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Y sin embargo, en Galicia…

Fuentes: Rebelión

Hace unos tres años, mientras estaba sumergido en los escritos de mi primer libro, recuerdo haber sentenciado que no había en este país una ciudadanía crítica que contrarrestase las constantes embestidas del conservadurismo congénito de buena parte de la élite política que se contentaba con gestionar la democracia realmente existente. A día de hoy, creo […]

Hace unos tres años, mientras estaba sumergido en los escritos de mi primer libro, recuerdo haber sentenciado que no había en este país una ciudadanía crítica que contrarrestase las constantes embestidas del conservadurismo congénito de buena parte de la élite política que se contentaba con gestionar la democracia realmente existente. A día de hoy, creo que debería matizar esa sentencia. Es cierto que existe un buen porcentaje de la ciudadanía en un estado de pasividad y conformismo atroz, incluso en plena crisis social, económica, política y cultural planetaria. Es cierto que es posiblemente este ciudadano-burbuja y consumista, politicamente acrítico, pasivo y conformista, la base social sobre la que germinan totalitarismos o, como mínimo, ultra-liberales conservadurismos políticos de la más diversa ralea. Es cierto que el relajo ético y la pereza mental es una pauta de conducta que ha calado en buena parte de la sociedad civil, y que los valores de verdad, justicia y libertad no son sino bellas palabras en manos de los funcionarios de la política, cuando no meras palabras huecas sin relevancia alguna para la orientación existencial de buena parte de los ciudadanos-burbuja que han creado las pautas de conducta hegemónicas en el sistema de producción-consumo del capitalismo planetario

Sí, todo esto es cierto. Y sin embargo, y mientras tanto…

Sin embargo, y mientras tanto, los sindicatos agrarios gallegos sacan los tractores a la calle y ocupan los centros urbanos de Galicia en protesta contra la injusta tasación de los precios en orígen de la leche. Sin embargo, y mientras tanto, los sindicatos agrarios gallegos, no tutelados por el conservadurismo congénito que opera en las diputaciones, instituciones autonómicas, ministerios e instituciones económico-financieras, expresan, clara, rotunda y concretamente, que no quieren vivir de subvenciones. Expresan, clara, rotunda y concretamente, que los precios justos en orígen serían suficientes para poder prescindir del crédito de las entidades financieras que operan a nivel local, que los precios justos en orígen serían suficientes para no depender tampoco de la subvención político-institucional, e incluso suficientes,también, para no depender del proceso de transporte efectuado por los intermediarios, y que incrementa irracionalmente el precio del producto final.

Expresan clara, rotunda y concretamente, lo siguiente: JUSTICIA. Justicia económica para poder labrar la propia autonomía y poder vivir del propio trabajo, en la propia tierra que uno construye y habita.

Puede que el querer construir futuro con las propias manos, el querer comer, vestir, educar y construir un hogar para tus hijos con el propio sudor, sea considerado como utópico anacronismo provinciano en esta cosa llamada España, pero tales respuestas no son sino el síntoma histórico de una enfermedad congénita que, poco a poco, nos vamos sacudiendo de encima. Es la peor de las enfermedades que puede incubar un pueblo, y se le llama, simplemente, servilismo, miedo y auto-odio. Un servilismo, un miedo y un auto-odio que existen en Galicia, en España, en Europa y en el resto del mundo.

Sigamos.

Sin embargo, y mientras tanto, germinan como setas, en puntos diferentes de la sociedad gallega, plataformas localmente organizadas que denuncian, una vez sí y otra también, la ecocida gestión del territorio efectuada con criterios pura y duramente economicistas. El sutil y erótico susurro libertario de Arundhaty Roy, ese susurro que anticipaba el tiempo de lo pequeño, de las pequeñas memorias, de las pequeñas historias, de las pequeñas culturas, de las pequeñas lenguas.. se hace cada día más patente en la sociedad civil gallega, en una unánime y muy cívica declaración de principios : goberne quen goberne, Galiza non se vende.

Sigamos.

Sin embargo, y mientras tanto, la mesa por la normalización linguística, psicopedagogos infantiles, filólogos, antropólogos, sociólogos, periodistas y ciudadanía consciente en general, se movilizan contra el ataque sistemático y calculado contra la lengua gallega. El racismo linguístico institucionalizado, cocinado científico-ideológicamente por instituciones anexas al Aznarismo y al resto de sensibilidades de la cúpula del partido popular como la FAES, el Foro Nueva Economía, Galicia bilingue, el Club financiero de Vigo y los medios de comunicación afines, que han logrado hacer efectiva la máxima Goebbelsiana de que una mentira -la supuesta «imposición» de la lengua gallega-, dicha mil veces, termina por convertirse en verdad; este racismo linguístico, digo, que no es sino la expresión política de una discriminación y un auto-odio ya latente desde hace mucho tiempo en el ecosistema cultural de algunos sectores sociales, debería reconecerse, tanto dentro como fuera de Galicia, partiendo de :

1-La declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural

2-La declaración universal de la ONU sobre los derechos de las minorías linguísticas

3-La convención de la UNESCO de 2005 sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales

4-Las recomendaciones de OSLO relativas a los derechos linguísticos de las minorías nacionales

Dudo mucho que la clase política y los medios de comunicación locales realmente existentes, aquí en Galicia, estean a la altura de la sociedad civil gallega. Como siempre, van por detrás, muy por detrás, y hacen suyas, con estúpida y cómica torpeza, las demandas que surgen en la epidermis del tejido social gallego.

Sigamos

Sin embargo, y mientras tanto, empiezan a hacerse visibles, en el mundo del sindicalismo, las críticas al incumplimiento de las medidas de igualdad de género en la misma estructura sindical, en la estructura interna de la administración pública y en el interior de las empresas. Lo cual no quiere decir sino que estamos superando ya el feminismo simbólico como mera masturbación político-mediática de principios : ya no es el caramelito dulce de nuestra muy bien pensante, desinformada y amable progresía y su socialismo «tea five o’clock» de bufete. Por fin -ya era hora- se empieza a sustituir el análisis por la burda e infantil estetización político-mediática del feminismo. Mejor ni hablemos de la sistemática y voluntaria cosificación mediático-política del resto de necesarios -ismos como puntos de partida, tales como el anti-racismo, el eco-pacifismo y el socialismo. No es el objeto de este artículo.

Sigamos

Sin embargo, y mientras tanto, los trabajadores del metal, en la ciudad de Vigo, convocan una huelga general que tiene visos de extenderse al sector anexo del automóvil, reclamando un convenio justo y atrincherándose incluso ante las acometidas de las fuerzas de seguridad del estado, buscando canales no-oficiales para verbalizar la falsa generalización y representación mediática que los adjetiva como «violentos» y «radicales» -después de la protesta violenta de algunos grupos- tanto desde la radio como desde los medios de comunicación audiovisuales y escritos locales.

Sin embargo, y mientras tanto, en los centros urbanos de las ciudades gallegas, las constantes protestas del pequeño comercio por la política fiscal e impositiva de los ayuntamientos, así como las manifestaciones de los trabajadores por el boom de expedientes de regulación de empleo en los sectores téxtil, inmobiliario, automovilístico, lácteo y otros, son observados -cuando no, gestionados- a vista de pájaro, cual narrador omnisciente de novela, por las mismas instituciones autonómicas que, supuestamente, representan o deberían representar al grueso de la sociedad civil gallega.

Sigamos.

Sin embargo, y mientras tanto, las redes clientelares que se tejen a todos los niveles de la administración pública gallega, tanto desde los ayuntamientos, como desde las diputaciones provinciales, como desde las empresas publicas de contratación anteriormente creadas por el supuestamente anti-fraguista bipartito -el día de mañana será digno de cómica representación teatral el hecho de que los llamados anti-fraquistas viscerales terminaran imitando pautas de conducta políticas muy similares a las del fraguismo político-, siguen siendo una realidad antropológica que, si bien no puede demostrarse con datos numéricos en la mano, sí están psico-socialmente interiorizadas en la misma entraña, en la misma química, y si me apuran ustedes, hasta en la misma configuración neuronal del inconsciente colectivo del pueblo gallego.

Una simple etnografía reflexiva sobre las relaciones sociales cotidianas, en cualquier ayuntamiento gallego, serviría de material a cualquier escritor para escribir una novela satírica o tragicómica -a su gusto- sobre las relaciones de poder que se tejen en este país. Nada, en definitiva, que no ocurra en las administraciones públicas de gran parte de las democracias realmente existentes que operan en realidades socio-económicas caracterizadas por la desruralización, el envejecimiento, la emigración -que es precisamente lo que suaviza, por así decirlo, los índices oficiales, y repito, oficiales, de paro de la sociedad gallega- y el paro.

A veces incluso creo que no se podría separar la antropología política crítica del teatro crítico de costumbres, habida cuenta de que ya es algo así como una verdad no oficial, pero a grito colectivo silenciado, el hecho de que no se puede trabajar en este país sin tener previamente lo que los sociólogos suelen llamar «redes sociales», y que en jerga popular suele decirse, simple y llanamente: enchufe.

Y sin embargo, y mientras tanto, la sociedad civil gallega da muestras progresivas de su esperanzador enfado y madurez cívica, a pesar de su dispersión y falta de unidad, que debería ser disculpable, teniendo en cuenta la dispersión territorial característica de Galicia, en la que las empatías críticas tratan esforzadamente de encontrarse y organizarse.

Y sin embargo, y mientras tanto, no me han entrado ganas de fusionar la literatura con el periodismo. He preferido fusionar el periodismo con la sociología, en honor a la veritá concreta, que siempre fue, es y será, molesta.

O sea: revolucionaria.