sus contradicciones y conflictos personales como un hecho completamente normal:

«Tal vez jamás logremos tanta fortaleza como para ser integralmente no violentos en el pensamiento, la palabra y la acción, pero tendremos que mantenerlo como meta. Lo que yo hago puede ser realizado por todos, porque no soy más que un hombre común, sujeto a las mismas tentaciones y expuesto a las mismas debilidades que los demás».

Se podrá estar de acuerdo o no con el planteamiento de Gandhi, pero lo que no se puede hacer es falsificar su pensamiento.

La panacea universal no existe, y probablemente Gandhi pecó de ingenuidad al pretender llevar la no-violencia hasta sus últimas consecuencias, creyendo que con ella se podían solucionar todos los problemas humanos y sociales. Pero si algo se le puede objetar, no es la validez universal de sus principios, sino que a la hora de aplicarlos, no comprendiera que ser prácticos también constituye una virtud, y que hay un grado necesario de violencia en la sociedad que se debe minimizar, pero que no se puede evitar.

¿Se puede pedir a los iraquíes, que se limiten a no colaborar con el invasor yanqui, contemplando resignadamente como éste destruye sus infraestructuras y sus medios de vida y les arrebata su petróleo, mientras sus hijos perecen de hambre, miseria y falta de medicinas?

No se puede derrotar a los misiles solo con el ejemplo. Ni la bondad cura las heridas, ni la buena voluntad es antídoto suficiente contra la mala voluntad, ni se puede exigir a cada hombre que se convierta en un héroe. La fortaleza moral no garantiza el éxito, ni el martirio la bienaventuranza. Algunas enfermedades requieren cirugía radical, mejor que vida sana y medicina natural.

Tampoco basta con poseer una elevada capacidad de abnegación y sacrificio. La renuncia de Gandhi a sus bienes, con ser muy noble y meritoria, no cambia en nada la naturaleza desigual de la sociedad. Y es que ninguna persona sola, por valiosa que sea, puede invertir el rumbo de la sociedad, ni el esfuerzo individual suplir a la acción colectiva. Las causas colectivas solo se pueden cambiar colectivamente.

Por eso, a nadie puede extrañar que Gandhi muriera violentamente, o que pese a estar nominado hasta en cinco ocasiones, se le negara un premio Nobel de la Paz, que sin embargo se concedió sin problema alguno, al honorable señor Kissinguer, padre espiritual de Pinochet.

Nota: Los datos, citas y textos de Gandhi, han sido extraídos de sus Reflexiones sobre la No-violencia y la Verdad, Wikipedia.org, Wikiquote.org, Proverbia.net, y Frasedehoy.com.