Marielle Franco creció en una favela y estudió sociología. La muerte violenta de una amiga la despertó y la convirtió en una activista por los derechos humanos y contra el abuso policial. Era una mujer negra, feminista, lesbiana, madre soltera. Era concejala de Río de Janeiro y denunció la militarización como política de seguridad. Hoy Brasil llora a una líder.
Dijo Marielle Franco horas antes de ser asesinada, en la «Roda de conversa Mulheres Negras Movendo Estruturas». Desde el 2016, Marielle era parlamentaria: era una mujer negra, de la favela, madre soltera, lesbiana, feminista, militante, que había llegado a ser parlamentaria. Esa noche, en la Casa das Pretas, seguro que también se refirió a acompañar el lanzamiento del Calendario del Iporinchê, previsto para la semana próxima, una iniciativa del Iporinchê Salão de Belezas Negras para el fortalecimiento de la autoestima y la identidad afrodescendiente.
Marielle se había pintado el pelo de rubio.
– Negona, ahora estoy criloira (‘negrubia’) como vos, porque nosotras podemos ser lo que queramos, le dijo a su amiga Carolina Rocha.
Su pelo envuelto en turbantes de colores se levantaba como una bandera dentro de la Cámara Municipal de Concejales de Río de Janeiro. Generaban comentarios de los que no entendían su simbolismo y lo folklorizaban. «Vivir en un turbante es una forma de pertenencia. Es juntarse con otro ser diaspórico que también vive en un turbante y, sin tener que decir nada, saber lo que costó y lo que aún hoy cuesta llevarlo. Tuvimos que esconderlo, escamotearlo, disfrazarlo, negarlo. El turbante colectivo que habitamos fue constantemente racializado, invadido, desacralizado, criminalizado», como describió Ana Maria Gonçalves.
Hace un año, ella había denunciado en las redes sociales que la policía del aeropuerto de Brasilia le había revisado hasta su pelo durante una pesquisa «aleatoria».
-¡Tocaron mi corona!
La cabeza de Marielle, cubierta de ancestralidad, de ideas de igualdad racial, social, sexual y de género, era el blanco de sus enemigos políticos.
-Van a tener que soportar que las trans, lesbianas y negras ocupemos todos los espacios sin ser violentadas ni violadas.
Gritó Marielle en la tribuna de la Cámara Municipal, el 8M, cuando un hombre se asomó a las galerías para interrumpirla y defender la dictadura militar.
A la salida de aquel evento en la Casa das Pretas, antes de las diez de la noche del miércoles 15, un Cobalt color plata la siguió durante cuatro kilómetros. Recibió cuatro tiros directo a la cabeza. Callaron su grito. La Policía trabaja con la hipótesis de crimen por encargo. Los movimientos sociales le apuntan la fuerza policial.
Marielle Franco tenía 38 años. Le decían «cría de la Maré» porque era nacida y criada en ese complejo de favelas del norte carioca.
Fue madre a los 19, la misma edad que hoy tiene su hija. Decía que había caído en las estadísticas -de embarazo adolescente- pero que luego había logrado escapar -cuando pudo entrar y terminar la facultad-.
-Mataron a mi madre y a 46 mil electores más! Seremos resistencia porque fuiste lucha- escribió su hija en Twitter.
Marielle Franco se recibió de Socióloga en la Pontifícia Universidade Católica de Rio de Janeiro, donde logró ser becada. Había sólo dos alumnas negras -en un país donde el 54,9% de las personas se reconocen como negras y pardas-. Luego hizo un master en Administración Pública. Su tesis, «UPP: el reducir la favela a tres letras», analiza las problemáticas Unidades Policiales de Pacificación instaladas en las comunidades desde el 2008. Fue profesora, trabajó en el Centro de Acciones Solidarias de Maré (Ceasm) y la Brasil Foundation. Afiliada al Partido Socialismo y Libertad (Psol), coordinó la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos y la Ciudadanía de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro.
Su militancia por los derechos humanos y contra la violencia policial empezó casi al mismo tiempo que se convertía en madre, que entraba en la universidad y que una de sus mejores amigas moría víctima de un bala perdida por una pelea, en su barrio, entre policías y narcotraficantes.
En 2016 se postuló por primera vez a concejal y venció con 46.502 votos, fue la quinta más votada en su ciudad. En la Cámara, fue una de las siete mujeres entre los 51 concejales. Presidió la Comisión de Defensa de las Mujeres.
«Todos tienen que saber lo que pasa en el barrio de Acari: el Batallón 41° de la Policía Militar aterroriza a los vecinos. Esta semana dos jóvenes fueron asesinados y tirados a una fosa. La policía recorre las calles y amenaza. Esto pasa desde siempre, pero tras la intervención militar todo está peor», publicó la concejala en su Facebook el 10 de marzo.
Los datos del Instituto de Segurança Pública brasileño registraron que, en 2017, la Policía Militar de Río de Janeiro mató a mil personas, casi 3 por día. Por cada 23 ciudadanos muertos, un policía es asesinado. Por eso se dice que esta fuerza es la que más mata y muere en el mundo.
Marielle era la voz contra la violencia institucional y el abuso policial en las favelas, y era el apoyo a sus víctimas. Aquel mensaje denunciando lo que pasaba en la comunidad de Acari fue apenas se puso en marcha un decreto presidencial de febrero pasado que avala la intervención militar en la provincia de Río de Janeiro para garantizar el orden público.
Aunque las comunidades periféricas de Río y de otras provincias siempre sufrieron intervenciones de las fuerzas armadas, esta es la primera vez que la acción tiene este alcance y que pone a un militar a cargo de la seguridad pública.
Para fundamentar esta política, Michel Temer se escuda en un recurso avalado por la constitución brasileña pero que nunca se aplicó en democracia. Está destinado a proteger al país ante un colapso social. Esta es una de las primeras acciones del flamante Ministerio de Seguridad Pública, que también tiene a un general del Ejército al frente.
Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se opusieron a esta intervención. Un día antes del asesinato de Marielle, estos organismos firmaron comunicado conjunto: expresaron preocupación por la autoridad que ganaban las fuerzas armadas y la violación a los derechos humanos que potencia, sobre todo ante las personas pobres y afrodescendientes. Instaron a Brasil a enfocarse en desarrollar políticas públicas con enfoque integral y de reinserción social, y a evitar acciones represivas y de criminalización. En el comunicado, las autoridades recordaron que en octubre de 2017 Brasil modificó su código penal militar para permitir que los homicidios dolosos cometidos por agentes de las fuerzas armadas sean juzgados por tribunales militares.
Marielle Franco criticó la intervención militar miles de veces, siempre señalando los intereses políticos que había detrás y también su ineficacia. Relacionaba esas intervenciones policiales truculentas contra la población de las favelas con la necesidad de conquistar votos de la clase media a cambio de promesas de seguridad. Denunciaba también la falta de políticas relacionadas con educación, cultura y recreación en las comunidades.
El 28 de febrero la concejala fue elegida relatora de una comisión que iba a fiscalizar la intervención.
Marielle fue asesinada en el momento menos pensado, como tantas víctimas a las que representaba. Esa noche también mataron a otro hombre de origen pobre, Anderson Pedro, que manejaba el auto.
Más de diez ciudades en Brasil, además de Buenos Aires y Santiago de Chile, ya hicieron actos exigiendo justicia por Marielle. Asistentes al Foro Mundial Social le dedicaron un minuto de silencio en Salvador, Bahía. En el parlamento europeo, más de 50 diputados le hicieron un homenaje y pidieron la suspensión inmediata de las negociaciones para un acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur debido a lo ocurrido.
Entre sus ministros, Michel Temer encasilló la muerte de Marielle Franco como un emblema de la violencia social que amerita la militarización de Río de Janeiro.
Un día antes de ser asesinada, Marielle Franco publicó en su cuenta de Twitter, en referencia a otro homicidio de un joven negro a manos de la policía de Río: «¿Cuántos más tendrán que morir para que esa guerra termine?»