T as bambalinas se celebran ahora 40 años de la contrarrevolución burguesa que consolidó el neoliberalismo en nuestro país y con ello, el sofocamiento de fuerzas emergentes que se constituían en alternativas político-sociales al régimen capitalista. Por ello, desde el campo popular son 40 años de resistencia que cada día adquiere intensidad mayor. Como decía […]
T as bambalinas se celebran ahora 40 años de la contrarrevolución burguesa que consolidó el neoliberalismo en nuestro país y con ello, el sofocamiento de fuerzas emergentes que se constituían en alternativas político-sociales al régimen capitalista. Por ello, desde el campo popular son 40 años de resistencia que cada día adquiere intensidad mayor. Como decía Allende: «La historia es nuestra y la hacen los pueblos». No deja de tener eco, más aún tras un ciclo de movilizaciones que escalaron desde 2006 hasta ahora. En Chile estamos resistiendo un sistema instaurado a la fuerza tras el derrocamiento de un gobierno popular y la derrota de un pueblo que intentó defender sus conquistas. Es la historia de nuestros padres, conjugada con la nuestra la que hoy nos entrega los aprendizajes necesarios para volver a levantar alternativas.
En el imaginario colectivo de Chile se narra sobre el 73 una historia cada vez más alejada de las clases dominantes y mucho más cercana al bloque popular. No es coincidencia: somos nosotros -el pueblo- los que volvemos a relatarla. Aún no hay democracia, es transición pactada. No es una lucha por recuperar el voto, fue y es por nuestra emancipación. Esta lógica trasciende las demandas reivindicativas de los estudiantes y del mundo social. No encajan sólo en la búsqueda de un rol distinto para el Estado. La dicotomía Estado-mercado ya no es un eje de debate en algunas organizaciones sociales. Nuestra propia experiencia señala que los esfuerzos deben estar abocados a la construcción del poder dual o poder popular. Aunque tímidamente, ya se traslucen estas propuestas en las demandas de los estudiantes secundarios, cuando exigen una educación de la cual el Estado sea garante, pero las comunidades educativas vinculadas con el territorio sean sus actores determinantes, (control comunitario) . (1)
Estamos viviendo un ciclo de características nuevas en cuanto a mecanismos organizativos y contenidos discursivos. Por otra parte, nos enfrentamos a un bloque en el poder que concentra sus decisiones cada vez más en el empresariado. Parafraseando a un compañero: «Por decirlo de algún modo, son momentos en que se enfrentan la sociedad civil-empresarial con la sociedad civil-trabajadora y popular. Por cierto esto no significa subestimar al Estado, sobre todo por cuanto éste retiene el monopolio de la fuerza legítima, pero en las condiciones del capitalismo actual la lucha no se concretará a través del Estado o desde el Estado».(2)
Tomemos la experiencia de habitantes de localidades como Freirina, que dieron una ardua lucha contra Agrosuper. Ellos pusieron en jaque a la empresa mediante la articulación de la comunidad, constituyendo una fuerza que no requirió intermediarios o del arbitraje estatal. Otro caso: el Cajón del Maipo, que resiste la construcción de Alto Maipo, reiniciada tras la inversión de Luksic y que amenaza no solo a esta comunidad sino también a toda la Región Metropolitana. Allí se levantan organizaciones que instalan con fuerza el concepto de control comunitario como herramienta de empoderamiento. Ponen en primer lugar las decisiones colectivas.
Con «todas las fuerzas de la historia», como diría Miguel Enríquez, los caminos a recorrer se ven con mayor nitidez. No es tras un candidato para disputar espacios de poder en el Estado. La opción es construir una alternativa político-social, que nazca desde el campo popular y que sea capaz de levantar una propuesta emancipadora, en contraposición al capitalismo en su fase actual. También entendemos la necesidad de fortalecer lo conquistado, de no permitir el cierre de un ciclo que consolida poco a poco los cambios, de defender la autonomía que nos ha permitido avanzar con perspectiva revolucionaria. Esta claridad la conmemoramos el 11 de septiembre, y la recordamos cada día al compartir con las tías del colegio República Dominicana, en las asambleas con nuestros compañeros, en las calles en cada protesta, en el sindicato y en la huelga. Ese «mundo nuevo», como diría el subcomandante Marcos, que es apenas más difícil que la toma del poder.
(1) Propuesta para la educación que queremos , Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, pág.7.
(2) «Chile: ¿dónde está el poder? Las anomalías del proyecto neoliberal y las opciones para un poder político-social emergente». Entrevista a Rafael Agacino, Revista Materialismo Histórico , Nº 3, 2013, Grupo de Estudios Marxistas (GEM), Chile.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 789, 6 de septiembre, 2013