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20-N: La inutilidad de votar

Fuentes: Rebelión

El pueblo español no decidirá nada este domingo. Podrá no haber pucherazo -seguramente no lo habrá-, pero no por eso dejará de haber fraude.

El régimen nos convoca a votar. La fecha, 20-N, todavía conserva connotaciones muy específicas: con la muerte de Franco, se abría el paso al fin de la dictadura. Pero lo de este domingo más bien resume lo contrario, que es ya una realidad: el fin de la democracia. Y el comienzo de una dictadura, todavía larvada, que será aún más siniestra que la franquista.

Ganará, todo parece indicarlo, el ala más recalcitrante del monopartido PPSOE. Y lo hará de manera arrolladora. Más que por sus méritos -nulos, aparte de la astucia-, por la crisis y el total descrédito del grupo gobernante.

No todo en éste, justo es decirlo, fue nefasto. Aunque sus críticos fanáticos le niegan hasta el pan y la sal, se han de reconocer sus logros: la notable mejora de la seguridad vial, con enorme reducción de pérdidas en vidas humanas; la contribución al fin del terrorismo etarra (que ha matado menos que en cualquier periodo previo del juancarlismo); sus positivas iniciativas legislativas, como las leyes antitabaco, de igualdad, de dependencia y de memoria histórica (la mayoría, escasamente aplicadas).

No muchos más, la verdad. Y los habidos, desde luego, en modo alguno compensan sus desastres éticos y político-sociales en otros campos. Resumibles en su cobarde traición al pueblo entregándose a los grandes poderes fácticos: a la banca y los mercados financieros, comenzando la liquidación del estado del bienestar; al Imperio, apoyando sus guerras de agresión (qué lejos quedan la retirada de Irak y la «Alianza de Civilizaciones»…); y al Gran Tapado, aumentando sus privilegios económicos, cediendo aún más en sus pretensiones confesionalistas, y renunciando a una ley de libertad religiosa más justa e igualitaria.

Episodios como las medidas antisociales de mayo de 2010, la militarización de los controladores a finales de ese año (un golpe vergonzosamente aplaudido por las masas), el incremento de tropas en la guerra contra Afganistán, la alegre participación en la salvaje campaña bélica contra Libia, el asentimiento a la parcial ubicación en España del agresivo «escudo antimisiles», o la no menos servil colaboración en la «JMJ» papal (con fuerte represión de laicistas incluida) arruinan por completo cualquier credibilidad moral de estos gobernantes ante las almas dignas y sensibles. Por sólo algunos de esos «gestos», propios sobre todo de su segunda legislatura, ese partido merece ser borrado para siempre del mapa electoral y político español (y muchos de sus líderes, procesados).

Como ya lo mereció el PP, la otra ala del monopartido, en su día. Su implicación (promoción, codeclaración y participación) en la brutal y falaz guerra contra Irak, emprendida frente al clamor general de la sociedad española, debiera haber bastado hace años para mandar a esa formación política al trastero de la historia (y a sus dirigentes involucrados, a la cárcel). En lugar de ello, y sin que sus líderes mostraran jamás el menor indicio de arrepentimiento, una parte importante del «maduro pueblo español» los aupará de nuevo al gobierno este domingo. Salvo arrebato de dignidad que se antoja completamente improbable.

Las dos caras de la misma mentira

Los candidatos «principales» resultan a cual más deprimente. Rubalcaba, entre otras mil fechorías ya iniciadas durante el corrupto felipismo, es el responsable del atentado a los controladores y el superpolicía del «¡Identifícate!». Un primor de respeto al estado de derecho. Sin la menor opción, por lo demás, para gobernar. Rajoy, criado en el seno del violento aznarismo, pero especialista en mojarse siempre lo mínimo, parece un político aún más vacuo que Zapatero, de ésos que dan la impresión de estar siempre dispuestos a entregarse a quien haga falta con tal de seguir medrando. De su profunda irresponsabilidad moral dan fe sus recientes declaraciones sobre la ley antibaco. Después de que su partido la apoyase en el Congreso, ahora insinúa revisar esa norma tan positiva en materia de salud pública y respeto a los derechos humanos, apoyada hoy por la gran mayoría de la población. ¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es víctima de su propia adicción, o es que ha contraído algún compromiso con las poderosas compañías tabaqueras?

Ambos candidatos son, en rigor ético, invotables. Algunas personas, ingenuamente, piensan que votar a Rubalcaba sería menos malo para evitar una mayoría absoluta de Rajoy. Prescinden del hecho de que son líderes de un mismo partido fáctico y de que el régimen -movido a ello por el Sistema- se está pertrechando para contar con una fuerte «base social» en cualquier caso.

Actores secundarios y figurantes

Respecto a los demás partidos, tenemos una Izquierda Unida con un penoso historial -marchado Anguita- de componendas con la inmoral derecha del PSOE. Mal puede tratar de rectificarlo ahora Cayo Lara después de haber mostrado esa misma actitud en Extremadura tras las últimas elecciones autonómicas. No es IU, con todo, la peor opción programática (y es la única fuerza parlamentaria -junto, quizá, con el BNG- que se opuso a todos los episodios arriba recordados, aunque de manera algo tibia en el asunto de los controladores). No cabe decir lo mismo de UPyD, partido populista y sin ideología a imagen y semejanza de su ambiciosa lideresa. Hábilmente camaleónico, constituye un mero apéndice pseudorrenovador del entramado PPSOE que no ha condenado los hechos descritos, y eso cuando no los ha bendecido. Del nacionalismo periférico, siempre ventajista y demagógico, mejor no hablar (parece mentira que, hoy por hoy, no sea descabellado afirmar que la corriente más creíble del mismo -o menos corrupta- sea la coalición Amaiur, con integrantes otrora violentistas y hoy devenidos cuasipacifistas; síntoma del penoso panorama que ofrece este ámbito político-electoral). Y de partidos nuevos como Equo, mejor no escuchar sus embelecos. Trátase de un engendro de viejos «verdes» (sin doble sentido) que mantienen el énfasis ecologista pero que, en la línea de muchos de sus referentes europeos, hace tiempo que abandonaron el pacifismo; así, pudimos verlos apoyando la intervención de la OTAN contra el pueblo libio (por cierto, ¿cuando decidirá la organización Greenpeace, de donde procede el líder de Equo, retirar la palabra ‘peace’ de su nombre?). Otras opciones, seguramente más dignas, no pasarán de ser testimoniales.

Qué hacer

Con este balance, y sin dejar de respetar las motivaciones de cada cual, quizá lo más digno y sensato sería abstenerse activamente el domingo, o inundar las urnas de votos en blanco (mejor aún, nulos). O, tal vez, votar en banco (sic). Sólo desprecio merece esa «fiesta de la democracia» que la casta político-mediática nos tiene preparada el 20-N. Pero apenas lo recibirán. Son fuertes porque les dejamos… y les dejamos.

Italia, Grecia… ven estos días cómo impúdicamente la Trilateral, Bilderberg y la gran banca imponen sus gobernantes títeres sin contar con la voluntad popular. Da risa hablar de democracia. Aquí en España llegan las elecciones como tabla de náufrago… para evitarle a Zapatero una salida aún más deshonrosa.

La gente -el «pueblo»-, deja hacer… Sólo ella podría revertir las cosas, pero sigue fatalmente anestesiada. Europa está muerta y en nuestro país la mayoría -o eso dicen los medios sistémicos- sólo parece preocupada por si gana una u otra ala del paquidérmico Partido Popular Socialista Obrero Español (¡qué densidad de mentiras en tan pocas palabras!). Bueno, justo es decirlo, le preocupa igualmente si este año el «Madrid» será al fin capaz de ganar la Liga al «Barcelona» (¿por qué será que también el júrgol huele tanto a dictadura…?).

Blog del autor: http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2011/11/17/20-n-inutilidad-votar

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.