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Los siete samuráis y Dien Bien Phu

Fuentes: Rebelión

Este mes de mayo de 2024 se cumplen 70 años de la gloriosa Batalla de Dien Bien Phu, comandada por el general Vô Nguyên Giáp. Se cumplen también 70 años del estreno de Los Siete Samurais, película dirigida por el maestro Akira Kurosawa, un incunable del cine clásico. Ambos hechos ocurrieron en los primeros meses de 1954, lo que no deja de ser curioso, por lo que comentaré.

Entre la batalla y la película no existe, desde luego, ninguna relación directa. Lo que tienen de común, sin embargo, es notorio. No deja de llamar la atención que nadie, hasta donde sé, haya reparado en ello, todavía más cuando sucedieron simultáneamente. Los siete samuráis es una ficción épica inspirada en la mística marcial de los célebres guerreros que servían a los clanes feudales japoneses. El argumento invierte su filosofía de clase aprovechando el contexto histórico de su decadencia para ponerlo al servicio de los campesinos. Éstos sufren el expolio continuado de unos bandidos violentos.

Sin recursos de protección y sin conocimiento del arte militar, solicitan consejo al decano, quien les sugiere contratar samurais. Perplejos, sin entender la recomendación, puesto que va en contra de la posición social del samurai, acceden pero sin mayores esperanzas ni nada contante y sonante que ofrecer. A pesar de todo consiguen el objetivo, contratando siete guerreros, entre los cuales se cuela un falso samurai, Kikuchiyo, quien será un héroe de la epopeya y merecedor póstumo del reconocimiento de sus compañeros de armas, interpretado por Toshiro Mifune. Este falso samurai había sufrido en su infancia de campesino la acción criminal de otros saqueadores.

El líder del grupo, Kambei, no es un simple guerrero; en medio de un contexto de decadencia y de penuria económica termina por anteponer a su orgullo aristocrático una ética de empatía con el desvalido que, si bien choca con la investidura de guerrero noble, no menoscaba su código de honor. Fue interpretado por el legendario Takashi Shimura. Progresivamente todos se ven imbuidos de esa emotividad, que se traduce en convicción moral e identidad con la causa de la aldea.

El incentivo de la retribución, originalmente puesto como justificación para acceder a lo implorado y que los reduce en un principio a simples mercenarios, pierde toda importancia frente a una sincera solidaridad y sentido del honor. El poder de los bandidos y su número son suficientes para saber que las probabilidades de victoria a que pueden aspirar un puñado de combatientes mal armados y una aldea medrosa, son mínimas. A cambio de casi nada, queda lejos de una apuesta mínimamente sensata para un mercenario con sentido común, dado el alto riesgo de muerte que ofrece el desenlace más probable. Pero la muerte asoma como la coronación gloriosa de una carrera malograda por la marginación y el olvido.

Es en este punto donde Los siete samuráis y Dien Bien Phu asoman sus paralelismos. En la película, el líder del grupo, contra todo pronóstico, formula un inteligente plan de defensa que involucra a los campesinos, los cuales reciben instrucción militar. Los preparativos comprenden la sorpresa y la emboscada frente a un enemigo poderoso y arrogante que prefiere la embestida directa. Los samurais emprenden la ejecución del plan incursionando en las filas enemigas con tácticas de guerrilla y sabotaje para evolucionar hacia un teatro de confrontación directa y decisiva. Después de grandes pérdidas, que incluyen la muerte de cuatro guerreros, consiguen derrotar a los bandidos y liberar a la aldea.

Mutatis mutandi, el párrafo anterior se puede arreglar para hacer una síntesis muy gruesa del desenlace de la resistencia vietnamita contra la ocupación militar francesa. La película sirve como un invaluable recurso pedagógico de guerra asimétrica, más elocuente que un tratado académico. Claro que la dirección del Viet Minh no fue improvisada ni sus miembros fueron contratados, si bien no siempre procedían del campesinado. La amalgama entre el partido, la estructura militar y los campesinos alcanzó una prodigiosa eficacia, tras de la cual hubo el sacrificio inenarrable de un pueblo decidido a derrotar a los bandidos expoliadores.

Vô Nguyên Giáp, Ho Chi Minh y los demás comandantes del Viet Minh trazaron cuidadosamente el plan para convertir a Dien Bien Phu, previamente elegida por el comando galo, en una trampa para su ejército y en una acción decisiva de la guerra, posibilitada también por el apoyo de la Unión Soviética y China. El brillo de la estrategia del general vietnamita es una leyenda y un tema de estudio en las academias militares, por demás célebre. La táctica de guerra de guerrillas y las ofensivas con repliegue de señuelo terminaron por escalar a una batalla de tipo convencional que sorprendió a los franceses, un enemigo poderoso y arrogante.

El descalabro francés, si bien no condujo a una completa liberación de Viet Nam, país que quedó partido en dos y en espera de la incursión de los siguientes bandidos (los marines estadounidenses), fue un hecho trascendental que demostró palpablemente el potencial de la guerra asimétrica, como ya había sucedido con las resistencias de España y Rusia contra la ocupación napoleónica y luego en China bajo la conducción de Mao Zedong. Un esbozo invaluable  de teoría de guerra de guerrillas se puede leer en un inciso de Guerra y Paz de León Tolstói.

Difícilmente podemos imaginar que Kurosawa se inspirara en el propósito de componer un opus críptico sobre la resistencia vietnamita, menos aún sobre el significado emancipador de Dien Bien Phu, máxime cuando la película se estrenó mientras la batalla estaba en pleno desarrollo. Aparte del paralelismo, no deja de llamar la atención la coincidencia cronológica.

En ambas situaciones se despliega la lucha de pueblos oprimidos contra sus agentes expliadores; en ambas, los pueblos están formados por campesinos humildes que cultivan arroz y sufren la violencia inusitada del agresor. Los dos plantan cara al enemigo con comandantes bien formados y estrategias asimétricas; ambos utilizan el factor sorpresa y escalan a la confrontación directa hasta la victoria final, acorralando y desbaratando al enemigo al invertir a favor su propia fuerza, no sin graves sacrificios y derrotas pasajeras. Uno, evento de ficción, el otro, real. Los dos, asiáticos. Alegoría tal vez fortuita pero que se antoja un homenaje involuntario a la heroica resistencia del pueblo vietnamita y a sus caídos en el campo del honor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.