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Fiesta de los libros

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Fuentes: Rebelión

Durante el reinado de Carlos III de España se erigió en La Habana una maciza fortaleza que cubre el flanco norte de la ciudad. Fue erigida para evitar que el castillo del Morro, principal baluarte de la villa, quedase expuesto en sus contrafuertes del este. Ya en el siglo XVIII los ingleses habían tomado la […]

Durante el reinado de Carlos III de España se erigió en La Habana una maciza fortaleza que cubre el flanco norte de la ciudad. Fue erigida para evitar que el castillo del Morro, principal baluarte de la villa, quedase expuesto en sus contrafuertes del este. Ya en el siglo XVIII los ingleses habían tomado la ciudad atacándola por ese costado. Durante siglos fue una caserna y en la última dictadura era uno de los bastiones de la represión. San Carlos de la Cabaña pasó a ser un parque nacional mediante los cuidados y la restauración experta del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal.

Desde hace años viene celebrándose allí anualmente una singular fiesta de la cultura: la Feria Internacional del Libro de La Habana. La de este año acaba de clausurarse constituyendo uno de las más bulliciosas vistas en mucho tiempo. Ciento treinta personas por minuto ingresaron durante los diez días de su duración. En el castillo fueron sustituidos los arqueros, artilleros y centinelas por miles de chiquillos que se precipitaban impetuosamente hacia los kioscos donde se ofrecía literatura para niños y jóvenes. Las familias extendían sus manteles sobre la hierba de los fosos para celebrar giras campestres y convites dentro de las murallas. Las garitas, almenas y parapetos estaban colmados por una muchachada feliz que también disfrutaba de helados y caramelos. Payasos y mascaradas, declamaciones y recitales poéticos, representaciones teatrales y conciertos se efectuaron en palenques, empalizadas y barbacanas.

Más de quinientas editoriales erigieron sus puestos de exhibición donde se vendieron libros, precedidos por presentaciones por sus autores, la crítica especializada o investigadores. Diez eventos de este tipo ocurrían simultáneamente cada hora. Intelectuales de relevancia mundial ofrecieron charlas y conferencias o participaron en mesas redondas. Los poetas Thiago de Melo y Ernesto Cardenal, el polígrafo chileno Volodia Teitelboim, los historiadores norteamericanos James Cockcroft, Howard Zinn, intelectuales como Frei Betto, Emir Sader, Fernando Morais, Atilio Borón, periodistas y politólogos como Pascual Serrano y Santiago Alba, la novelista Belén Gopegui, autora del libro de mayor repercusión social de los últimos tiempos en España, la editora Eva Forest, los editorialistas Ignacio Ramonet y Bernard Cassen, entre otros muchos.

Esta Feria del Libro sirvió también para establecer circuitos de legitimación de numerosos autores pertenecientes a la cultura marginal, no adscritos a los grupos de las grandes corporaciones editoriales y libreras. Los disidentes de los mecanismos de promoción de la literatura comercial hallaron en La Habana un refugio consagratorio. Fue notable la participación del público que intervino en los debates, dialogando con los conferencistas, ofreciendo opiniones controversiales y estableciendo un saludable contrapunto de criterios. Pese a los operativos del bloqueo contra Cuba, reforzado por el gobierno de Bush, fue numerosa la presencia de editoriales extranjeras.

Fue en este marco que el Ministro de Cultura de Venezuela, Francisco Sesto, anunció el establecimiento de un premio anual de ensayo con una retribución de ciento cincuenta mil dólares, al trabajo que mejor exponga, de manera auténtica, la problemática de la situación mundial en los tiempos del hegemonismo del imperio y la globalización de capitales.

En total se vendieron un millón 100 mil libros a 640 mil asistentes, o sea casi un tercio de la población de la ciudad cruzó los puentes levadizos de la fortaleza hacia el nuevo santuario de la ilustración. La exuberancia cultural, la riqueza de la oferta, se demostró en los títulos. Obras de Charles Bukowski y Oscar Wilde, Víctor Hugo y Pablo Neruda, de Saramago y Arundhati Roy, de Jorge Amado y Alexander Block, de Lino Novás Calvo y James Petras, de Noam Chomsky y Machado de Assis, ningún tema, autor, escuela, tendencia o asunto quedaron fuera de la atención de los editores cubanos.

Uno de los coloquios más concurridos tuvo como centro de la atención el movimiento En Defensa de la Humanidad, que tuvo su instauración en México y su último congreso en Caracas, hace un par de meses. Allí se reiteró la importancia de las redes de contacto alternativas para evadir el monopolio de la información y las deformaciones interesadas de los hechos que cultivan las grandes corporaciones publicitarias.

La Feria también sirvió de marco para rendir homenaje a Cervantes en el 400 aniversario de la primera edición del Quijote. Y así tenía que ser pues todo el actual movimiento editorial cubano comenzó con una edición de bajo precio de venta, con cien mil ejemplares de tiraje, de ese libro fundacional de la novela moderna.

En Cuba se ha producido desde la segunda mitad del siglo pasado un poderoso movimiento de ascenso educativo que constituye una garantía de este interés por los libros. Desde la erradicación del analfabetismo, la campaña por alcanzar intensivamente los primeros grados, la universalización de la enseñanza superior, la creación de una poderosa industria editorial hasta la aparición masiva de ese ingrediente esencial en toda cultura: el advenimiento del lector.

La Feria del Libro de La Habana ha venido a corroborar que pese a restricciones, acosos y bloqueos, Cuba mantiene niveles culturales que corresponderían a países industrialmente desarrollados del primer mundo.

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