Termina un año de crisis pandémica, y comienza una larga marcha de vacunación y crisis económica, con el desempleo creciendo y la producción y el turismo descendiendo.
Pocas cosas positivas podemos escribir a modo de balance de este 2020. Quizás la principal sea que la grave crisis de salud asociada a la pandemia ha dejado en nuestras sociedades una reivindicación de la necesidad de la vuelta del Estado después del desmantelamiento neoliberal de lo público.
La pandemia que ha asolado al mundo podemos calificarla, tomando la caracterización de los sociólogos Marcel Mauss y Norbert Elías, de hecho social total, la superposición de la estructura social y la estructura emotiva, en un hecho que pone en juego la totalidad de la sociedad y sus instituciones, y modifica tanto lo micro como lo macro de un mundo globalizado que ya estaba en crisis antes de este 2020.
Pero de todo lo negativo, y más allá de lo evidente, la crisis de salud que ha dejado ya más de un millón y medio de muertos en todo el mundo, es necesario subrayar el aumento de la desigualdad que nos deja la pandemia. Según Naciones Unidas[1], 142 millones de personas en América Latina, una cuarta parte de la población de la región, se encuentra en riesgo de contraer Covid-19 debido a la falta de acceso al agua potable, el uso de combustibles nocivos dentro de los hogares, y la desnutrición. Al mismo tiempo un informe de Oxfam[2] señala que la fortuna de las 73 personas que en América Latina tienen más de 1000 millones de dólares ha aumentado en más de 50.000 millones de dólares desde el comienzo de la pandemia.
A la crisis económica se le une un caos geopolítico sin ningún liderazgo regional ni mucho menos global (Naciones Unidas ni está ni se le espera), en un mundo donde no solo se agota el modelo neoliberal como paradigma, sino incluso el concepto de democracia, un mundo donde crece la polarización y se da un auge de la ultraderecha ante la falta de propuestas desde la izquierda para salir de la crisis.
Y por si no fuera poco, las crisis previas a 2020 se siguen profundizando. El cambio climático es ya una realidad y si no hacemos algo pronto, estamos a punto de alcanzar el punto de no retorno y el calentamiento global hará que en no tantos años sea inviable vivir en una buena parte del planeta, comenzando por las costas, alrededor de las cuales vive el 50% de la población del planeta. Pero no va a ser necesario esperar muchos años para ver grandes migraciones, que ya son una realidad en el sur del hemisferio, en América Latina, África o Asia.
Es probable que ya no volvamos a la normalidad que conocíamos. La pandemia ha golpeado el modo de producción y nuestro sistema de vida en general. Hemos visto a lo largo del 2020 como el home office se instalaba en nuestras vidas, lo que acelera la revolución tecnológica y la implementación del 5G, pero también abre la puerta a que GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) tengan mucha más presencia en nuestras vidas que el propio Estado.
Mientras tanto, en Estados Unidos se da un cambio de partido, que no de gobierno, pues va a seguir gobernando Wall Street y el complejo industrial-militar, y aunque va a seguir siendo la mayor potencia financiera y militar del mundo, dueño de los océanos (con flotas en cada uno de ellos) y del espacio, su hegemonía está en declive. El maquillaje es claro: un negro a cargo del Pentágono, una mujer dirigiendo la comunidad de inteligencia, y un latino al frente de Seguridad Nacional. Pero la política seguirá siendo la misma, quizás con un pequeño y soft (power) maquillaje en los casos de Venezuela, y sobre todo, Cuba.
Pero el movimiento Black Lives Matters sigue ahí, latente, planteando sus demandas antirracistas, al igual que las revueltas antineoliberales y antipatriarcales (la ola verde feminista) que surcan América Latina y el Caribe.
Una región, Nuestra América, que la CEPAL calcula va a recuperar los niveles económicos pre pandemia hasta 2024, y si el crecimiento se estanca, la mejora no se va a producir en toda la década que comenzamos. La propia CEPAL reconoce que la contracción que sufrimos es la peor de los últimos 120 años.
Ante esto, solo queda apostar por dejar lo más atrás posible
el modelo de desarrollo neoliberal, e impulsar modelos de justicia social,
ambiental y de género que nos permitan, junto con otro modelo de desarrollo,
poder vivir la nueva normalidad del siglo XXI post pandemia.
[1] COVID, hambre, pobreza y desigualdad: la combinación mortal que enfrenta América Latina
[2] Aumentan los milmillonarios de América Latina a medida que la región más desigual del mundo se hunde bajo el impacto del coronavirus