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Entrevista de Anis el-Naqach para El Manar

Washington no va a imponer su control militar sobre Libia

Fuentes: Al-Manar

Esta entrevista fue realizada pocos días antes de la intervención miitar en Libia, pero mantiene todo su interés, habida cuenta de la personalidad del entrevistado, muy próximo a Irán y a Hizbulah

Con una amplia sonrisa nos recibió la esposa de Anis el-Naqach, de nacionalidad iraní, la cual nos indicó que nos esperaba en su despacho. Al entrar, nos dirigió un saludo en el que se entremezclaban la confianza y la sencillez. Anis el-Naqach volvió a sentarse para contestar a nuestras preguntas, con una calma absoluta y siguiendo las últimas noticias que iban apareciendo en el televisor situado en frente de su silla.

¿Cómo describiría los últimos hechos acaecidos últimamente en el mundo árabe?

Como suele suceder, las revoluciones suceden sólo en caso de que haya un terremoto internacional. No hay duda de que estamos viviendo el fin de EEUUcomo potencia única, a pesar de que esta caída se ha manifestado muy tarde en el mundo árabe, si lo comparamos con otros países, que lo han percibido antes en los últimos tiempos. Podemos observar ahora como todo lo relacionado con el proyecto americano ha ido cayendo, mientras que todo lo que EEUU ha prohibido o a lo que se opuesto está surgiendo. Esta es la interpretación más acertada sobre lo que está ocurriendo.

¿Cómo han reaccionado los EE.UU. ante las revoluciones que han surgido en el mundo árabe? ¿Lo que estamos presenciando es lo que han venido a llamar el «robo de las revoluciones»?

Una particularidad de estas revoluciones es que están conduciendo a la caída de todos los que simpatizaban con los intereses de EEUU. Por eso, Washington intenta acompañar e incluirse en lo que está pasando con el argumento de que no está en contra de los movimientos populares. Sin embargo, lo que desea en estos momentos es acompañar a esos movimientos para sacar provecho de ellos. Por eso, los movimientos revolucionarios deben ser conscientes de que el tema no se limita a que salgan los símbolos de EEUU, sino que lo correcto es que se cercioren de que este proyecto ataja esta cuestión de forma global*, regional y política. Sustituir los símbolos es de lo más fácil. El pueblo tiene que impedir que el control americano vuelva a instalarse, previniendo que se atraiga al nuevo sistema.

¿Quién será el que se ocupe de este asunto? ¿Considera que el pueblo es capaz de hacerlo?

El pueblo tiene un papel primordial. La lucha principal se desarrolla entre el pueblo y las fuerzas extranjeras, como las organizaciones internacionales que se entrometen en nombre de la liberación del los pueblos y las fuerzas regionales que interfiere con el propósito de que este pueblo no consiga su independencia. Ahora mismo se da una competición para ver quién va a controlar el juego en el nuevo tablero de ajedrez. ¿Los Estados Unidos pueden continuar implementando su gigantesca política imperial, la que les deja como único gobernante? Para comprender la situación actual de los Estados Unidos, tenemos que ser conscientes de estas tres cuestiones:

El año 2010 acabó con una deuda pública federal que llegaba a aproximadamente el 80% del producto interior bruto americano. Después de dos años y medio de crisis económica, Estados Unidos no sólo no ha salido de ella, sino que sigue hundiéndose. Por ello, Obama dijo en uno de sus discursos que la vida americana basada en el dinero de plástico había terminado. Este tema es muy importante a nivel estratégico, porque los Estados Unidos se diferencian de otros estados por su forma de vida.

Otro punto importante es el descenso de la capacidad militar de EEUU. Los estudios sobre la cuestión prueban que la teoría de los misiles ha cambiado, y con ella todas las ecuaciones. Ante una guerra de misiles, la guerra de guerrillas librada en Iraq o Afganistán ha probado que los Estados Unidos no pueden dominar militarmente. Los estadounidenses ya saben que una guerra de los misiles con China acabaría con todas sus bases terrestres y aéreas que tiene en Japón, Corea del Sur y Taiwán.

Irán posee misiles capaces de atacar todas las bases estadounidenses en el Golfo Pérsico. En la guerra del Líbano de 2006 contra Israel, esta teoría fue demostrada por la resistencia libanesa y, después de la guerra de los misiles, los misiles de la resistencia ya eran capaces de alcanzar cualquier lugar de la Palestina ocupada. La ecuación de los misiles causó una especie de equilibrio en la balanza del terror. La mayor prueba de facto es que en el discurso de los estadounidenses sobre la zona de exclusión aérea en Libia, el brigadier general respondió que el establecimiento de una zona de exclusión aérea requiere que se destruyan todas las defensas aéreas libias (el mayor obstáculo* para no entrar en batalla). Gates dice que antes de responder a cualquiera que haga un llamamiento a una intervención militar en Libia, Afganistán o Iraq, éste debe consultar un médico sobre su estado mental. O sea, que acusa de todo el que pida una intervención militar de estar loco. Ahora debemos atender a otro punto importante, que es el hecho de que Washington ya no esté tan interesado en las fuentes de energía de Oriente Medio.

Hay un tipo de gas almacenado en el fondo de la tierra que antes era muy difícil de extraer, técnicamente hablando. Ahora tienen la posibilidad de extraerlo mediante una nueva técnica de perforación. Este gas se puede encontrar hasta en los países no petroleros, y es un gas limpio. Los americanos se han dado cuenta de que las relaciones que mantenían por sus intereses petroleros en Oriente Medio no son tan importantes, si ahora pueden contar con un gas limpio y fácilmente extraíble.

Los pueblos árabes sentían los cambios que se estaban produciendo, pero sin embargo necesitaron una chispa, y esa chispa fue Bu Azizi. América ha reaccionado con tranquilidad a lo que está sucediendo porque tiene alternativas, porque siguió la revolución iraní todo lujo de detalles. El Sha dejó Irán y el imam estaba ya en Teherán para formar el primer gobierno, mientras Brzezinski (Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter) continuó diciendo que la situación estaba bajo control.

En este caso, los estadounidenses jugaron sus dos bazas: una, la de sus contactos con el ejército y su capacidad de movilizar un gran número de soldados para provocar un levantamiento en forma de golpe militar, y la segunda, que fue la compra del petróleo iraní, con la que se aseguraban estar estableciendo algún tipo de influencia. Washington envió a Irán después de la revolución a algunos de sus responsables, los cuales expresaron que su país no se oponía a la creación de una Estado islámico siempre que no se tocaran los intereses americanos. Estados Unidos ha intentado acompañar a las revoluciones en los países árabes, algo de lo que no cabe duda después de que haya enviado delegados a todos estos países para que contactar con la oposición. En Libia, hay un gran número de libios enviados como delegados por Washington y que tienen la nacionalidad estadounidense. Son ellos a los que puede recurrir para garantizar sus intereses.

¿Cómo puede prevenirse que Estados Unidos se adueñe de estas revoluciones?

El mundo tiene que ser consciente de que todo está profundamente interconectado, que los asuntos internos están ligados al exterior y que los asuntos exteriores están unidos a lo que pasa dentro. De nuevo, en las manifestaciones se levantaron pancartas que pedían por la libertad y por la marcha del dictador o la caída del régimen. A manera de ejemplo, construir un Egipto nuevo sin un análisis de su política internacional, es una imprudencia. Se debe estudiar la situación internacional y trabajar sus bases durante la revolución. Quien crea que el problema de base de Túnez es la familia Trabelsi, y que si se van se arregla el problema, es que no entiende nada. Tenemos que ser conscientes de que el sistema mundial es el que está corrupto, para después tomar una posición en consonancia con la situación internacional que nos permita disfrutar de autonomía.

En su opinión, ¿hacia dónde de dirige la cuestión Libia? ¿Volverá a producirse una nueva ocupación americana en Libia?

Los estadounidenses tienen miedo de Libia. Los estadounidenses no han pedido hasta ahora la salida de Gadafi como lo hicieron en Egipto y Túnez, ya que sus intereses petroleros siguen siendo desconocidos y las corrientes islámicas en Libia son más radicales de la de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Por eso, Washington está trabajando para remediar lo que sucede apoyando la creación de un parlamento nacional temporal, asegurándose de que Libia permanezca en el tren estadounidense.

¿Espera que Gadafi caiga pronto?

Su caída es segura, es sólo cuestión de tiempo.

¿Qué tiene que decir sobre el contraste entre la posición americana y la posición de la Unión europea en torno a la cuestión libia, en la que Washington pide una intervención militar al tiempo que la Unión Europea permanece en silencio?

Hay dos razones para este contraste. La primera es que EEUU tiene más libertad de movimiento, ya que geográficamente hablando está más lejos de Libia, mientras que los europeos están más cerca. Los africanos cruzan hacia Italia y Grecia a través de Libia. Por ello, cualquier intervención no estudiada para los europeos significa un choque con el norte de África. La segunda razón es que están apuntando al corazón de los europeos; las compañías petroleras estadounidenses que trabajan en Libia también lo hacen en otras partes del mundo, por lo que si su producción se detuviera en Libia, EEUU podría en último término seguir activa. Sin embargo, si se detuviera para Italia, supondría un parón del 40% de las fuentes de energía, un 30% del petróleo para España y un 20% del petróleo para Francia. Por ello, a los europeos no les queda más remedio que la neutralidad, ya que no quieren enfrentarse ni con los rebeldes ni con Gadafi, para así asegurar sus intereses.

En un principio, la administración estadounidense pidió una intervención militar en Libia, y luego Washington se echó para atrás. ¿En su opinión, qué hay detrás de este cambio?

El discurso estadounidense sobre la intervención militar en Libia tenía un carácter político. Sin embargo, quien resuelve estas cuestiones es el Pentágono. El Secretario de defensa, Robert Gates, dice que cualquier tipo de intervención militar precisa de una resolución internacional. Cuando la guerra de Iraq se llevó a cabo sin el consenso internacional, la balanza de poderes era diferente. El Pentágono no quiere entrar en ninguna guerra. El ejército necesita cuatro mil nuevos soldados al mes en sus filas, y ya no es capaz de conseguirlos. Las decisiones sobre la guerra y la paz están en manos del Pentágono. Todo lo que puede decirles el Secretario de defensa Robert Gates a la oposición libia es: nosotros podemos ayudaros y armaros, pero no podemos matar por vosotros.

Después de la caída del régimen de Mubarak en Egipto, ¿se reconsiderarán los acuerdos de Camp David? ¿Cómo serán las relaciones entre Egipto e Israel?

Entre los acuerdos de Camp David y la salud de las relaciones entre Egipto e Israel hay una gran diferencia. No podemos decir que la revolución egipcia vaya a significar el final de Camp David. El bloqueo de la Franja de Gaza a través del cierre del paso de Rafah, la coordinación en la seguridad entre Egipto e Israel, el gas que le llegar a Israel a bajo precio no tienen relación con Camp David. Las campañas que organizó el régimen de Mubarak contra las resistencias libanesa y palestina no tienen relación con Camp David.

Todos estos asuntos eran fruto de la colaboración gratuita entre Mubarak e Israel, una forma de satisfacer a Israel a cambio de que apoyaran su herencia y mantuvieran el sistema. Con la marcha de Mubarak, todo esto se acabó. La embajada egipcia en Tel Aviv y todas las del mundo han dejado de expedir visados a los judíos, por si las relaciones entre Egipto e Israel sufrieran un cambio y Camp David pasara a estar la cuerda floja.

No es necesario que ningún futuro gobierno egipcio haga añicos los acuerdos de Camp David, ya que su ruptura significaría que se abre la posibilidad a una guerra con Israel. Sin embargo, Camp David debería tambalearse en caso de una masacre en Palestina o un ataque israelí contra el pueblo palestino de Gaza o contra el Líbano. En ese caso, el pueblo egipcio se levantará como lo hizo en enero para decir que debemos estar con los asesinados, y de esta forma Camp David caerá a través de una demanda popular.

¿La dimisión del presidente del gobierno tunecino, Mohamed Gannouchi, señala a que la situación en Túnez avanza en la dirección correcta?

En Túnez hay una especia de carrera entre las fuerzas populares y las fuerzas locales que mantienen relaciones con el exterior. Un gobierno cae y otro se forma, el pueblo vigila, lo importante es que la voz y la opinión del pueblo siga siendo la más alta. Aquí, nadie podrá volver a meter al pueblo en la jaula. Ahora es cuando recordamos las célebres palabras del imam Jomeini: «El pueblo es la norma».

¿Cuál es su análisis de lo que ocurre en Irán, con el aumento de las luchas entre el sistema vigente y la oposición iraní?

La oposición iraní actual es una oposición que viene del corazón del sistema, no de fuera. Algunas personas han estado presentes aproximadamente 15 años. Durante el mandato de Sayed Ali Jamenei, Rafsanjani tenía mucha autoridad en el parlamento, ya que en ese momento la mayoría de las atribuciones estaban en mano del primer ministro y del presidente del parlamento, mientras que el presidente de la república no poseía sino atribuciones menores. Los que llegaron en ese momento lo hicieron de la mano de Rafsanjani y cuando, después de Jamenei, Rafsanjani fue nombrado presidente, todos los que estaban con él en el gobierno se quedaron en sus puestos.

Cuando llegó Jatami, este último llevo a cabo algunos cambios en el terreno de algunas carteras no sensibles, como cultura, mientras que las carteras de economía o petróleo siguieron estando en manos del grupo de Rafsanjani. Cuando Ahmadineyad asumió la presidencia, realizó algunos cambios, no por nada personal, sino porque la nueva generación tenía derecho a gobernar por sus propios méritos. Esta capa del poder, al verse obligada a salir, creó una situación de insatisfacción. Al mismo tiempo, llegó la caída de Bagdad, con Washington detrás empujando a la creación de un nuevo equilibrio entre los iraníes: si queréis desempeñar un papel regional primordial tenéis que uniros a las filas americanas y, si os negáis, os golpearemos. Algunos grupos en Irán se lo creyeron, y pensaban que no podían negarse esta oportunidad de desempeñar un papel regional pionero como en los días del Sha. Ahmadineyad se negó a acatar esta idea, con el pensamiento de que América caerá en Iraq, y que cuando lo haga, Irán ocupará ese papel regional tan clave sin verse obligado a hacer concesiones a Washington.

Anis el-Naqach es analista político y coordinador de la Red de Seguridad para las Investigaciones y Estudios Estratégicas. Nació en 1951 en Beirut. Se unió a las filas del movimiento Fatah en el año 1968, organización en la que desempeñó varios cargos. Ocupó varios cargos de responsabilidad en la seguridad de los Territorios Ocupados, Líbano y Europa. Tuvo un papel importante en la coordinación entre los liderazgos de la revolución palestina y la revolución iraní. Estuvo encarcelado diez años en Francia por intento de asesinato del ex primer ministro iraní, Shapur Bajtiar en París. Fue liberado en el año 1990.

http://www.almanar.com.lb/adetails.php?fromval=2&cid=47&frid=26&seccatid=47&eid=17413