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La Alianza Obrera, la unidad que facilitó la revolución de octubre de 1934 en Asturias

Fuentes: Sin Permiso

Hace 90 años, el 31 de marzo de 1934, a las siete y media de la tarde, cinco personas estaban sentadas en torno a una mesa en la trastienda de la sidrería Casa Manfredo, en Gijón. Bonifacio Martín, Graciano Antuña, José María Martínez, Avelino González Entrialgo y Horacio Argüelles, representantes los dos primeros de la UGT y de la Federación Socialista Asturiana (FSA), y los otros tres de la central sindical CNT.

Ese día, en aquel local, se firmó el pacto que dio origen a la Alianza Obrera de Asturias, que en su punto 1 proponía: “Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España, estableciendo un régimen de igualdad económica, política y social, fundado sobre principios socialistas y federalistas”.

La firma del pacto precisó de varios encuentros previos en los que se discutió y se contrastaron las diferentes opiniones de socialistas y anarcosindicalistas. Estos últimos, muchos de cuyos cuadros se encontraban presos en la cárcel del Coto de Gijón y en otras prisiones, detenidos por participar en el movimiento insurreccional anarquista de diciembre de 1933, fueron los que habían comenzado a debatir el asunto de un pacto entre las dos fuerzas más representativas de la clase obrera, los sindicatos UGT y CNT.

Con esa intención, en enero de 1934 enviaron una carta al Comité Regional de Asturias, León y Palencia de la CNT, en la que exponían su postura sobre la creación de alianzas: “Consideramos que las Regionales del Centro y de Galicia tienen razón, fundada en las circunstancias actuales, para propugnar una alianza entre los diversos organismos sindicales a fin de cortar el avance de la reacción fascista y, sobre todo, para laborar intensamente por la revolución social en el plazo más corto que posible sea”.

Los anarquistas asturianos estaban dispuestos a formar “una Alianza Obrera y Revolucionaria con todos aquellos organismos proletarios que tienen como finalidad la abolición del capitalismo por medio de la revolución social”, conservando en ella la CNT su personalidad colectiva y su orientación doctrinal y táctica.

Planteaban, igualmente, que una vez sellada la Alianza habrían “de cesar todas las campañas de hostilidad entre los organismos aliados, así como contra los militantes”. Suscribían el escrito: Avelino González Mallada, Acracio Bartolomé, Segundo Blanco, Horacio Argüelles, José Dorado, Avelino Martínez Madera, Pelayo Cifuentes y José María Martínez.

Los precedentes de la Alianza Obrera asturiana hay que buscarlos en Cataluña, donde —tras el fracaso en las elecciones de noviembre de 1933— se habían iniciado conversaciones entre las fuerzas de izquierda, con la excepción de la CNT y el Partido Comunista.

Esos encuentros condujeron a la firma el 16 de diciembre de1933 del documento de constitución de la primera Alianza Obrera, por la que: “Las entidades abajo firmantes, de tendencia y aspiraciones doctrinales diversas, pero unidas en un común deseo de salvaguardar todas las conquistas conseguidas hasta hoy por la clase trabajadora española, hemos constituido ‘la Alianza Obrera’ para oponernos al entronizamiento de la reacción en nuestro país, para evitar cualquier golpe de Estado o instauración de una dictadura y para mantener intactas, incólumes, todas aquellas ventajas obtenidas hasta hoy y que representan el patrimonio más estimado de la clase trabajadora”. Firmaron la federación catalana del PSOE, UGT, Unión Socialista de Cataluña, Bloque Obrero y Campesino, Izquierda Comunista, Unió de Rabassaires, Partido Sindicalista, Sindicatos de Oposición (los “treintistas”), Federación Sindica- lista Libertaria y Federación de Sindicatos excluidos de la CNT (los “bloquistas”). El pacto era una alianza eminentemente defensiva de lo ya conquistado, contra la reacción y el fascismo, y contra cualquier intento de golpe de Estado.

El movimiento anarquista asturiano mantenía una postura intermedia en el debate suscitado entre los llamados “treintistas”, que ponían el acento en el sindicalismo y la representatividad asamblearia, y el modelo de acción directa e insurreccional que propugnaban los denominados “faístas”, encuadrados en la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Los libertarios asturianos defendían una especie de tercera vía más conciliatoria, lo que posibilitó experiencias como la Alianza Obrera.

La CNT había convocado un Pleno Nacional en febrero de 1934 en Barcelona para estudiar las propuestas de la Regional asturiana y la materialización de la Alianza en Cataluña. El Pleno instó a la UGT a que manifestara clara y públicamente cuáles eran sus aspiraciones revolucionarias, y se reafirmó en que no haría ningún pacto con ninguna fuerza política, es decir, con el PSOE. Pese al rechazo del Pleno Nacional, la Regional asturiana continuó por su cuenta las gestiones aliancistas que había emprendido.

Por su parte, el PS0E sufrió una gran decepción tras las elecciones de noviembre de 1933, en las que, habiendo sido el partido político más votado, sus 1.627.472 papeletas sólo se habían traducido en 62 diputados, por mor del sistema electoral vigente que primaba las coaliciones.

Esa decepción empujó al ala del PSOE dominada por Largo Caballero hacia una radicalización verbal en la que se hablaba abiertamente de la posibilidad de una insurrección amada y de revolución social. En Asturias, la agudización de la crisis económica en las cuencas mineras había radicalizado al Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA), especialmente a sus elementos más jóvenes. No obstante, los cambios fueron muy graduales, y más por la base que entre los antiguos dirigentes. Es significativo que, en la reunión del Comité Nacional de la UGT de 31 de diciembre de 1933, Ramón González Peña, que sería denominado el ‘generalísimo’ de la revolución, votara en contra de la propuesta hecha por el dirigente de banca de la UGT, el avilesino Amaro del Rosal, de ir a “la inmediata y urgente organización, de acuerdo con el Partido Socialista, de un movimiento de carácter nacional revolucionario para conquistar el poder político íntegramente para la clase obrera”. La proposición fue derrotada por 28 votos contra 17. Unos días antes, el periódico El Socialista (29 de diciembre de 1933), había fijado la posición del PSOE ante la Alianza Obrera: cese de toda hostilidad mutua; olvido de agravios; que la Alianza no se intente por abajo para no acentuar desavenencias, sino por arriba; que haya una verdadera voluntad de frente único, y que “todos se hallen dispuestos a hacer las mayores concesiones”.

En Asturias, el periódico Avance del 7 de enero de 1934 recogía un suelto titulado “El Frente Único de los trabajadores asturianos”, en el que se hacía eco de los frecuentes escritos y llamamientos que recibía tanto por parte de iniciativas individuales como de organizaciones abogando por la constitución de un “Frente Único de los Trabajadores”. El diario socialista informaba que el demandado frente único era ya un hecho y que lo que se necesitaba era “la adhesión de todos; adhesión que cada uno debe prestarle en el sitio para que en su día sea designado”.

En el socialismo asturiano se produjo entonces un cambio en la dirección que facilitó el giro revolucionario, al acceder Graciano Antuña, líder minero del SOMA, a la Ejecutiva de la Federación Socialista Asturiana, desplazando de la misma a los moderados Juan Antonio Suárez y Teodomiro Menéndez, este último estrechamente identificado con el centrismo de Indalecio Prieto. También las Juventudes Socialistas, a cuya dirección había llegado el joven Rafael Fernández, se mostraban más inclinadas a la izquierda que el propio Partido y habían comenzado a organizar actos conjuntos con el PC en Mieres y Sama, dos poblaciones, sobre todo Mieres, en las que los comunistas habían conseguido sus mejores resultados en noviembre de 1933.

Durante enero y febrero de 1934 se realizaron varios mítines en favor del denominado “Frente Único”. Muy concurrido fue uno celebrado en Mieres el 5 de febrero de 1934 con participación de Antón Llaneza y Juan Pablo García por parte socialista y Carlos Vega y Ramón Rodríguez por la comunista.

Los anarquistas gijoneses estaban decididos a avanzar hacia la Alianza pese a la opinión contraria del Pleno Nacional. El 19 de marzo de 1934 se celebró en Gijón un pleno del Comité Regional de la CNT en el que se acordó iniciar gestiones con la UGT para constituir la Alianza Obrera. Fueron elegidos para mantener los contactos José María Martínez, taxista del Sindicato de Transporte; Avelino González Entrialgo, metalúrgico de la Fábrica de Moreda, y Horacio Argüelles, del sindicato de la Construcción.

La primera entrevista tuvo lugar el 13 de marzo en Oviedo, en la Casa del Pueblo socialista, con Graciano Antuña como interlocutor. Los cenetistas salieran de la reunión con muy buena impresión, y el 18 de marzo volvieron a reunirse, esta vez en Gijón, los dos delegados de la CNT con Graciano Antuña y Bonifacio Martín, en representación de la UGT y de la Federación Socialista Asturiana. Ambos manifestaron que estaban autorizados por sus organizaciones para firmar un pacto similar a los acordados en Cataluña o Valencia. Presentaron un texto los socialistas, articulado en nueve puntos, al que los cenetistas no pusieron en principio graves objeciones, aunque dejaron su aprobación postergada hasta que se examinara en el pleno regional de la CNT.

El mayor problema para los anarquistas era la participación en el pacto de la Federación Socialista Asturiana, pues su mandato estaba limitado a negociar con la UGT. También ponían objeciones a tratar con los comunistas o sus organizaciones sindicales, aunque en ese asunto tampoco eran propicios los socialistas a iniciar la negociación con el PC. Graciano Antuña puso de relieve su doble militancia en la FSA y el SOMA, y la identidad política que existía entre la UGT y la FSA. En la organización socialista asturiana el dominio de la clase obrera era aplastante: eran muy escasos los militantes pertenecientes a una clase media de profesionales liberales, funcionarios o comerciantes.

El pacto de Alianza Obrera firmado el 31 de marzo, como se dijo al principio, se dio a conocer públicamente al día siguiente, 1 de abril de 1934, en el diario socialista Avance, que no informaba de todo su contenido, sino de “una alianza entre las fuerzas sindicales de la UGT y CNT y la Federación Socialista Asturiana”. La noticia fue publicada en portada y en ella se hacía un llamamiento a otras entidades obreras para que se sumaran a la Alianza. Así lo hizo el pequeño grupo de Izquierda Comunista (IC) el 12 de abril de 1934, aunque encontraba insuficientes las consignas planteadas, debido a la abstracción con la que se expresaban en lo publicado en Avance. El 4 de abril otro pequeño grupo, el Bloque Obrero y Campesino (BOC), se dirigió a la Alianza Obrera. El 7 de abril, la regional de la CNT ratificó el pacto, y el Comité de la Alianza Obrera encargó a Graciano Antuña la labor de concretar con el BOC e IC el contenido del pacto. El 12 de abril se celebró en el Centro de Sociedades Obreras de Oviedo, en la calle Altamira (actual de la Lira), lleno a rebosar, el primer mitin conjunto aliancista con intervención de Segundo Blanco, Graciano Antuña y Emilio Bayón. El 17 de abril se dio curso al ingreso del Bloque Obrero y Campesino y de Izquierda Comunista en la Alianza Obrera.

Al amparo del pacto se constituyeron en todas las localidades donde había representación de los partidos firmantes, y en función de su fuerza, comités locales de Alianza Obrera. También se formó un Comité Ejecutivo Regional de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias, integrado por: Bonifacio Martín, en nombre del PSOE y UGT; vicepresidente, Manuel Grossi Mier, del BOC; secretario, José María Martínez, en representación de la CNT de Asturias, León y Palencia; tesorero, Graciano Antuña, por el Sindicato Minero Asturiano (SOMA); vocales, Amador Fernández Montes, Ramón González Peña, Belarmino Tomás Álvarez y Perfecto González, del PSOE-SOMA; Avelino González Entrialgo, de la CNT; Ángel Fierro, Rafael Fernández y Manuel Otero, por las Juventudes Socialistas; Marcelino Magdalena y José Prieto, por el BOC e lC.

Dos de los firmantes del pacto de Alianza Obrera, Bonifacio Martín y José María Martínez, perderían la vida apenas siete meses después en el curso de los sucesos revolucionarios. Graciano Antuña, elegido diputado en las listas del Frente Popular en febrero de 1936, fue detenido por los golpistas el 19 de julio de 1936 en Oviedo y fusilado en mayo de 1937 ante los muros del cementerio de Luarca.

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-alianza-obrera-la-unidad-que-facilito-la-revolucion-de-octubre-de-1934-en-asturias