Una vez que el gobierno de Ecuador le otorgó asilo (en su embajada en Londres), la libertad y la vida de Julián Assange han dejado de correr peligro. A menos, claro está, que el gobierno británico decida cumplir su amenaza de entrar por la fuerza a la embajada ecuatoriana en Inglaterra y secuestrar al periodista […]
Una vez que el gobierno de Ecuador le otorgó asilo (en su embajada en Londres), la libertad y la vida de Julián Assange han dejado de correr peligro. A menos, claro está, que el gobierno británico decida cumplir su amenaza de entrar por la fuerza a la embajada ecuatoriana en Inglaterra y secuestrar al periodista australiano.
De cumplir sus amenazas de violación de la legalidad internacional (y la suya propia), el Reino Unido estaría superando en felonía y perversidad a célebres criminales, como los golpistas y dictadores latinoamericanos Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla. Y es que ni Pinochet ni Videla se atrevieron a violar embajadas para capturar a opositores políticos refugiados en ellas.
No se trata de discutir si Assange ha cometido delitos en Suecia o si sus divulgaciones periodísticas son consideradas delitos en Estados Unidos. El punto medular del asunto es que el asilo le fue otorgado, y que se trata de un derecho inalienable de la persona asilada y del Estado asilante. Y que la violación del derecho de asilo constituye un acto solamente propio de gobiernos criminales, de modernos piratas.
Desde luego, no será un paso sencillo que Isabel Windsor y David Cameron se atrevan a violar la soberanía de Ecuador para secuestrar a Assange. Pero esa posibilidad no puede descartarse, pues Gran Bretaña ha sido autora y ejecutora de innumerables atrocidades a lo largo de su historia como nación imperialista. Y los recientes casos de las invasiones armadas de Irak, Afganistán y Libia son prueba fehaciente del irrespeto inglés por la soberanía y la dignidad de otros países, sobre todo de las naciones pobres o subdesarrolladas.
Esa falta de respeto de Inglaterra a la soberanía y a la dignidad de los países pobres no sólo se expresa en las amenazas de violación del territorio ecuatoriano y del derecho de asilo. También se expresa en la negativa de Windsor y Cameron a otorgar el salvoconducto que le permitiría a Assange abandonar la embajada ecuatoriana en Londres y trasladarse a Ecuador. Esa negativa a otorgar el salvoconducto es otra violación (menos aparatosa pero igualmente grave) del derecho de asilo, contemplado éste por la legislación internacional, por la de Ecuador, por la de innumerables naciones y, también, aunque sólo sea en el papel, por la legislación británica.
Pero no sólo el historial colonialista de Inglaterra hace temer una ilegal acción de fuerza contra Assange y contra la República de Ecuador. También la hace temer el ya proverbial papel de lacayo que Londres ha asumido en los últimos tiempos con respecto a Washington, principal interesado en detener, encarcelar e incluso ejecutar al periodista australiano.
Consciente de que la razón y la dignidad están de su lado, y consciente también del peligro que se cierne sobre el orden jurídico mundial, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha solicitado el apoyo activo de la comunidad internacional para detener los afanes colonialistas, belicosos, ilegales, prepotentes e imperialistas de la Windsor y de Cameron.
Y buena parte de la comunidad internacional (al menos la parte sana, digna y pacifista) ha respondido positivamente a la solicitud de Rafael Correa. La Organización de Estados Americanos (OEA), con la obvia oposición de Estados Unidos y de Canadá (que es parte del imperio británico) se dispone a tratar el asunto a fin de preservar el derecho de asilo.
Otras organizaciones regionales, como la Alba y la Unasur, ya han condenado los aprestos ilegales de Inglaterra. Los países que forman parte de estas y otras agrupaciones internacionales entienden perfectamente que frente a la prepotencia imperialista de Londres y Washington debe formarse un frente común contra la piratería mundial que hoy encabezan Isabel Windsor y David Cameron.
Artículo publicado originalmente en el periódico mexicano El Sol.
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