El pasado primero de marzo se cumplieron dos años del bombardeo al territorio ecuatoriano por parte de las Fuerzas Armadas colombianas. Se realizó esa flagrante y calculada violación a la soberanía de esa nación con el fin de asesinar, entre otros, al comandante de las FARC Raúl Reyes. Para este segundo aniversario el gobierno del […]
El pasado primero de marzo se cumplieron dos años del bombardeo al territorio ecuatoriano por parte de las Fuerzas Armadas colombianas. Se realizó esa flagrante y calculada violación a la soberanía de esa nación con el fin de asesinar, entre otros, al comandante de las FARC Raúl Reyes.
Para este segundo aniversario el gobierno del presidente Rafael Correa no hizo ni un mínimo recordatorio. Algo extraño, si se tiene en cuenta que desde esa fecha de 2008 era un tema permanente, tanto al interior del país como en cada foro internacional, exigiendo una condena al Estado colombiano.
Sólo la Facultad de Economía de la Universidad Central organizó una actividad el día 4, en Quito. Entre los expositores invitados estaban los ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores. Ninguno llegó. Ni siquiera hizo acto de presencia un ex canciller, también invitado y anunciado.
Curiosamente, ese silencio oficial de Quito se produjo unos días después del encuentro de los presidentes de ambos países en México. Según los comunicados, en la reunión entre Uribe y Correa se decidió fortalecer las relaciones militares y de inteligencia en la frontera.
A ése y otros entendimientos se ha llegado sin que Bogotá cumpla con las exigencias impuesta por Quito para restablecer las relaciones, rotas a causa del bombardeo. En pocas palabras, sólo falta el nombramiento de embajadores, pues como si nada hubiera pasado, todo está volviendo a su normalidad.
Después de esa agresión a su territorio la presencia militar ecuatoriana se multiplicó en la frontera bajo la consigna de repeler otro ataque a la soberanía. Pero extraña el hecho de que buena parte de esas tropas estén especializadas en contrainsurgencia. Como sorprende que la mayoría de los equipos y armamentos militares trasladados hacia esa zona no sean especialmente prácticos para enfrentar a otro ejército, sino a una fuerza irregular como son las guerrillas colombianas.
Aunque ya dejó de repetirlo, no se olvida que el presidente Correa se comprometió, ante sus ciudadanos y la comunidad internacional, a no involucrarse en el conflicto interno colombiano. Hoy, ello no es muy claro. En la práctica parece que Ecuador está actuando de yunque para que los militares y paramilitares colombianos sean el martillo. Una estrategia de guerra contrainsurgente donde la población civil cargará con el mayor peso.
Bogotá está feliz. Washington también: el 4 de marzo la embajada estadounidense entregó a Ecuador una docena de camiones militares para patrullar esa frontera. Y está ofreciendo varios millones de dólares, que serían destinados a guarniciones establecidas en la área. Y, ya lo sabemos, Estados Unidos nunca regala ni ofrece algo desinteresadamente.
* Periodista y escritor. Colaborador de Le Monde Diplomatique, Francia.http://www.
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