George Corm, economista, historiador, ex ministro de Finanzas de Líbano, una de las personas con una visión más clara de Oriente Medio, no ve con optimismo el futuro de los alzamientos populares en el norte de África. El pasado viernes nos explicó las razones de su pesimismo en su casa de Beirut. ¿Cuál es el […]
George Corm, economista, historiador, ex ministro de Finanzas de Líbano, una de las personas con una visión más clara de Oriente Medio, no ve con optimismo el futuro de los alzamientos populares en el norte de África. El pasado viernes nos explicó las razones de su pesimismo en su casa de Beirut.
¿Cuál es el papel de Estados Unidos en la denominada primavera árabe?
La Administración del presidente Obama reaccionó más rápidamente que los gobiernos europeos ante estas manifestaciones. Ha querido acompañar desde el principio este movimiento de protesta, ganar la confianza de sus eventuales dirigentes. Los europeos se sintieron, en cambio, preocupados a consecuencia de los negocios y las amables vacaciones que acostumbraban a disfrutar en algunos de ellos. Estados Unidos ha querido que se olvide la política de George W. Bush con respecto a Iraq y a los regímenes que violaban los derechos humanos. Pero después el panorama árabe ha cambiado y EE.UU. ha vuelto a actuar con su sistema de doble rasero. Y mientras en Egipto, en Túnez y en Libia ha apoyado las reivindicaciones de los manifestantes, en Bahréin, en los estados monárquicos del Golfo, ha ignorado las demandas de la población chií. Ya no hay primavera árabe sino un verano que será muy caliente. EE. UU. teme que estos movimientos alcancen una segunda etapa en la que se replantee el conflicto palestino- israelí, la gran cuestión sobre la que pivota Oriente Medio.
¿Se trata verdaderamente de un movimiento espontáneo?
Sin duda. No se puede movilizar a centenares de miles de personas con consignas impuestas. Si al principio las manifestaciones se originaron en Túnez en ambientes pobres de la sociedad, después se alimentaron de la participación de las clases medias. Hay un factor muy importante, que es la interacción cultural entre los árabes que han vivido en libertad en Europa, en Estados Unidos, en Dubái, como el empleado egipcio de Google que se hizo portavoz de los manifestantes de la plaza Tahrir, y las poblaciones locales con sus aspiraciones de libertad individual. Nunca desde la época de Naser se habían movilizado tantos centenares de miles de personas. No creo en ninguna teoría sobre la conjura o el complot para explicar esta espontánea manifestación.
¿Las manifestaciones de Siria son un caso aparte?
A diferencia de Túnez, de Egipto, hay un componente extranjero en lo que está ocurriendo en Siria. Las protestas surgieron de una ciudad provincial, muy influida por los grupos islamistas, no en ninguna gran ciudad como Damasco, Alepo, Homs… Pero no creo que la base de estas manifestaciones sea exclusivamente confesional o comunitaria, sino de naturaleza social. El régimen de Bashar el Asad, que está casado con una hija de una gran familia de la burguesía suní, se enfrenta con dos grandes problemas económicos, la presencia de un millón de refugiados iraquíes y la terrible sequía que ha empobrecido a dos millones de campesinos. El peligro de la situación en Siria es que el relevo que se contempla es la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes, que provocaría disensiones y conflictos entre las diversas comunidades, el riesgo de guerra civil, como ocurrió en el decenio de los setenta en Líbano. El ejército, como en otros países árabes, aunque sea la columna vertebral de los regímenes impugnados, es la defensa contra la guerra civil.
En medio de estas multitudinarias, violentas, manifestaciones, pasan inadvertidas las pequeñas protestas contra el sistemaconfesional en vigor en Líbano. ¿Es una utopía?
Es una expresión sana, espontánea, juvenil, contra el sistema anquilosado de nuestro Estado. Para acabar con el régimen confesional, establecer un estatuto único personal, promulgar otra ley electoral. En este movimiento participan muchas oenegés que defienden desde hace tiempo estas reivindicaciones. Con las utopías se construye el futuro.
¿Puede haber una recuperación de estos movimientos de protesta?
Evidentemente. Primero, por los dirigentes árabes, que sólo están dispuestos a efectuar cambios cosméticos en sus gobiernos, muy lejos de las aspiraciones laicas, reformistas, de El Cairo y de otras ciudades árabes. Después, por EE.UU. y por Occidente, que al final prefieran, en una nueva expresión poscolonial, las fuerzas conservadoras de los Hermanos Musulmanes, consideradas más seguras. Todas las apuestas están abiertas. En Oriente Medio vuelve a sentirse el peso de la antigua época colonial.