Enmarañados en las elecciones presidenciales del 30 de mayo pasamos por alto una fecha que nunca se nos podrá borrar de la memoria. Una fecha que marca la historia de Colombia y que señala con meridiana contundencia la trágica historia de nuestro país y la brutalidad de esa clase política, empresarial, terrateniente y financiera que hoy […]
Enmarañados en las elecciones presidenciales del 30 de mayo pasamos por alto una fecha que nunca se nos podrá borrar de la memoria. Una fecha que marca la historia de Colombia y que señala con meridiana contundencia la trágica historia de nuestro país y la brutalidad de esa clase política, empresarial, terrateniente y financiera que hoy se ha sintetizado en el uribismo.
Nos referimos a la fundación de la Unión Patriótica, el movimiento generoso que sin medir riesgos ni posibles desventuras se constituyó para servir como un experimento de paz y de convivencia en medio de los acuerdos de tregua, cese al fuego y paz firmados por el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla de las Farc.
Ilusionados ante la posibilidad de la paz llegamos a pensar y a creer que era cierto lo que habíamos convertido casi que en un dogma. Que «la tregua había llegado para quedarse». Se nos olvidó la historia de brutalidad de la oligarquía colombiana y no teníamos capacidad de percibir los movimientos criminales. No vimos, por ejemplo, a los criminales israelitas que llegaron a Colombia a adiestrar en el arte de la muerte, de la tortura y el atentado a las bandas paramilitares.
Los que hace muy pocos días masacraron cobarde y miserablemente a brigadistas humanitarios fueron los mismos que adiestraron a los paramilitares y al Ejército colombiano en asaltar caseríos, dinamitar locales, fusilar y descuartizar inocentes y atentar sigilosamente contra dirigentes y activistas de la oposición.
Más de cinco mil militantes de la Unión Patriótica fueron asesinados. Hombres y mujeres generosos. Limpios.
Sus vidas, sus ideas, sus sueños estarán siempre en nuestra memoria.
Y un día, mucho más temprano que tarde la oligarquía colombiana será condenada por este Genocidio.
Lo mismo que algún día lo serán los miserables gobernantes israelitas.
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