Han pasado 40 años y los pilares sobre los que se sustentaba la dictadura siguen intactos, el modelo de dominación no ha sido tocado. Mucha agua ha corrido bajo el puente en todos estos años. Incontables acciones heroicas, decenas de hermanas y hermanos caídos, innumerables experiencias, discusiones, aprendizajes y también conflictos internos, que frente a la contingencia instalada pos dictadura, llevó al desmantelamiento de la estructura orgánica del FPMR de forma lenta y paulatina.
El 14 de diciembre de 1983, a las 22:30 horas, una acción inédita en la historia de estos territorios llamado Chile, estremeció la larga noche de la dictadura. 14 fueron las torres de alta tensión derribadas de forma simultánea provocando un apagón nacional. Así se anunció la irrupción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) a la Resistencia, una nueva estructura que vino a sumarse a la lucha revolucionaria contra la dictadura y enfrentar la crisis política, económica, moral afirmando que no nos faltaba el coraje para “combatir sin claudicar jamás hasta acabar con la dictadura”.
Han pasado 40 años y los pilares sobre los que se sustentaba la dictadura siguen intactos, el modelo de dominación no ha sido tocado. Mucha agua ha corrido bajo el puente en todos estos años. Incontables acciones heroicas, decenas de hermanas y hermanos caídos, innumerables experiencias, discusiones, aprendizajes y también conflictos internos, que frente a la contingencia instalada pos dictadura, llevó al desmantelamiento de la estructura orgánica del FPMR de forma lenta y paulatina.
Hoy no nos interesa el ecumenismo nostálgico de glorias pasadas, queremos destacar el legado que se ha mantenido plasmado como una forma de vida que caracteriza al rodriguismo y que tiene plena vigencia, aporte y proyección en la lucha popular, como parte indisoluble de la Memoria viva y la Resistencia.
40 años después nos alejamos de pretensiones vanguardistas y mesiánicas, el FPMR nació para ser parte de las luchas de liberación de los pueblos en resistencia y ser su brazo armado, reconociendo desde sus inicios que el sujeto revolucionario y emancipador, el protagonista de su propio destino, es el mismo sector social oprimido y precarizado de donde surgió, y no una élite ilustrada de militantes, ni mucho menos de especialistas o iluminados.
El rodriguismo fue marcado por una forma de vida determinada, sobre cualquier otra consideración, por un profundo e incondicional amor hacia nuestros pueblos, superior a cualquier ideología o burocracia estatal o partidaria. Dentro de las características que forjaron el espíritu rodriguista estuvo una férrea disciplina y alta capacidad operativa; el desprecio por las ataduras burocráticas militantes y las prácticas corruptas; un incorregible optimismo y convicción plena en la victoria final; una estricta y rigurosa planificación en cada operación; un sello de alto nivel e impacto en sus acciones; una actitud de insolencia, desobediencia y desprecio absoluto por las normas y autoridad represora; y, por una fraternidad sin límites hacia las hermanas y hermanos.
Todos estos factores, constitutivos del rodriguismo, son un legado, un sello marcado a fuego por la lucha que daban las organizaciones populares en los distintos territorios, las cuales levantaron la comunidad como alternativa, como muro de resistencia y sobrevivencia frente al terror estatal militarizado. La solidaridad, la fraternidad, el apoyo mutuo, la resistencia cultural, social, política y militar, la desobediencia, la autonomía y la autogestión, marcaron la vida diaria en esos años.
Somos hijas, hijos de esa lucha popular antifascista y reivindicamos los aprendizajes adquiridos durante la lucha contra la dictadura, destacando el uso de la violencia revolucionaria, la autodefensa popular, la acción temeraria, la propaganda armada, el sabotaje social y político al Capital, el rescate de nuestros hermanos en poder del enemigo, la captura y castigo a agentes represivos, las fugas desde las prisiones realizadas por aire y tierra y las acciones directas, individuales y colectivas, entre ellas los ajusticiamientos a esbirros realizados a principios de los ’90.
Con la misma fuerza, decimos que en este camino no somos las únicas, los únicos, formamos parte de la construcción del proyecto de liberación junto a muchas y muchos revolucionarios de organizaciones hermanas, quienes hoy como ayer han mantenido la confrontación permanente contra los enemigos del pueblo. Hoy, las y los rodriguistas estamos diseminados en múltiples organizaciones sociales y políticas, desde allí hacemos un esfuerzo por entregar nuestras capacidades organizativas, las convicciones, pero sobre todo la fraternidad, el espíritu unitario, para ir construyendo autogobierno territorial con todas las compañeras y compañeros que compartan la necesidad de emancipación por abajo, desde fuera y en contra del poder institucional.
Sin duda, la Revuelta Popular del 2019 aceleró y terminó de consolidar la convicción anti-estatal y anti-institucional que se venía madurando desde las primeras organizaciones sociales y destacamentos armados durante la dictadura y también en los nuevos actores populares revolucionarios, incorporados a la lucha emancipadora desde la instalación de la democracia liberal. Como parte del mundo popular revolucionario, las y los rodriguistas reconocemos al Estado capitalista colonial como el enemigo de los pueblos y repudiamos todas sus instituciones, las cuales existen solamente para consolidar y perpetuar un modelo sustentado en la depredación y exterminio de todas las formas de vida. Por tanto, nos declaramos en abierta confrontación con el poder opresor y contra todos sus gobiernos y sus marionetas funcionales a los intereses del imperialismo que han vitalizado burocracias partidarias serviles, enmascaradas bajo supuestas banderas de izquierda.
Los espacios institucionales siempre han estado cerrados para los más pobres. Sus farsas electorales y constitucionales, impuestas por la casta político-empresarial y sus lacayos, ya no funcionan y sólo han distraído la atención sobre los principales problemas de la sociedad y han servido para ocultar la profundización de un Estado policial y carcelario. La ilusión de las democracias liberales representativas, como opción política para lograr cierto alivio a la miseria y a la extinción provocada por la modernidad colonial capitalista, se ha diluido en una realidad cada vez más descarnada y agobiante.
Las instituciones sólo sirven para dar sustento a un aparataje legislativo y jurídico que criminalice y reprima con más fuerza la protesta social.
La única posibilidad de liberación y mantención de la vida reside en el Poder Popular Comunitario, en la autonomía y la autogestión, que se construye en todos los territorios, es en esa opción donde nos reconocemos. El rodriguismo sólo contribuye si está inserto en el movimiento real de los territorios, en la resistencia social, cultural y política.
Valoramos la lucha del pueblo mapuche y apoyamos decididamente el derecho a la autonomía, especialmente de los sectores revolucionarios que impulsan el control territorial y la confrontación con el Estado Colonial. Estas experiencias, estos aprendizajes nos ayudan a construir un proyecto propio emancipador desde el pueblo pobre, mestizo, insurgente.
En nuestras prácticas solidarias, asumimos como propias las luchas y sufrimientos de todos los pueblos del mundo agobiados por la actual embestida genocida y reaccionaria de los dueños del poder global. Los avances del fascismo en todo el planeta no son accidentes electorales o producto de una mala decisión o de la ignorancia de los pueblos, forman parte de una nueva etapa en la evolución del poder del Capital, en la cual el proyecto de dominación mundial se ha sacado todas sus caretas. Primero posicionaron a la socialdemocracia, el reformismo y el progresismo para embaucar e inmovilizar, hasta hace poco, a los pueblos. Hoy actúan con absoluto descaro, muestran su verdadero rostro patriarcal, racista, criminal y ecocida.
Es hora de asumir que la única posibilidad de mantención de la vida en el planeta es terminar con este modelo de explotación, descartando las salidas por arriba, que nos arrastran a las elecciones inútiles, a los candidatos y sus farsas constitucionales que siempre conllevan, ineludiblemente, la conciliación, la renuncia y nos alejan de cualquier posibilidad de liberación.
Cuando hablamos de transformar la sociedad, lo entendemos como un proceso de ruptura total con el orden actual. Hay que desestabilizar la democracia burguesa y sus instituciones para derribar el modelo capitalista. El reformismo, el progresismo y la socialdemocracia hace rato que vienen en caída libre, evidenciando su bancarrota terminal, carecen de proyecto propio, no tienen iniciativa ni voluntad y sólo aspiran a seguir mendigando las migajas que les deja el banquete de los poderosos, para reafirmar su rol de gendarmes del Estado opresor.
El progresismo abonó el camino para que el fascismo pueda instalarse cómodamente, sin ninguna traba, en los puestos de poder que les han estado entibiando durante el último tiempo. No hay que llamarse a engaños, no importa quién detente el sillón de turno, ni el ropaje con que se vista, la nueva y última fase del proyecto de dominación mundial de la acumulación y expansión capitalista, la que trae la extinción definitiva de la humanidad y del planeta, ya está en marcha.
Las y los rodriguistas, así como todas y todos los revolucionarios del presente, debemos asumir la tarea de formar un frente común para salvar la vida que está quedando. Hoy, no hay espacio para las excusas ni mezquindades, en poco tiempo más ya ni siquiera quedará alguien a quien rendirle cuentas de nuestro fracaso. Debemos formar una Fuerza Popular que sea insurgente, autónoma, anticolonial y rupturista, capaz de confrontar y derrotar al Capital, a su proyecto de dominación y muerte.
Diciembre de 2023
Reflexión de Rodriguistas históricos