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Vivimos entre escombros

Fuentes: Rebelión

Los años que hemos vivido han sepultado para siempre la inocencia del mundo.  Wu Ming – Q, p. 15   Vivimos entre escombros. Integridad, ideologías, ética, de realidad (fake news, lo llaman). Fuerzas económicas financieras mantienen perenne una verdadera III Guerra Mundial hasta el día de hoy desde el final de la IIGM. La han […]

Los años que hemos vivido han sepultado para siempre la inocencia del mundo.

 Wu Ming – Q, p. 15

 

Vivimos entre escombros. Integridad, ideologías, ética, de realidad (fake news, lo llaman). Fuerzas económicas financieras mantienen perenne una verdadera III Guerra Mundial hasta el día de hoy desde el final de la IIGM. La han desarrollado en varios frentes: el económico, el social, el ideológico y como guerra tradicional de destrucción y muerte a través de simples asesinatos o genocidios cuando lo han precisado.

Durante este período, en el bloque occidental se ha mantenido el discurso de los modelos sociales de progreso para el bloque occidental europeo. Nada se decía de que el estado del bienestar era/es a costa de implementar condiciones de vida, más terribles que en la esclavitud para los seres de continentes enteros como el africano, para el subcontinente latinoamericano -del Río Grande hasta la Patagonia-, de los países asiáticos. Sin olvidar los 40 millones de pobres que habitan en EEUU y otros tantos en Europa. Un 25% de los europeos nos encontramos en riesgo de pobreza.

De toda esta guerra de destrucción, conquista y latrocinio, se nos mantiene perversamente informados. A quienes tratan de propagar una verdadera información se les acusa de sicarios de los enemigos de la patria, de comunistas o, simplemente, de terroristas.

Durante todo este tiempo, la derecha intelectual más neoliberal ha trabajado y trabaja en nuestros países occidentales por el desmantelamiento del contrato social del estado del bienestar. Sistema que pactaron cristianodemócratas y socialdemócratas, desde el final de la II Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, contra la utopía soviética de la URRS.

Desde los 70 del siglo XX, neoliberales de todo pelaje, por un lado, democratacristianos y socialdemócratas, por otro, han estado de acuerdo en la política exterior aplicada a la periferia social. La segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, una vez solucionado el problema de los Balcanes, fue y es el tiempo de las guerras convencionales localizadas en múltiples lugares. Siempre, eso sí, fuera de la metrópoli, EEUU, y de la submetrópoli europea.

Los que alentaron esta nueva geopolítica se sienten vencedores hoy. Los vencedores escriben los textos de historia. Explican la de Europa desde 1945 como un milagro. Se cuanta que se luchó por una Europa superadora de los nacionalismos y aplicación de la justicia social para todos.

Tras un largo, tramposo y mendaz proceso, se creó la Unión Europea. Esta UE que se impone contra sus pueblos. Para salvarla, se nos pide que renunciemos a todo bienestar. Consideración bajo la que se esconde la renuncia a nuestros derechos sociales, incluidos algunos de los Derechos Humanos. [Ver Salvador López Arnal]

El proyecto neoliberal trata de que rindamos nuestra soberanía abandonando los asuntos públicos en manos del mercado libre. Un estado minimalista que pueda preservar dicho mercado de ataques de bolcheviques, anarquistas y otros seres perdidos en el mundo. Y, sobre todo, les resguarde de sus propios errores y sus batallas internas. El Estado que construyen para subsistir será residual. Lo preciso para actuar como gendarme defendiendo a la minoría oligárquica dominante contra las rebeliones de los ciudadanos, como estamos viendo con los Giletes jaunes (chalecos amarillos).

Para lograrlo, en primer lugar, mantienen una guerra tradicional a través de las armas convencionales, con las que imponen políticas económicas de depredación en la periferia geográfica.

En segundo lugar, una guerra económica en lo que es el centro del capitalismo: Europa y EEUU. Al Sur -España, Portugal, Grecia- de este mismo centro, se nos impone una economía de subsistencia de guerra basada en el sector servicios -camareros, enfermeros, trabajadores de geriátricos y otros, a su servicio. Siempre un lujo, al lado de la imposición a los países de África, Latino-América y mayoría de los países asiáticos.

Y un tercer frente de batalla: el ideológico. La explicación del mundo a través del capitalismo neoliberal, el nuevo fascismo disfrazado de una democracia de urnas. Ideología que se propaga básicamente a través de los medios de comunicación y propaganda. Agit-prop masiva y mayoritariamente en manos de los grandes poderes económicos. Con este último tipo de guerra, su logro más significativo es la infantilización generalizada de las sociedades.

La ley de esta guerra es como la del clásico casino: siempre resulta ganadora la banca. Sus dueños sufragan la guerra y deciden quién será el último en resistir la violencia de las armas convencionales, económicas e ideológicas.

Hoy, siglo XXI, con esta evidente victoria socioeconómica de los neoliberales sobre las sociedades libres, las guerras reales de sangre, fuego y barro siguen librándose en los campos de los países políticamente pobres. Son las más lucrativas de todas las empresas capitalistas. Permiten y favorecen los negocios de tráfico de armas, drogas, esclavitud, prostitución y, fundamentalmente, el expolio de los países arrasados. Países ricos en materias primas agrícolas, agua, petróleo y minerales estratégicos para las nuevas industrias electrónicas. Véase el actual ataque contra la Venezuela chavista bajo el pretexto de la defensa de la democracia.

 

El credo neoliberal se presenta ante el mundo como si sus dogmas fueran verdades absolutas. Lo cierto es que esas ideas son artefactos de guerra, máquinas de dominación para engañar y someter.

Alejandro Nadal, «La teoría y la política económicas tienen que aprender de la historia»

 

Paulatinamente, se ha ido inculcando en nuestras sociedades libres, que los ciudadanos debemos sacrificar aquello que consideran privilegios. Debemos renunciar al ejercicio los derechos que puedan perturbar la estabilidad económica de la sociedad, de sus mercados, el disfrute de sus privilegios.

Tendremos que sacrificar la curiosidad intelectual y el descontento político. Tendremos que sacrificar las ambiciones personales que nos hacen luchar y pelear y fomentar revoluciones. Tendremos que sacrificar las tres pasiones ingobernables que tantas desgracias nos produjeron en el pasado: ciencia, arte y religión.

Freeman Dyson, Mundos del futuro.

 

El robo, al Estado, los miles de millones de ciudadanos como sujetos, a través de engaños y estafas financieras más o menos sofisticadas, más o menos burdas, se despliegan políticamente con los recortes en sanidad, educación, subidas de impuestos como el IVA y el IRPF, pensiones, subidas de las tarifas eléctricas, tarifas judiciales, etc., mientras las élites más ricas evaden impuestos y nos roban legalmente.

Estos recortes producen muertes. Son nuestros muertos en esta guerra. Muertes silenciosas e ignoradas. Muertes que nunca han sido vistas ni consideradas un crimen no sólo por la mayoría de nuestros políticos y magnates, sino incluso a los ojos de mucha gente que les vota. Que considera que, si ellos estuvieran en dicha posición harían lo mismo.

La cínica violencia gubernamental intenta propiciar y mantener una guerra entre los diversos estamentos de la sociedad inyectándonos en nuestros instintos primarios, a través de sus medios de comunicación, un sálvese quien pueda. Distraídos en nuestra pelea política con el vecino de escalera, no observamos los tejemanejes de su hedionda descomposición ética. Pretenden que odiemos y nos peleemos con nuestros vecinos y no nos rebelemos contra sus corruptas actuaciones. Mientras, tutelan y guían nuestros pequeños egoísmos hacia miserables ilusiones socio-económicas, migajas que nos pueden suprimir en cualquier momento.

Ante el miedo a perder el poder, los gobernantes actúan con brutalidad totalitarista. Nos amenazan con la actuación impune de la violencia gubernamental –Ley Mordaza en España, que unos implantan y otros no derogan, quizás porque piensan que quizás les sea necesaria. Nos persuaden que la defensa de lo que hasta ayer nos habíamos dado como razonable hoy es motivo para ser golpeados, maltratados violentamente y encarcelados bajo condenas basadas en, si es preciso, fraudulentas acusaciones. Porque ostentan el poder que les hemos otorgado.

A través de unos medios de comunicación perversos, presuntos periodistas, dudosos intelectuales y otras especies parasitarias, de disipadas capacidades morales, nos bombardean con bulos, rumores, difamaciones, mentiras y amenazas de mayores sufrimientos si no comprendemos y nos sometemos a sus dictados.

La propiedad privada del simple ciudadano ha pasado a ser contingente. Si la desea un miembro o un grupo perteneciente al poder, si no existe la ley que le expoliará legalmente, el funcionario de turno propiciará el preciso retorcimiento de la ley para que su propiedad pase al banquero, financiero, político o truhán miserable que la desee. No otra cosa son los desahucios.

Las deudas bancarias privadas han sido transformadas en deudas soberanas y déficits presupuestarios. En lugar de la suspensión de pagos de los bancos bandidos, tienen lugar las de los pueblos, las gentes normales, que se ven abocadas a la miseria o, con suerte, a vivir de alguna beneficencia caritativa religiosa.

Cuando una nación sucumbe a la esclavitud por la deuda, deja de ser una nación soberana gobernada por un proceso político interno. Cae bajo el control de los dictados de quienes gobiernan realmente, aquellos oligarcas que se esconden tras el FMI, el BCE, el BM, la OMC, el Bundesbank. Y los ciudadanos, sólo son tolerados si se han rendido.

Hoy, nuestros dirigentes políticos, empresarios y los numerosos ciudadanos que les votan, que les creen, colaboran con quienes dictan las órdenes económicas conducentes a la nueva estructuración social que nos quieren imponer: el neo-esclavismo.

¿Qué hacer?

Las personas corrientes pueden transformar el mal en bien si tienen el valor y el liderazgo moral necesarios.

Freeman Dyson, Mundos futuros.

 

La realidad es que, si el indigente que comparte su solidaridad en la miseria se asoma a la puerta del jardín del poderoso, se encontrará con el cañón de una pistola apoyada en su entrecejo dispuesta para ser disparada si da un paso más. Un ejército de guardaespaldas, uniformados unos, disfrazados de políticos o periodistas otros, les protegen.

Sin embargo:

Podemos esperar que grupos de ciudadanos unidos por preocupaciones éticas puedan obtener la fuerza suficiente para modelar la historia en el futuro, como lo hicieron en el pasado.

Freeman Dyson, Mundos del futuro

Ante la injusticia y la violencia del sistema, surge la resistencia. Débil, desconcertada, fragmentada. La mayoría nos limitamos al pequeño gesto de la manifestación, cuando no a la simple protesta apoyándonos en la barra del bar o gesticulando frente a la mentirosa y corruptora televisión.

Pero unos pocos, los imprescindibles en este mar de seres humanos, pelean un día tras otro. Lo nuevo aún actúa solamente en los sueños de unos pocos que sueñan despiertos.

Primero son las multitudes las que modifican la relación de fuerzas en la calle, porque son ellas las que producen riqueza, conocimiento, nuevas formas de pensar y de actuar. Esto es lo que luego puede permitir una derrota electoral de los partidos dominantes incluso aunque jueguen con las cartas marcadas.

 Javier Ortiz, «No hay vuelta atrás»  

Mientras la realidad nos empuja hacia una derrota prometeica, una vez más, la utopía nos impulsa hacia la libertad.

Con Porque en el sueño de la actual política parlamentaria nunca encontraremos la conquista de la utopía; porque cada día, al despertarnos todos comenzamos con las manos vacías, los brazos abiertos juntos podemos crear un programa mínimo común para luchar, para encontrar el camino entre tantos escombros. 

Todas las grandes acciones y todos los grandes pensamientos tienen un comienzo irrisorio. Las grandes obras nacen con frecuencia a la vuelta de una esquina o en la puerta de un restaurante.

 Albert Camus, El Mito de Sísifo 

Referencias:

Albert Camus,  El Mito de Sísifo; Buenos Aires, Losada, 1980

Alberto Cruz : «Alemania: Sin perdón (con la socialdemocracia y otras hierbas)» http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=15759, 01/06/2014

Alejandro Nadal, «La teoría y la política económicas tienen que aprender de la historia»   www.sinpermiso.info , 29 de julio de 2012

Freeman Dyson , Mundos del futuro , Barcelona, Drakontos, Crítica, 1998.

Javier Ortiz, «No hay vuelta atrás».  http://www.javierortiz.net/voz/samuel/no-hay-vuelta-atras, 01/06/2014

Salvador López Arnal, «Las tesis de Wolfgang Streeck: el euro fue un error colosal» , https://www.rebelion.org/noticia.php?id=253252

Wu-Ming, Q ; http://www.wumingfoundation.com/italiano/downloads_es.htm, 06/01/2015

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.