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30 de marzo, la luna llena de primavera

Fuentes: Rebelión

Hay todavía cristianos, que piensan que la historia de Israel transcurrió tal como narra el Antiguo Testamento. Incluso hay quienes todavía siguen creyendo en el relato bíblico del diluvio universal y de la creación del mundo, siguen a pie juntillas la saga de los patriarcas, la salida de Egipto, la monarquía unificada bajo David y […]

Hay todavía cristianos, que piensan que la historia de Israel transcurrió tal como narra el Antiguo Testamento. Incluso hay quienes todavía siguen creyendo en el relato bíblico del diluvio universal y de la creación del mundo, siguen a pie juntillas la saga de los patriarcas, la salida de Egipto, la monarquía unificada bajo David y Salomón, el exilio…

Pero hoy sabemos que los relatos históricos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, son histórica y científicamente poco fiables. Son interpretaciones, sueños, anhelos, fabulaciones… de los autores. La investigación crítico-histórica sobre el Antiguo Testamento tiene ya más de 200 años. Hoy podemos afirmar que el cuadro pintado sobre el Israel pre-estatal (1000 años antes de Cristo) está fabricado desde la imaginación del Israel post-estatal, a partir del 586 antes de Cristo hacia abajo. Cinco siglos más tarde; quizá como expresión de un anhelo. En cualquier caso una fabulación interesada, una manipulación ideológica. Pero nada que ver con la realidad por mucho que se nos haya machacado desde niños.

Sobre la época, en la que según la Biblia el pueblo de Israel debió haber estado en Egipto (S. XIV antes de Cristo), existen abundantes documentos egipcios, donde nada se dice de su estancia en aquellas tierras, ni de su huida del faraón, ni de que Moisés perteneciera a la casa real egipcia. Originariamente los israelitas eran cananeos. La actual investigación sostiene unánimemente que ni la exigencia de exclusividad de Yahvé ni la afirmación de que fuera de Yahvé no habría otros diose se halla al principio de la fe en Yahvé. Y es que existen inscripciones en Palestina para el siglo octavo antes de Cristo, descubiertas en las últimas décadas, que certifican un culto a un Yahvé tolerante. Mencionan dioses locales de Yahvé y confirman el poliyahvismo. Hablan de una pareja de dioses, de Yahvé y su esposa Achera. Además la adoración exclusiva de Yahvé, en el sentido del Moisés bíblico, era desconocida en este tiempo en Israel y Judea. Fue más tarde, tras el ocaso de Judea en el año 587 antes de Cristo, cuando los teólogos formularon el primer mandamiento para interpretar así el destino ocurrido al pueblo. Su regla interpretativa fue: Porque Israel sirvió a dioses extraños, y no sólo a Yahvé, tuvo que terminar en catástrofe. O, en palabras episcopales actuales, el mal en el mundo como castigo divino por la actuación pecaminosa del hombre. El terremoto de Haití como azufre sobre Gomorra.

Y lo mismo cabe decir del Nuevo Testamento: es una tergiversación de la verdad histórica en beneficio de una supuesta «verdad» religiosa. Desde el punto de vista de volumen y extensión el Evangelio y los Hechos de «Lucas» constituyen una cuarta parte del Nuevo Testamento, más que las cartas auténticas de Pablo y los escritos de «Juan» juntos. «Lucas» nos describe el cristianismo primigenio y presenta a la Iglesia inicial de Jerusalén como ejemplo luminoso para las comunidades de su época. Pero la investigación actual rechaza tal época inicial, en modo alguno los cristianos eran por entonces «un corazón y una sola alma (4, 32), en absoluto eran «concordes» entre sí (1, 14; 2, 46; 5, 12), ni tampoco se atenían firmes a la «doctrina de los apóstoles» (2, 42). Por el contrario, en tiempos de «Lucas» aparecieron más bien «lobos crueles» (20, 29), como se puede deducir del «discurso de despedida de Pablo» a los ancianos de la comunidad de Éfeso compuesto por éste (20, 17-38), es decir había gente de las propias filas que «hablaban cosas perversas para arrastrar tras de sí a los discípulos» (20,30).

«Lucas» conforma sus escritos desde supuestos o prejuicios teológicos y manipula y tergiversa la realidad en virtud de ellos. Así, según Gerd Lüdemann, para «Lucas»: «El espíritu santo impulsa la historia salvífica. «Todo está determinado por Dios. La propagación del primigenio cristianismo es imparable. El poder romano se comporta benevolente frente al cristianismo -por eso cada detalle pro romano, sea del tipo que sea, hay que cuestionarlo históricamente en la obra doble lucana-.Los judíos ateos hacen todo lo que sea por impedir la misión cristiana -de ahí que en la obra doble de Lucas (Evangelio y Hechos) haya que dudar históricamente de todo juicio negativo sobre los judíos ateos, sea del tipo que fuere-«.

«Lucas», en pro de la historia salvífica que intenta transmitirnos, ha tejido muchos relatos y pasajes de ficción y hechos, nos ha servido historia manipulada desde la teología y nos ha ofrecido una imagen retocada y embellecida del cristianismo primigenio. La crítica histórica de la Biblia nos brinda un serio correctivo, que echa por tierra la construcción histórica lucana.

En el punto central de la fe cristiana está Jesús como el hombre nuevo. Su persona es el punto cardinal de un mito de dimensión cósmica. Se inicia con la creación del mundo por Dios, experimenta una agravación trágica con el pecado de Adán y halla una solución en el hombre nuevo, Jesucristo. Su muerte expiadora, que Dios acoge favorablemente, salva a todos que creen de la destrucción y les hace, asimismo, hombres nuevos. En adelante participan del rostro divino, son semejantes a Dios, conformando la nueva humanidad, donde ya no hay griego ni judíos; circuncisión ni incircuncisión; ni bárbaro, ni escita, esclavo ni libre sino que Cristo es todo y en todos (Col. 3, 11). Con el regreso de Jesucristo sobre las nubes del cielo se consuma el drama cósmico: muere lo viejo y todo se vuelve nuevo. Quienes viven con Cristo se unen a él. Y todo vuelve a Dios.

Mito religioso -que quiso sustituir a la fuerza de la vida, a la fuerza femenina, a la luna llena tras el equinoccio de primavera, al resurgir vital de la naturaleza, a la ilusión y esperanza del hombre, al domingo de la pascua florida- que ha terminado siendo arrojado por la ciencia y la reflexión humana en la papelera de la historia por haber querido, con su mensaje y manipulación, alienar a las gentes y convertirlas en mueca arrodillada.

Nos hallamos ante una Iglesia, que ha convertido el mito en dogma, en pecado y anatema la revitalización y ansia humana de progreso, en virtud la postración y sumisión ante un dictador macho, esclavizando a la mujer y al hombre.

La luna llena de primavera, del 30 de marzo de 2010, es invitación a participar con respeto en la fuerza revivificadora del cosmos y a abandonar impulsos de muerte y destrucción.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.