Las mujeres trabajadoras poco a poco hemos ido tomando conciencia sobre la condición de vida a la que nos somete el capitalismo patriarcal. Nos hemos ido cuestionando cosas que parecían normales o naturales, problematizando la doble jornada laboral, la cosificación de nuestro cuerpo, la permanente discriminación y opresión en el entorno familiar, social y laboral, […]
Las mujeres trabajadoras poco a poco hemos ido tomando conciencia sobre la condición de vida a la que nos somete el capitalismo patriarcal. Nos hemos ido cuestionando cosas que parecían normales o naturales, problematizando la doble jornada laboral, la cosificación de nuestro cuerpo, la permanente discriminación y opresión en el entorno familiar, social y laboral, así como en la vida personal, amorosa y sexual.
Hoy es incuestionable que el patriarcado como estructura de dominación de género nos oprime, más aún, desde el clasismo comprendemos que el capitalismo como sistema de explotación de clase en alianza con el patriarcado nos somete a una doble explotación. Trabajamos por un salario en centros laborales, y trabajamos en la casa para reponer el gasto de fuerza de trabajo de nuestro grupo familiar, a su vez reproduciendo futura fuerza de trabajo a través de la crianza, todo ello sin remuneración alguna.
Es innegable, que el trabajo doméstico es trabajo, la diferencia es que aquí el patrón se desdibuja y no se queda con una parte del valor de nuestro trabajo, sino que con la totalidad de éste. ¿Y por qué se desdibuja el patrón? Porque no respondemos a una empresa en particular o al Estado, sino más bien, el trabajo doméstico es parte de la estructura de la sociedad capitalista que por medio de la familia y el matrimonio ha permitido que la burguesía se desentienda de la reproducción de fuerza de trabajo, ahorrándose ese gasto.
Ahora bien, entendiendo esta realidad, partiendo desde la base de que el trabajo doméstico es trabajo y constituye la doble explotación de la mujer trabajadora, la pregunta es hacia donde debe apuntar la lucha anticapitalista y antipatriarcal. Es de común acuerdo que queremos emancipar a la mujer de esta situación, pero ¿queremos que se reconozca la calidad de trabajo a esta labor o queremos acabar con esta condición de vida?
La cuestión del trabajo doméstico permite llegar a problematizar la base de la sociedad actual, permite comprender la realidad desde una perspectiva total e integral. La lucha sindical tiene una limitación, y es que por lo general tiende a visualizar la realidad de forma sectorial, es decir, no logra cuestionar la totalidad del funcionamiento del sistema debido al carácter economicista de sus luchas. Sólo cuando el sindicalismo logra dotar de contenido político a sus luchas puede alcanzar a comprender el sistema en su integralidad, con mirada «totalizante».
Demandar remuneración al trabajo doméstico es volver una lucha política hacia el economicismo, es formalizar la segunda explotación, es revalidar la condición de opresión a la mujer en el hogar. Cuando hablamos de socializar el trabajo doméstico comprendemos que la tarea de la reproducción de fuerza de trabajo debe ser, en la sociedad capitalista, demandada al patrón y/o al Estado, pensando en que una nueva sociedad se deberán socializar estas labores.
En ese sentido, para afrontar el trabajo doméstico en la actualidad, las mujeres y la clase en su conjunto debiesen emprender luchas reivindicativas que permitan ir trasladando la responsabilidad de la reproducción desde la mujer hacia el patrón o el Estado, apuntando a su socialización. Por ejemplo, en el ámbito laboral, la demanda por colación y locomoción para todos y todas las trabajadoras en cualquier trabajo asalariado alivianará la carga de tener que cocinar para todo el grupo familiar. Asimismo, luchar por posnatal parental igualado a la mujer y protección de la maternidad a todo evento, permitirá que el hombre forme parte protagónica en la crianza desde un comienzo, permitiendo avanzar en el apego con el padre y la crianza compartida. Lo mismo sucede con la sala cuna universal para mujeres asalariadas y no asalariadas, así como para hombres y mujeres, permitiendo que la mujer tenga tiempo para realizar otras actividades, como por ejemplo participar social y políticamente.
Otras demandas fuera del plano laboral que apuntan en el mismo sentido son la demanda por educación integral, que incorpore el desarrollo de las y los niños en todos los ámbitos y no sólo por rendimiento orientado a pruebas nacionales. En el ámbito de la salud, políticas públicas de cuidado de enfermos postrados y crónicos y de hospitalización domiciliaria, evitando a la mujer que termine siendo presa de un familiar en esas condiciones.
Observando la cantidad de demandas que se desprenden de la socialización del trabajo doméstico es posible identificar que luchar por ello es luchar por transformar la sociedad en su conjunto. Implica hablar de educación, de salud, de protección social, de trabajo, es decir, cuestionar la sociedad en sus cimientos, dotándola de contenido político, no sólo en el ámbito remuneracional.
Paralelo a estas demandas se debe hacer un trabajo permanente de conciencia para que el grupo familiar comience a ejercer de manera colectiva las tareas del hogar, lo cual parte por la educación y la organización en la población, así como en los sindicatos, las escuelas y universidades.
Por último, la organización popular de mujeres no sólo apuntará al desarrollo de organización y conciencia, sino también a forjar conocimientos y habilidades que permitan a las compañeras avanzar hacia la independencia económica, por ejemplo escuelas de oficios y cooperativas en el marco de la organización en el territorio.
La socialización completa del trabajo doméstico sólo será posible en una nueva sociedad, libre de explotación y opresión, por lo tanto, luchar por demandas reivindicativas hoy que apunten a ello, nos permite luchar por una nueva sociedad manteniendo el profundo contenido político y totalizante que tiene el problema de la doble explotación de la mujer de la clase trabajadora. Luchar por la remuneración es formalizar una relación de explotación ya existente, es quitar el contenido político que permite esta lucha, retrocediéndolo sólo a un aspecto económico, desposeyendo de perspectiva, propio de las demandas liberales que no cuestionan el sistema capitalista imperante. Asimismo, permitirá con mayor legitimidad al machismo exigir la realización de dichas tareas porque ahora serían pagadas.
Diferente sería exigir al Estado el aumento en cobertura previsional, de salud y de protección laboral, incorporando a la mujer que sólo trabaja en la casa a políticas de protección social y laboral, inclusive ver formas en que la mujer reciba algún tipo de ingreso, pero lo que debemos buscar es acabar con el trabajo doméstico y la demanda central debe ser la socialización y no la remuneración. Para ello la tarea hoy es organizar a las mujeres de la clase trabajadora, desarrollar el feminismo clasista, incorporar estas demandas a las luchas de las y los trabajadores y luchar contra el capitalismo patriarcal. Asimismo, organizarse y tomar conciencia para erradicar el machismo de la vida familiar, social, laboral y organizativa.
Para emancipar a la mujer, debemos transformar la sociedad
A socializar el trabajo doméstico
Catalina Rojas Bes militante de la la Asociación Intersindical de Trabajadoras y Trabajadores Clasistas, AIT.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.