En ocasiones anteriores me he referido a la necesidad de una lectura a Marx desde la cual se genere un pensamiento codificado como sistema; de modo tal que devenga el marxismo, no en un paradigma, sino en una totalidad orgánica. Por eso, a continuación presento un breve esbozo de cómo podría ser dicho sistema.
Primero, habría que recordar que lo que es entendido por marxismo abarca un conjunto de saberes que comparten aparato categorial, pero con signos provenientes de diferentes paradigmas lógicos y con diversos niveles de complejidad. Solo mencionando, se puede ver -por ejemplo-, por un lado, una corriente estructuralista, con énfasis en la lectura económica del Capital, reforzando una interpretación cuya metodología deriva en buena medida de lo comprendido de la magna obra del alemán. Por el otro lado, hay todo un marxismo centrado en los Manuscritos del 44, cuyo énfasis está en la filosofía, y que dialoga con diferentes saberes como el psicoanálisis.
Sin dudas, se presenta -y hasta hoy persiste-, un Marx dividido, cuya asunción va, a no conducir a una armonía a su interior. O se es marxista de Capital: economista, estructuralista en muchos casos, formalizador en otros; o se es marxista de Manuscritos: diálogo superficial con la filosofía clásica alemana, contaminación con muchas interpretaciones continentales posteriores -y hasta con la tradición de la voluntad. El resultado, es un Marx con puntos de discontinuidad, y saltos; esto es así, que algunos se han referido a la necesidad de encontrar el eslabón perdido del pensamiento del Prometeo de Tréveris. Es válido destacar que existen otros centros de marxismo como el de Manifiesto Comunista, o hasta el de Grundrisse.
Lo cierto es que esas discontinuidades, son justo la señal de la ausencia de la dialéctica en la conformación de un marxismo como totalidad orgánica.
La propuesta
Se ve como en los Manuscritos del 44 hay un intento de establecer una explicación a la enajenación, asociándola a la propiedad; por tanto, a la apropiación. Pero el joven Marx basaba su economía política en una visión bastante acrítica de los economistas ingleses, y en un momento de traspasarse entre Feuerbach y Hegel.
En una obra posterior, sin ser destinada a la publicación, un Marx intenta darle explicación a la ideología en estrecha relación con la producción y la división del trabajo.
Luego, aparece un Capital, donde la producción parte de una totalidad, y ya se ve todo el auto-movimiento de esta de modo que, se entrelaza la actividad de los sujetos lógicos. ¿Dónde quedó la enajenación, la ideología?
Lo cierto es que en la obra publicada en 1867 estaban planteadas las bases para entender la ideología y la enajenación, pero Marx no las especificó. La mayor pista la aportó en los Grundrisse, al señalar la relación entre producción distribución, cambio consumo; que es justo donde está la respuesta.
La enajenación, sin dudas, va asociada a la apropiación de la realidad. Por otro lado, la ideología, que no es otra cosa que la práctica cultural cosmovisiva, en buena medida se asocia a como se participa en la producción de la realidad. Y todo ello, se entiende al ver la relación entre producción, distribución, cambio y consumo.
La enajenación, como fenómeno que opera en la subjetividad de los hombres, no es un reflejo mecánico. Por lo que la apropiación de la realidad, la apariencia que esta genera, no se relacionan linealmente. Existe un prisma, un cristal a través del cual se produce esa apropiación, que no es otro que la ideología. Esa práctica cultural, como actividad, depende del parte de la estructura de la producción de la realidad en la que se está. A su vez, la enajenación, reproduce una ideología. Y como puede verse, de la propia relación entre enajenación-ideología, va apareciendo la relación producción-apropiación.
Al Marx sentar la lógica de la totalidad orgánica en el ciclo de producción, distribución, cambio, consumo, daba la pauta de cómo la apropiación, al igual que los otros 3 momentos, solo podían ser entendidos como totalidad. Por tanto, el estudio de la apropiación para desentrañar la enajenación, solo podía ser el de la totalidad. El estudio de la producción para intentar explicar la ideología, solo podía ser el de la totalidad.
En efecto, eso fue lo que se hizo en el Capital. Producción distribución cambio y consumo en auto-movimiento. De ahí, el capitalismo, a la par que se produce, produce su ideología y la enajenación como partes de su despliegue.
Visto esto, queda como un Marx que se limitaba a la apropiación, luego enfrascado en la producción -con ambos momentos desconectados-, pocas oportunidades tenía de ser portador de un pensamiento sistémico, y con el carácter de totalidad orgánica que él mismo reivindicaría.
Por tanto, tal lectura de Marx como totalidad, implica replantear la enajenación y la ideología, en la medida de la rectificación del uso de producción y la apropiación que se hacen en los Manuscritos y en la Ideología; y lleva, pensar dichas enajenación y la ideología como parte de esa totalidad, en un constante traspasarse, donde una conduzca a, en consecuencia, una visión de la otra. Para lo cual la reflexión requerida debe ser sobre el resultado de desentrañar el devenir en clave producción distribución, cambio y consumo.
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