Parece alucinante lo que ocurre ante nuestros ojos. Ayer 27 de mayo, día de la primera vuelta para escoger Presidente, presenciamos una cascada de eventos de una magnitud telúrica. Los enumero: a) 10 millones de ciudadanos repudiaron la guerra uribista y la paz neoliberal de Santos; b) Santos con su corruptela sufrió una contundente derrota, […]
Parece alucinante lo que ocurre ante nuestros ojos. Ayer 27 de mayo, día de la primera vuelta para escoger Presidente, presenciamos una cascada de eventos de una magnitud telúrica. Los enumero: a) 10 millones de ciudadanos repudiaron la guerra uribista y la paz neoliberal de Santos; b) Santos con su corruptela sufrió una contundente derrota, sus dos candidatos, Vargas Lleras Y De la Calle, quedaron en bancarrota; c) la corrupción galopante llevo a la indignación de millones de ciudadanos; y d) el pluralismo y la democracia prevalecieron en el campo político.
En Colombia, desde el 20 de Julio de 1810, no ocurría un acontecimiento de las dimensiones y alcances como el de ayer, sin desconocer el 9 de abril de 1948 y sus violentas repercusiones.
Lo de ayer marca un punto de bifurcación en el curso de la historia nacional pues se ha puesto de manifiesto aquello que afirma el biólogo Lyan Watson en su obra «Lifetide» publicada en 1979 en la que afirma que » si un número suficientemente grande de personas (Masa Crítica) adquieren un nuevo conocimiento o forma de ver las cosas, esto se propagará por toda la sociedad», para lo que es necesario que un determinado número de personas (Masa Crítica), alcance una conciencia más elevada, momento en que el individuo es capaz ya de realizar un salto evolutivo y lograr un cambio de mentalidad, tesis conocida como «Teoría del Centésimo Mono». En efecto, gracias a la interactividad que proporcionan las redes sociales de Internet (el llamado Quinto Poder que enlaza y ayuda a la formación de las identidades modernas), se estaría rompiendo el crónico aislamiento y pasividad del individuo temeroso, sumiso y acrítico de las sociedades consumistas occidentales (Verhttp://www.lacasademitia.es/ar
Ayer cristalizo la masa crítica del cambio, dispuesta a la ruptura y el corte con la vieja historia política de Colombia.
Asistimos a un gran viraje histórico, a un gran salto que, después de muchos años, pensamos, jamás ocurriría. Por décadas abrigamos ese sueño, esa ilusión. Pero la rutina se repetía. La historia se movía como un corcho en un remolino, y así fue por décadas. Pero en medio de una gran incertidumbre ha saltado la liebre.
Cuajo ante nuestra existencia un hecho trascendental, un acontecimiento verdad en la definición de Alain Badiou.
Lo resumo en tres datos: la izquierda, los verdes y la paz se alzaron con casi 10 millones de votos; se quebraron las podridas maquinarias del clientelismo oligárquico encarnado por Vargas Lleras; el emblema neoliberal por excelencia, César Gaviria, acuso una descomunal derrota; y la corruptela santista con su mermelada fue objeto del repudio generalizado.
En estricto sentido el neto político de las votaciones de ayer 27 de mayo es una gran mutación de gran complejidad que exige ser interpretada y asumida en toda su carga temporal, espacial y ontológica.
Nos preguntamos: sigue una revolución social tal como la que ocurrió en 1810 con el grito de independencia frente a la monarquía española? Más aun: se puede caracterizar la coyuntura conformada por el proceso electoral como una ruptura revolucionaria?.
De ser asi: Que procede políticamente para ser consecuentes con el curso de la historia materializado en la masiva rebelión ciudadana, juvenil, femenina, social, indígena, obrera, campesina y afro visibilizada ayer?
Sugiero como hipótesis de trabajo para las semanas que siguen la idea de la Constituyente popular que el candidato presidencial Gustavo Petro agitó con mucha solidez. Con la campaña que Petro adelanto en toda la nación y con sus casi 5 millones de votos Petro alcanzó la altura de una figura histórica con gran legitimidad ética y política. Su discursividad es parte de la cristalización de una contrahegemonia que se afincó en el sentido común de la multitud, rompiendo la hegemonía del viejo poder oligárquico encarnado por el bloque santouribista y representado hoy en la candidatura de Iván Duque, que no es más que la aglomeración de los intereses de banqueros, multinacionales, generales, terratenientes y de las castas parlamentarias.
La Constituyente debe ser el escenario de la disputa política con el bloque de poder oligárquico, propiciada por el fin de la guerra y la construcción de la paz. Disputa que la controversia sobre la Jep, la justicia restaurativa y la libertad de Jesús Santrich han puesto de manifiesto.
No hay que dar tregua a la oligarquía en esta batalla. No es la hora del pesimismo, ni el momento de la perplejidad paralizante. La iniciativa está en el campo popular y hay que proceder en consecuencia.
El discurso de Petro ayer al cierre de esa gran jornada colombianista tiene toda la lucidez para ser el soporte de un Plan de acción política de las masas populares. Manos a la obra.
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