El 6 de diciembre del 2011 cumplió 50 años de fallecido Frantz Fanon. Nacido en el Caribe francófono, su vida y obra conectaron el mundo africano, árabe y caribeño desde una perspectiva anticapitalista y descolonizadora, llegando a ejercer una gran influencia sobre relevantes pensadores europeos, como Jean Paul Sartre, y también en los movimientos sociales […]
El 6 de diciembre del 2011 cumplió 50 años de fallecido Frantz Fanon. Nacido en el Caribe francófono, su vida y obra conectaron el mundo africano, árabe y caribeño desde una perspectiva anticapitalista y descolonizadora, llegando a ejercer una gran influencia sobre relevantes pensadores europeos, como Jean Paul Sartre, y también en los movimientos sociales que en los años 60 sacudieron gran parte del llamado Tercer Mundo, además de Europa y Estados Unidos. Integrante del Frente de Liberación Nacional argelino, intelectual marxista, psicólogo de profesión, Frantz Fanon legó semanas antes de morir -con sólo 36 años- un libro capital: Los condenados de la tierra.
Al intervenir el pasado octubre en un evento en recordación de Fanon, organizado en La Habana por la Casa de las Américas, el escritor Roberto Fernández Retamar decía que sus lecciones «conservan tanta vigencia y nos acompañan hacia un humanismo renovado que habrá dejado atrás la explotación, los colonialismos, los racismos, todo aquello que nos divide y acorrala»; y, ciertamente, viendo los acontecimientos que han estremecido al mundo en este 2011 no caben dudas de cuánta razón asiste al poeta y ensayista cubano.
El estallido en Túnez y Egipto de revueltas populares contra regímenes que habían sido aliados militares y económicos de Estados Unidos y Europa sorprendió a Occidente, que hábilmente renegó de sus antiguos vínculos con los dictadores y trató de redirigir la ola revolucionaria de acuerdo con sus intereses. Así, las brutales represiones en Bahrein y Yemen fueron contempladas con complicidad desde Washington, mientras se atizó la rebelión en lugares como Siria, Irán y Libia. En las capitales del Primer Mundo, donde poco antes se compartían amablemente negocios y sonrisas con el líder libio Muanmar el Gadafi, ahora se le condenaba con base en noticias que antes de ser verificadas ya inundaban entusiastamente el espacio mediático.
Un nuevo modelo de intervención, que combina los bombardeos de la OTAN con el empleo de mercenarios sobre el terreno, ha sido proclamado por la administración Obama a partir de la experiencia en Libia. La bárbara ejecución extrajudicial de Gadafi coronó un proceso de cacería personal aplaudida por la Secretaria de Estado norteamericana Hillay Clinton. Meses antes, la eliminación de Osama bin Laden en la localidad paquistaní de Abbottabab, evidenciaba que el respeto de Estados Unidos a la legalidad internacional no ha mejorado mucho luego de la salida del poder del presidente Bush.
La filtración de cientos de miles de documentos, llevada a cabo por la organización Wikileaks, aunque mediatizada por poderos consorcios de la comunicación, puso en evidencia monstruosos crímenes cometidos por militares norteamericanos en Iraq, Afganistán, y en las instalaciones que estos ocupan en lugares como Guantánamo. Igualmente, salieron a la luz operaciones de desestabilización y acciones de presión, realizadas por diplomáticos norteamericanos contra muchos gobiernos del mundo.
El manejo de la crisis económica en Europa y Estados Unidos -que ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres- sacó a la calle las mayores protestas en muchos años. En Grecia e Italia, la imposición de políticas económicas antipopulares y de gobiernos no electos dejó en claro que el compromiso de la clase política europea con la democracia dura muy poco cuando están en peligro los privilegios de banqueros y políticos. Bajo el nombre de «Indignados» u «Occupy Wall Street», los movimentos sociales surgidos al calor de esta coyuntura enfrentan el desafío de eternizarse en la protesta o alcanzar la construcción de alternativas para la transformación social.
El avance de la humanidad hacia una catástrofe ecológica, impulsado por patrones de vida y consumo impuestos a través de una industria cultural que invade cada hendija del planeta de la mano de las más sofisticadas tecnologías, no ha sensibilizado aún a los gobiernos de las grandes potencias, que piensan más en los intereses de las corporaciones que los llevaron al poder que en la preservación de la especie humana.
En medio de tal panorama, en la región donde nació Frantz Fanon surgen alternativas propulsadas por gobiernos que reivindican un compromiso con las mayorías. No por gusto el presidente venezolano, Hugo Chávez, recurría a Calíban -el ineludible ensayo de Fernández Retamar- para explicar «las dinámicas brutales del colonialismo y el imperialismo en el Caribe», a cuyo legado se enfrentan espacios como PetroCaribe y el ALBA, que buscan ampliarse con la reciente creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Por su parte, el célebre historiador británico Eric Hobsbawn dice sentirse «más en casa en América Latina porque sigue siendo el lugar en el mundo donde la gente todavía habla y dirige la política con el viejo lenguaje, el lenguaje del siglo XIX y el XX de socialismo, comunismo y marxismo».
Hobsbawn ve la respuesta a los actuales desafíos en el surgimiento de algo nuevo: «Cómo se llamará eso, no lo sé. Pero podría perfectamente no ser capitalismo, ciertamente no en el sentido en el que lo hemos conocido». Y esperanzadoramente, con Hobbsbawn coincidieron este 2011 muchas voces indignadas no sólo en el Tercer Mundo sino en los centros de poder del mismo sistema contra el cual se rebeló Fanon. 2011 bien podría llamarse «el año de la indignación», pero este nombre sólo tendría sentido si el 2012 convierte esa energía rebelde en transformación revolucionaria de la realidad a favor de los condenados de la tierra.
Fuente original: CubAhora