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En el aniversario de su caída en combate del líder del Ejército de Liberación Nacional

40 años después, Camilo vive

Fuentes: Insurrección

Hace 40 años, el 15 de febrero, el Comandante CAMILO TORRES RESTREPO cayó combatiendo a las fuerzas de la oligarquía, en las filas del Ejército de Liberación Nacional de Colombia. Camilo es fruto y expresión de la situación y realidad colombiana. Su sensibilidad humanista, el contacto con la Colombia de los excluidos, explotados y oprimidos, […]

Hace 40 años, el 15 de febrero, el Comandante CAMILO TORRES RESTREPO cayó combatiendo a las fuerzas de la oligarquía, en las filas del Ejército de Liberación Nacional de Colombia.

Camilo es fruto y expresión de la situación y realidad colombiana. Su sensibilidad humanista, el contacto con la Colombia de los excluidos, explotados y oprimidos, su vasta cultura universal y el ejercicio de la sociología le hicieron entender con claridad la realidad del país, las causas de la pobreza, la dependencia y el atraso histórico.

Como sacerdote católico compartió, desde el trabajo de la Pastoral Social, las angustias y miseria de los obreros y las comunidades pobres urbanas, como asesor de la Ley de Reforma Agraria recorrió las comunidades agrarias comprendiendo a profundidad los sueños y dolores de los campesinos sin tierra y de los indígenas expulsados de sus territorios por los terratenientes; como capellán de la Universidad Nacional se compenetró con la rebeldía de la juventud de la década del sesenta y con ellos impulsó la unidad de las luchas estudiantiles con las de los obreros y sectores populares para presionar cambios estructurales en el país.

No se quedó contemplando y especulando sobre el drama humano, fue más allá. Como cristiano se comprometió con su pueblo para hacer «eficaz el amor», se distanció de la iglesia de los ricos que se «conduele» de la miseria y predica la resignación como virtud.

Buscando respuestas a los grandes problemas del país llegó a comprender que para romper con el atraso, la ausencia de democracia y de dignidad nacional, para acabar con la injusticia social es indispensable el cambio revolucionario, que la tarea de la revolución es obra de todo el pueblo y la «unidad de la clase popular» es fundamental para el triunfo revolucionario, que «hacer la revolución» es un deber moral para el verdadero cristiano.

Camilo desestimó la contradicción entre marxistas y cristianos, la calificó de embeleco para mantener dividido al pueblo, consideró sin sentido la discusión si «el alma es inmortal, porque el hambre si es mortal».

Su pensamiento y ejemplo aportaron a la unidad de los revolucionarios distanciados por creencias religiosas y fueron fundamentales en el desarrollo de la Teología de la Liberación, que surgió comprometida con las luchas de los pueblos, especialmente en América Latina.

Muchos sacerdotes y monjas asumieron la opción de luchar junto a los pobres, como la forma de hacer «eficaz el amor», se inspiraron en su pensamiento, siguiendo su ejemplo se comprometieron, unos desde los movimientos guerrilleros y otros desde los espacios sociales en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Perú entre otros.

En Colombia se comprometieron los sacerdotes del grupo Golconda, varias monjas y sacerdotes se incorporaron a la guerrilla, entre ellos el Comandante Manuel Pérez Martínez, Domingo Laín Sáenz y Antonio Jiménez Comín, tres clérigos españoles que llegaron al ELN para reencontrarse con las huellas de Camilo.

Camilo fue implacable al denunciar la maniobra de la oligarquía que mantiene divido al pueblo en dos partidos que representan sus intereses, que patrocina el enfrentamiento para que unos pobres se maten con otros defendiendo partidos que representan la exclusión, la opresión y la explotación histórica de las mayorías nacionales.

Como respuesta a la situación del país planteó la urgencia de construir el «proyecto de Nación», superando el sectarismo y trabajando honestamente por la unidad y organización de todo el pueblo en torno a sus propios intereses y urgencias, para enfrentar las causas de la miseria y el sin futuro.

Propuso y lideró la creación del FRENTE UNIDO y la Plataforma para la Unidad Popular, a mediados del año 65, como instrumentos para luchar contra las estructuras que impiden los cambios y la construcción del nuevo país.

La oligarquía y la iglesia de los ricos unidos lo persiguieron con sevicia, le cerraron los espacios políticos, obligándolo a continuar la lucha desde la clandestinidad y llevándolo a concluir que los ideales por los que venía luchando desde el Frente Unido coincidían con los ideales del EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL.

Así lo expresó en la Proclama al Pueblo Colombiano que envió el 7 de enero del 66 desde las montañas de Santander.

«Yo me he incorporado a la lucha armada. Desde las montañas colombianas pienso seguir la lucha con las armas en la mano, hasta conquistar el poder para el pueblo. Me he incorporado al Ejército de Liberación Nacional porque en él encontré los mismos ideales del Frente Unido».

Cuarenta años después la radiografía del país muestra más grave la situación del pueblo, se ha incrementado el número de los pobres, al hacerse más ricos los ricos, más dependiente el país del imperialismo y más agresivo y salvaje el terrorismo de Estado bajo la modalidad de guerra sucia.

Ya el país no aguanta más y no puede continuar así. De esta oligarquía insaciable de riquezas, impulsora de guerras, entregada al imperialismo y que obstaculiza el propio desarrollo como nación, no se puede esperar las soluciones al drama humano que vive la población. No tiene voluntad para solucionar los grandes problemas sociales, económicos y políticos del país, ni está dispuesta a generar las condiciones para que se solucione el conflicto social y armado.

Frente a esta realidad y cuarenta años después de la muerte de Camilo, su pensamiento sigue teniendo vigencia. Sus análisis sobre la situación de las grandes mayorías nacionales, las respuestas para construir el nuevo país y el llamamiento que hizo a «la unión y la organización de la clase popular colombiana», están a la orden del día.

Para ser consecuentes con el legado que le dejó al pueblo colombiano, es inaplazable trabajar por la unidad y la organización del pueblo.

Para sacar al país de la crisis a que lo ha llevado la oligarquía, es indispensable proseguir en la construcción de una fuerza social y política, activa y en movimiento, con vocación de ser poder, que enfrente el proyecto de ultraderecha y se comprometa a remover las estructuras que nos condenaron al atraso, la dependencia, la miseria y el sin futuro.

Una fuerza que integre a todos los que luchamos por un nuevo país en paz, soberano, con democracia real, dignidad nacional, justicia social y bienestar para todo el pueblo, que tenga un programa de unidad popular que represente el interés común de las mayorías nacionales, que deseche el vanguardismo y el sectarismo que tanto daño le hacen al proyecto revolucionario.

En ese objetivo político está comprometido el ELN. No es casual que insista ante el país con la propuesta de solución política al conflicto social y armado, que en su estrategia para la paz eleve a la categoría de propósito nacional la construcción de ésta y establezca como condición la integración del pueblo con este fin.

Los diálogos abiertos con este gobierno, en medio de la actual coyuntura electoral – controvertidos por algunos – los concebimos como una oportunidad que, junto con la «Casa de Paz», genera espacios para el reencuentro de las mayorías de la nación en el compromiso de la solución política al conflicto, en el ejercicio de tejer la agenda de paz para el país y contribuir a la construcción de la fuerza social y política que haga posible que dicho propósito salga adelante.

Con los pueblos en América Latina que avanzan buscando caminos propios para salir del atraso, la dependencia, la pobreza y el sin futuro a que los llevaron las oligarquías lacayas, con Cuba, Venezuela y Bolivia como avanzada, los colombianos, guiados por Camilo, tenemos el reto de producir los cambios revolucionarios. No hay más opciones que la liberación.