Estimado compañero Góngora, en primer lugar quiero manifestarte mis disculpas por la mala interpretación o expresión que sobre tu escrito haya podido transmitir. En todo caso agradezco tus matizaciones que me permiten realizar las mías. Por supuesto que no te atribuyo a ti el término «marxismo occidental», aunque introdujera el «nuevo», ya que pretendía referirme […]
Estimado compañero Góngora, en primer lugar quiero manifestarte mis disculpas por la mala interpretación o expresión que sobre tu escrito haya podido transmitir. En todo caso agradezco tus matizaciones que me permiten realizar las mías.
Por supuesto que no te atribuyo a ti el término «marxismo occidental», aunque introdujera el «nuevo», ya que pretendía referirme a los «modernos» marxistas en general. El que fuera ese título, es lo que me llevó a realizar el pequeño comentario desde esa cierta guasa religiosa, por lo que insisto en pedirte disculpa.
En todo mi discurso pretendía dos cosas, por un lado intentar desmitificar el pretendido enfrentamiento «marxista occidentalista» que algunos atribuyen a Gramsci con el leninismo (ruso), de ahí las frases que reproducía del propio Gramsci. Claro que cada uno somos muy libres de resaltar y dar importancia y conclusión global a lo que conozcamos e interpretemos de ambos teóricos dado el grado de lectura y comprensión que cada uno realizamos de ellos. Y por otra parte, aunque resumidamente, y para no repetirme con anteriores escritos (publicados en Rebelión, algunos reproducidos en otras Webs), sobre el tema de la confusión existente respecto a la función histórica del Estado y la Democracia. Admito que mi discurso sea un tanto atolondrado desde mi subjetivismo intentando sintetizar en pocas palabras un tema tan complejo.
Como comento anteriormente, no era mi intención entrar en el tema de Engels sobre la «Dialéctica de la naturaleza», precisamente en un correo debate con compañeros de Plasencia comentaba: «De alguna forma desde las limitaciones personales que cada uno tenemos, estos temas se tratan … Pero sobre todo el tema de la dialéctica desde una interpretación cosmológica, Engels en la «Introducción a la dialéctica de la naturaleza» aborda el tema, provocando discrepancias de eruditos (como Manuel Sacristán) y otros que separan la ciencia de la dialéctica, la intuición de Engels manifestada sin los medios científicos tan complejos disponibles en su época, y también en la actual fase para poder argumentar esa interpretación. Ese error o falta de dominio de la dialéctica desde una visión cosmológica es el puro reflejo de lo que estamos viviendo, del idealismo reformista o interpretación dogmática del marxismo, sobre todo sobre la función histórica del Estado y la Democracia, causa fundamental de los errores que se comenten desde el reformismo y desde el izquierdismo más radical. A uno de los discípulos de Manuel Sacristán: Juan Ramón Capella, le llevó a esa interpretación antidialéctica de separar la dialéctica de la ciencia manifestándolo en la edición que el PCE realizó del Manifiesto Comunista con motivo de su 150 aniversario, donde además en Madrid se organizó un debate sobre ese tema, que finalmente se saldó ignorando la aportación de Capella, dadas las críticas y el rechazo que provocó esa interpretación del Manifiesto Comunista desde su dialéctica no materialista.»
Precisamente sobre este tema un grupo de compañeros estamos preparando la edición de un «Cuaderno del CAUM», del cual reproduzco la propuesta hasta ahora realizada de presentación y comentario. Insisto, fruto del debate y del trabajo colectivo, redacción que hago mía aunque no sea fruto de mi cosecha particular, ni sea definitiva, aunque considero valida para el debate que mantenemos.
«INTRODUCCIÓN A LA DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA
Presentación
Con este cuaderno pretendemos recuperar una obra tan clásica por su actualidad, escrita en 1875-1876 y publicada por primera vez en 1925. Como el lector podrá observar el escrito conserva vigencia plena, sobre todo en sus aspectos esenciales. Singular por su carácter remarcablemente instructivo y su riqueza de contenido, constituye un ejemplo digno de propagar, para reavivar con él la memoria de un quehacer educador necesariamente repetible en nuestros días. Hablamos de la tenaz dedicación de un hombre, Federico Engels, amigo y colaborador de Carlos Marx, científico, filósofo y revolucionario, que asumió la tarea de extender los hallazgos de la ciencia, preocupado por elevar la preparación de la clase obrera y dar a conocer el papel de los grandes descubrimientos científico-técnicos y su relación con las grandes transformaciones sociales, políticas y económicas, asociadas al principio de la lucha de clases como motor de la historia.
El pequeño trabajo que ofrecemos aquí, Introducción…, que desarrollara Engels en apenas 20 páginas, pertenece a su obra inconclusa Dialéctica de la naturaleza; muestra ejemplar del esfuerzo realizado por hacer llegar a cuantas más personas una síntesis de los aspectos más destacados de la historia de la ciencia. El libro trata de dar una explicación física del universo y del mundo del hombre; explica la estructura de la materia y las causas del movimiento, e invita a seguir paso a paso el proceso natural, desde las nebulosas, las partículas, los átomos, las estrellas, las galaxias, astros como el Sol de nuestro sistema, planetas como la Tierra, el nuestro y sus minerales, el desarrollo de la vida vegetal, animal y de la especie humana «en que la naturaleza adquiere conciencia de sí misma en la persona del hombre«.
Engels, afirmado en la idea de que «no hay nada eterno de no ser la materia en eterno movimiento y transformación y las leyes según las cuales se mueve y se transforma», reta al lector a ejercitar la crítica, el pensamiento, las ideas, y, en general, a convertir en herramientas de liberación el acervo de conocimientos. No obstante su probada categoría científica, explica las cosas consciente de sus limitaciones y errores, en virtud por supuesto del saber acumulado hasta mediados del XIX, pero sin perder ese hilo esencial materialista, científicamente correcto, que conecta dialécticamente la naturaleza, con la historia-social, con el individuo y su aspiración indetenible de vivir una vida sin opresores y oprimidos.
«Con él (Engels) –diría John D. Bernal- la ciencia adquirió un significado nuevo y positivo, que puso al servicio de las generaciones marxistas para aprender». Bernal, científico e historiador de reconocido mérito, hablando de la Introducción…, distingue el escrito como uno de los mejores y más claros de Engels: «mucho más avanzado que el de muchas explicaciones populares de la historia de la ciencia que pasan por marxistas». Contrariamente, Louis Althusser, filósofo francés, no ha escatimado sus ataques a Engels, como lo hiciera de modo distinto Manuel Sacristán, quien creyó ver en Engels un marxista a veces dominado por el idealismo de Hegel, terminando por señalar «la visible inmadurez de la dialéctica marxista en el Anti-Düring y en la Dialéctica de la Naturaleza«.
No hay espacio aquí para poner en cuestión recusaciones como ésa, hecha hace mucho, pero que pudieron ser causa de opiniones como las que se vertieron al prologar una edición similar, donde expresamente se decía que las obras de Engels «no suelen proceder de una reflexión madurada», y que éste «posee un estilo (…) que permite lecturas rápidas, y por tanto irreflexivas o poco reflexivas, que impulsan aún más a interpretaciones degradadas», fruto de una determinada corriente de pensamiento inclinada en el sentido de suponer que «el universo no puede pensarse en términos de análisis científico, sino dialécticamente». Idea que sólo puede venir de una falta probable de comprensión científica, cosa indispensablemente necesaria, lo mismo para poder pensar lo que estamos a punto de «ver»; la realidad de un desarrollo dialéctico de los fenómenos naturales (la conexión física absoluta de todo el componente universal, mundial, social), que para estar en condiciones de «ver» con Engels, desde dentro de su obra, con cada explicación que nos da de la mano de la ciencia, la existencia real de la dialéctica en la naturaleza. Desde esa perspectiva desagrada y mucho leer, que pudo ser el afán de llegar a una mayoría no excesivamente preparada lo que llevó a Engels a invadir como le critican «el terreno de la ciencia positiva,… una estéril aplicación, puramente verbal, de la dialéctica al nivel del análisis abstracto y reductivo», en detrimento, se puede entender, de la innegable suprema importancia de cada individuo concreto, pero que no cabría interpretarla dentro de una concepción conjunta, totalizadora, del hombre y la naturaleza; idea, en fin, claramente formulada en las sombras de una división, puramente filosófica, entre lo tenido por concreto, la ciencia positiva y la dialéctica de la naturaleza.
La cuestión, en fin, da lugar a pensar, repetidamente, que se niega inconsistentemente la existencia misma del fenómeno dialéctico en la naturaleza y, consiguientemente, una de las aplicaciones básicas del método a las propias relaciones sociales, léase el principio de la lucha de clases como motor de la historia. Nada en verdad para escandalizarse; nada en definitiva que no sea la dependencia, causalmente dialéctica, de los condicionantes personales, presentes indefectiblemente en el ejerció de la crítica, a riesgo incluso de practicarla, además y todavía, anclados en la física de las partículas.
El problema está, y no parecen percibirlo sus objetores, no tanto en que los escritos de Engels sigan dando, afortunadamente, ocasión para la crítica, sino en que muchos de los practicantes de esta última no se plantean ir más allá (de la crítica), son reacios a explicar el saber revolucionario a la clase trabajadora, renuentes a asumir valientemente el riesgo de ser a su vez criticados en sus limitaciones y errores, única forma de poder ser no sólo críticos de por vida, sino, como Engels, personas dignas de ser reconocidas por la grandeza y el acierto de estar poniendo el conocimiento científico al alcance del pueblo.
Engels, desde su primera publicación en marzo de 1842; una crítica contra las concepciones místicas reaccionarias de Schelling; luego sus primeros contactos universitarios en Alemania con los jóvenes-hegelianos, su estancia en Manchester en contacto estrecho con la vida de la clase obrera inglesa, cuya situación contribuyó a publicar; pasando por su encuentro con Marx en París, con el que escribe «La Sagrada Familia; después su publicación en Alemania de un trabajo en 1845 sobre «La Situación de las clases laboriosas en Inglaterra«, que Lenin señalaría como «una de las mejores obras de la literatura socialista del mundo; A continuación su escrito con Marx sobre la «Ideología alemana«, una crítica de la filosofía de Feuerbahc; su vecindad en Bruxelas y en París para profundizar sus estudios científicos, hasta coincidir nuevamente en París con Marx cuando la revolución de 1848, sufrir prisión en Bruxelas, escribir con Marx (1851-52) «Revolución y contra-revolución en Alemania«, prestar particular atención a los problemas de la insurrección armada, colaborar en la enseñanza obrera, etc., etc., hasta que vuelve a Manchester en 1870 como miembro del Consejo de la 1ª Internacional…, dedicara todo su tempo, antes y después de la disolución de la 1ª Internacional…, a luchar contra las corrientes hostiles a la nueva concepción del mundo, revolucionaria, que estaban elaborando en común, y Marx en particular con su obra en ciernes «El Capital«. De esta época datan los artículos de Engels contra Düring, publicados en 1877-78; data su análisis más importante de los problemas de la filosofía y de las ciencias naturales y sociales, de cuyos resultados dependería su obra inacabada «Dialéctica de la Naturaleza«. Dedicado después a poner a punto el segundo y tercer libros de «El Capital» –que Marx no pudo terminar, murió en 1883, y aparecerían en 1885 y 1894–, Engels escribe, además, «El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado» y publica en 1888 su libro «Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» que, como el «Anti-Düring«, comprende los elementos básicos de la nueva concepción científica del mundo y sus métodos de análisis: el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.»
Pero volvamos sobre las matizaciones. Tengo que reconocer que no he tenido ocasión de leer la polémica de Gramsci con Bucharín por lo que nada puedo decir al respecto, solo, si se deduce que Lenin se refiere en términos puramente materialistas, tengo que coincidir con él porque, además, considero que es dialéctico ese materialismo, y porque por lo anteriormente expuesto la interpretación no materialista, en su desarrollo da lugar a los comentarios de Juan Ramón Capella. Coincido con Lenin, cuando al definir materia, dice que materia es todo lo que existe independientemente de nuestra percepción. Esa interpretación de la dialéctica nos llevó a decir en otro cuaderno del CAUM que el vacío es materia, y personalmente decir, aunque evidentemente, la ciencia tampoco puede probarlo, interpretar que el pensamiento es una manifestación de la materia, una transformación de la materia que llamamos pensamiento y que se provoca desde la materia cerebro, a su vez centro y parte de todo el cuerpo. Esa capacidad de la materia más evolucionada que es el ser humano, es la que nos permite, si ese pensamiento sintético abstracto es objetivo, se corresponde con la realidad, que se pueda materializar cuando se buscan y se encuentran todos los elementos materiales necesarios que desde su aislamiento, puestos ordenadamente nos permiten construir nuevos edificios. Esa interpretación es posible y evidentemente puede chocar con el empiocriticismo de otros pensadores más idealistas o menos materialistas, sobre todo de los que separan la ciencia de la dialéctica. Evidentemente no tengo pruebas para demostrar mi interpretación dialéctica de la naturaleza humana, como parte que es de la materia cósmica y nanofísica, pero tampoco por ello me impide interpretar que el comunismo es posible desde la actual fase de supercapitalismo, al mismo tiempo, que por no ser determinista, podamos interpretar que nunca llegaremos a él, y sí sin embargo, si la actual dinámica depredadora continua pueda conducirnos al desastre y que desaparezca la propia especie humana, incluidos los depredadores capitalistas.
El que, tanto Gramsci como Lenin en algún momento, dentro de un contexto, mencionen el término «sociedad civil», no por ello me puede impedir que desde mi interpretación de la dialéctica y el contexto que lo hago, intente negar la necesidad de esa realidad, esa división establecida desde la ideología y la realidad dominante, entre clase política y sociedad civil, que a los modernos empiriocriticistas les induce a defender un materialismo que admite como normal la democracia delegada en la clase política, y de echo niegan la democracia directa y participativa, defendida, tanto por Lenin como por Gramsci. Considero que todos somos clase política, todos de alguna forma nos manifestamos con mayor o menor fortuna de forma política, incluso el ser más alienado. Tengo que insistir en la interpretación que realizo desde mi particular interpretación de la dialéctica de no parcelar el análisis de los fenómenos, no sacarlos del contexto global. Tal vez esto sea bastante complicado, sobre todo para los que tenemos poca memoria y como a mí me sucede, me olvido de lo que acabo de escribir y entonces la dialéctica se convierte en un tremendo follón.
Buscando tres pies al gato, podemos estar seguros que en esa busca eterna siempre encontraremos motivos de réplica y contrarreplica. El que se diga que Lenin lo llama dirección política y Gramsci dirección cultural, no creo que nos desdiga de lo que cada uno hemos manifestado. Insisto que porque realice la cita de Lenin sacada de El Estado y la Revolución, no me lleva negar la validez de su obra, y seguir opinando que ha sido el teórico que después de Marx y Engels más ha desarrollado la teoría marxista. Y al mismo tiempo recogiendo las propias palabras de Gramsci insistir en que este reconocía al marxismo desde el leninismo.
Es más insistiendo en lo que dije, reafirmando que hoy día sin esa formación que denominas cultural y yo ideológica, de una parte muy significativa de los protagonistas del proceso revolucionario, sin una formación suficiente que parta desde los centros producción es imposible que tenga lugar el proceso revolucionario, y que de producirse por una agudización que provocase un estallido revolucionario, el socialismo no podría mantenerse. Creo que fuera de malhumores, y con las aclaraciones realizadas nos desdicimos y coincidimos en lo fundamental sobre lo que ha supuesto una mala interpretación del leninismo y de la «Hegemonía gramsciana» que dio lugar a la interpretación eurocomunista.
El término marxismo-leninismo en la URSS su principal valedor e impulsor fue Stalin, aunque antiestalinistas como Trotsky y Gramsci también lo emplearan. De todas formas considero que no se puede hacer motivo de polémica esa diferenciación que hago, sustituyendo el «-» por «y el», que no tiene mayor pretensión que la de romper una expresión tan impuesta desde el «Socialismo Real», por estalinistas y los herederos antiestalinistas mucho más burocráticos, dados los tiempos en que unos y otros se vieron abocados a ese ejercicio.
Finalmente lamentar que de mi discurso se interprete la intención de hablar mal de la Unión Soviética o de Stalin, cuando al final decía: «Y si además razonamos de forma dialéctica, tampoco aquel marxismo era fruto del dios Stalin, sino de las condiciones históricas que permitieron aquel protagonismo». No creo que por la defensa que se realiza en lo que se me acusa, pueda interpretar que su discurso defiende el estalinismo. Son cosas del conocimiento y uso de la interpretación dialéctica que cada uno tenemos.