No obstante que el gobierno neoliberal autoritario del señor Santos pretende impedir con amenazas violentas la justa movilización campesina y popular contra la crisis que golpea a millones de colombianos, el paro y las huelgas se harán efectivas desde las cero horas del día 19 de agosto del año en curso. La inminente protesta está […]
No obstante que el gobierno neoliberal autoritario del señor Santos pretende impedir con amenazas violentas la justa movilización campesina y popular contra la crisis que golpea a millones de colombianos, el paro y las huelgas se harán efectivas desde las cero horas del día 19 de agosto del año en curso.
La inminente protesta está cargada de alta «densidad social» dado que en ella confluyen diversos movimientos sociales con objetivos específicos y reivindicaciones particulares que potencian el levantamiento popular.
La masiva huelga mezcla tres movimientos sociales que se complementan y apalancan en una relación viva y dialéctica.
El 19 de agosto veremos movimientos sociales reivindicativos, movimientos políticos, movimientos antagónicos.
I. Movimien
Un movimiento reivindicativo se sitúa en el ámbito de la organización social y lucha contra el poder que establece las normas y papeles; un movimiento de este tipo tiende a una redistribución de los recursos y a una reestructuración de dichos papeles. La lucha ataca, sin embargo, las reglas mismas de la organización saliendo de los procedimientos institucionalizados.
Las acciones de los cafeteros, paperos, arroceros, jornaleros y los campesinos de las zonas de colonización son de orden económico y social, de la mayor importancia porque apuntan a una redistribución democrática del excedente económico. Es una lucha por la apropiación del excedente económico que retienen para sí las clases dominantes minoritarias.
II. Movimient
La acción colectiva tiende frecuentemente a remontarse hacia el sistema político del cual depende la fijación de las reglas y de los procedimientos. Un movimiento político actúa para transformar los canales de la participación política o para desplazar las relaciones de fuerza en los procesos decisionales. Su acción tiende a romper las reglas del juego y los límites institucionalizados del sistema, impulsando la participación más allá de los límites previstos. También en este caso, la acción tiende a desplazarse hacia el nivel superior y ataca las relaciones sociales dominantes.
La presencia de la Marcha Patriótica y de otros movimientos políticos hace parte de la movilización e insurgencia desde el subsuelo político para plantear un referente de orden político no institucional que levanta las banderas de la democracia participativa. Se trata de agitar los derechos políticos democráticos de la mayoría popular excluida por el mecanismo dominante de la oligarquía.
III. Movimiento
Un movimiento antagónico es una acción colectiva dirigida contra un adversario social, para la apropiación, el control y la orientación de los medios de la producción social. Un movimiento antagónico no se presenta jamás en estado puro, porque la acción colectiva se sitúa siempre en el espacio y en el tiempo de una sociedad concreta, es decir, de un cierto sistema político y de una forma determinada de organización social. Por consiguiente, los objetos históricos con los cuales el análisis tiene que enfrentarse son siempre movimientos reivindicativos o movimientos políticos con la posibilidad de un mayor o menor componente antagónico. El ataque a las relaciones sociales dominantes y a la estructura de dominación, pasa en el primer caso, mediante el ataque contra el poder que detenta una organización. El poder no es sólo la expresión funcional de la lógica organizativa sino que traduce igualmente los intereses de las clases o grupos dominantes. Un movimiento reivindicativo tiene contenido antagónico cuando pone en cuestionamiento el nexo existente entre la neutra funcionalidad de la organización y los intereses de los grupos sociales dominantes. De esta forma, un movimiento político de contenido antagónico ataca el control hegemónico ejercido sobre el sistema político por parte de las fuerzas que traducen los intereses dominantes. La ruptura de las reglas del juego político no mira a la simple extensión de la participación o a la admisión en el sistema de intereses no representados, sino que representa un ataque directo a la estructura de relaciones sociales dominantes y al modo en que éstas se transcriben en los límites institucionalizados del sistema político 1.
Por encima de los señalamientos absurdos y la estigmatización de agentes emisores de una discursividad vociferante y macartista, la resistencia campesina guerrillera revolucionaria tendrá vigencia con su activa y resuelta presencia en las luchas del 19 de agosto. Es que la misma conforma una materialidad política revolucionaria que el sofisma estatal oligárquico no puede vanamente difuminar. Su programa de reformas que debate en La Mesa de diálogos de La Habana tiene un nexo evidente con la plataforma revolucionaria que se propone la sustitución radical del Estado y el sistema político oligárquico y de falsa democracia, a lo que no se ha renunciado. Lo que quiere decir que la lucha por el socialismo estará presente en las huelgas, paros y bloqueos del 19 de agosto porque la lucha diversa incluye y combina las formas propias del subsuelo político con las de la superficie constitucionalizada.
A este respecto conviene señalar que para determinar la naturaleza antagónica de un movimiento social parecen esenciales los siguientes elementos:
a) La colocación de los actores respecto del modo de producción. ¿Tienen los actores una relación directa con el modo de producción y de apropiación de los recursos?, o bien, ¿éstas están definidas exclusivamente por su pertenencia a un sistema político y organizativo?
b) Los contenidos y las formas de acción. ¿Existe una imposibilidad de negociación de los objetivos y una incompatibilidad de las formas de acción respecto a los límites del sistema considerado?.
c) La respuesta del adversario. Las clases y grupos dominantes están muy atentos a salvaguardar el orden existente. Si un movimiento ataca las bases de la dominación, la respuesta del adversario se traslada normalmente a un rango superior de aquel en el cual se sitúa la acción. Se tendrá así una respuesta política para un movimiento con contenido antagónico que surge como reivindicativo, (por ejemplo, mediante la represión violenta estatal) y una respuesta directa de las clases dominantes para un movimiento que ha surgido como político (por ejemplo, mediante la crisis económica, el bloqueo de las inversiones, o la vía autoritaria).
d) La definición que los actores hacen de sí mismos. La referencia a las representaciones y a la ideología no puede ser significativa en sí misma ya que va comparada con los otros indicadores. En particular es necesario analizar el modo en el cual el movimiento define su propia identidad frente a la del adversario y el lugar del conflicto. Un movimiento antagónico tiende siempre, en el lenguaje del sistema sociocultural en el cual se sitúa, a definir su propia acción como lucha entre quien produce y quien se apropia de los recursos sociales centrales, por el control y el destino de estos recursos.
Se puede formular la hipótesis de que en el pasaje de un movimiento reivindicativo, a un movimiento político, a uno antagónico, las dimensiones del conflicto cambian en la siguiente dirección: a) contenido simbólico creciente; b) divisibilidad y negociabilidad decreciente del puesto en juego; c) reversibilidad decreciente; d) calculabilidad decreciente de los resultados de la acción, y e) tendencia creciente hacia conflictos de suma cero (en la cual las ventajas para uno de los adversarios representa pérdidas netas para el otro). Estas dimensiones pueden ser otros tantos indicadores empíricos de la presencia de conflictos de naturaleza antagónica en la acción de un movimiento.
NOTAS:
[1] MELUCCI, Alberto 1999 Acción colectiva, vida cotidiana y democracia (México-d.f: siglo xxi) http://www.insumisos.com/
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