Que Yaku Pérez, indígena cañari, que pasó su infancia en el huasipungo de una hacienda, que sabe lo que es pobreza extrema, que ha sufrido persecuciones políticas, encierros arbitrarios, y que haya logrado convertirse en un político e intelectual dispuesto a responsabilizarse por el destino de todos los ecuatorianos desde los más altos ideales, es realmente digno de alabanza.
Por su parte también es admirable que los ecuatorianos hayan dado un viraje cerrado hacia la ampliación de la democracia, la abolición del racismo y las normas elitistas de la política.
Lo que hace fuertemente atractiva la figura de Yaku son las dos propuestas esenciales que él hace, la primera es luchar por defender el agua, la segunda, combatir tenazmente la desnutrición infantil. Se diría que son cuestiones de sentido común, pero son estas precisamente las que vienen siendo atropelladas por la avaricia comercial internacional y por los proyectos interesados de la política nacional.
Se valora también altamente en Yaku su deseo de no dejar rezagada su cultura quichua y de colocarla en plano de igualdad a la hispana-ecuatoriana. Sus propuestas son expresadas en cuatro términos elegidos por Yaku para una semántica política. Samay, (alentar), como estímulo espiritual para armonizar la naturaleza y la sociedad, allpa (tierra de labor) con el significado de origen y garantía de la producción, del desarrollo de las fuerzas económicas creadoras, Nina (fuego) como luz es decir la educación, la ciencia y la tecnología, que brindan una nueva calidad social y que lleva también al reconocimiento de distintos necesidades y estilos de vida y Yaku (agua) , un bien de toda la familia humana, como la describe el Papa Francisco: el agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos.
En la campaña de Yaku se da una interacción de símbolos culturales: las banderas tricolores del Ecuador oficial se mezclan con las huip’alas de los indígenas, los jóvenes se cuelgan del cuello la chakana y bailan en la calle en círculo como lo hacen los indígenas en tiempos del Inti Raymi. Hay algo muy positivo en la introducción de símbolos culturales externos a la cultura habitual de los ecuatorianos, la cultura indígena menospreciada por siglos, adquiere en la aceptación de la cultura dominante, una valoración positiva.
A su vez, el quichua permea constantemente el español de Yaku. El uso frecuente del diminutivo como en las palabras agüita, Pacha mamita, es propio de la lengua quichua en la que el diminutivo tiene fuerza emocional y cognitiva.
Terminar con la valoración humillante de las culturas indígenas es el objetivo de la Educación Intercultural Bilingüe, y opinar, que es una forma de restringir la libertad de la educación, es un grave error.
Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.