100 días se cumplen del Frente Amplio en el Congreso. Con 20 diputados y un senador, el conglomerado de Beatriz Sánchez se ha ubicado como tercera fuerza política nacional. Sin embargo, esto no ha estado exento de escenarios complejos para el bloque. Se cierra una de las semanas más complejas que ha tenido el Frente […]
100 días se cumplen del Frente Amplio en el Congreso. Con 20 diputados y un senador, el conglomerado de Beatriz Sánchez se ha ubicado como tercera fuerza política nacional. Sin embargo, esto no ha estado exento de escenarios complejos para el bloque.
Se cierra una de las semanas más complejas que ha tenido el Frente Amplio en sus 100 días de existencia en el Congreso. Esto debido a que fracasó su propuesta de acusación constitucional contra el ministro Emilio Santelices, además del «congelamiento» de las relaciones entre los partidos de Boric, es decir, Movimiento Autonomista, y Giorgio Jackson, con Revolución Democrática por su parte. Debido a la operación de suspensión del presidente de la FECH, Alfonso Mohor; suspensión apoyada por la derecha.
Dicha semana marca un gran problema para el frenteamplismo: no lograron «unir» a la oposición parlamentaria que ellos buscan desarrollar, además de encontrarse con un «congelamiento» interno.
Sumado a esto, el Frente Amplio cuenta con varias piedras en sus zapatos durante este periodo, tales como las divergencias sobre la postura que tienen en relación a Venezuela o en relación a la demanda marítima de Bolivia. En donde incluso podemos incluir a la lista el polémico encuentro que tuvo Alberto Mayol con RD, el partido que tiene más peso al interior del conglomerado.
A lo que podemos añadir también las críticas al interior del FA, en donde a un mes de haber asumido la bancada frenteamplista no habían presentado ningún proyecto, lo que develaba, según sectores internos, una falta de cohesión.
La cocina de Piñera
Otro debate polémico fue la participación de dos de los más grandes partidos del Frente Amplio al interior de las comisiones del gobierno de ChileVamos, con RD y MA participando de la mesa de infancia y seguridad. Ayudando así al gobierno a cambiar la agenda del gobierno anterior, que había sido impuesta por los movimientos de estudiantes, mujeres y trabajadores en las calles.
Las críticas al Frente Amplio por esta política se hicieron sentir, incluso al interior de éste, con Pamela Jiles, diputada por el Partido Humanista, acusándolos de participar dentro de la cocina de Piñera. Pero, manteniendo claramente la unidad dentro del Frente Amplio. Al fin y al cabo, no pareciera ser una diferencia tan fundamental dentro de los partidos que componen el Frente Amplio. Al fin y al cabo, lo que pone Jiles en cuestión no es el negociar, sino con quién.
De la cocina de Piñera al tradicionalismo de la política
Sin embargo, no podríamos desconocer que la historia comienza mucho antes del día en que la bancada frenteamplista ocupó las sillas del Congreso.
Durante las elecciones del 2017, el Frente Amplio, y en ese entonces la Nueva Mayoría, desarrollaron una política de guiños, buscando la «unidad del progresismo». ¿En qué se tradujo esto? En que el Frente Amplio optó por el viejo y añejo juego del «mal menor», en donde sus principales figuras salieron en los medios de prensa haciendo público su apoyo y su votación por Alejandro Guillier. Siendo así cómo la «izquierda novedosa» terminó votando por la continuación del gobierno de Michelle Bachelet.
Sin embargo, podríamos decir que eso corresponde a un tiempo pasado. Pero los guiños continúan. Y es que el Partido Socialista, el Partido Comunista e incluso Revolución Democrática, están abiertos para futuras negociaciones para las elecciones del 2020 y del 2022.
Y es que el Frente Amplio busca aliarse con sectores del reformismo y el progresismo para abrirse así mayores espacios dentro de la política gubernamental, mayores bancas parlamentarias, mayores sillones municipales, para así ir transformando Chile progresivamente mediante la negociación con el ex-oficialismo e incluso con la derecha.
Sin embargo, ¿es posible tal transformación «estructural» mediante el maquillaje del sistema político? ¿Hasta qué punto es posible la transformación gradual del gobierno de los empresarios? ¿No estarán dispuestos estos a defender con uñas y dientes sus intereses y sus privilegios? De ser así, ¿conquistaremos nuestras demandas mediante una oposición meramente parlamentaria? La respuesta no podría ser más negativa.
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