Marisa del Campo Larramendi nació en 1957. Se licenció en CC de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó en varios periódicos locales. Después de una estancia de dos años en Inglaterra, estudió teoría y técnicas narrativas en la Escuela de Letras de Madrid. En la actualidad imparte talleres de narrativa y coordina […]
Marisa del Campo Larramendi nació en 1957. Se licenció en CC de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó en varios periódicos locales. Después de una estancia de dos años en Inglaterra, estudió teoría y técnicas narrativas en la Escuela de Letras de Madrid. En la actualidad imparte talleres de narrativa y coordina una tertulia literaria. Por otro lado, escribe obras de teatro y dirige y actúa en una compañía teatral. Comenta la actualidad socio política en su muro de Facebook. https://www.facebook.com/marisa.delcampolarramendi
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Nos habíamos quedado en este punto. Uno de sus textos clásicos, uno de los textos más conocidos de Sacristán es su presentación del Anti-Dühring. Hablaba antes de ella, decía que era un hueso difícil de roer. Leída ahora, 55 años después, ¿qué le llama más la atención… si algo le llama la atención?
El texto de Sacristán está muy bien construido y sabe perfectamente adonde quiere llegar desde un principio, aunque el lector en ese inicio todavía lo ignore. Parte de un camino que podemos llamar «histórico-filológico», tuerce por una senda «filosófica», para enfilar la conclusión a través de una vereda «histórico-política». Dejémonos llevar de la mano del autor.
Comenzamos con el detonante histórico: un mediocre profesor escribe un libro de cierto éxito. Dirigentes de la socialdemocracia alemana se asustan de la posible influencia de Dühring y piden a Marx y a Engels una respuesta. El encargado de responder con la aquiescencia de Marx -e incluso supervisión y colaboración- será un Engels muy poco predispuesto a la tarea. Metido en harina, Engels descubre el motivo del éxito de un libro tan mediocre: es la primera exposición introductoria al «socialismo», y también se da cuenta del peligro: es una vuelta a la fundamentación utópica y moralista del movimiento obrero. Como dice Sacristán, la tarea de Engels en el Anti-Dühring es aclarar: «como el fundamento del socialismo moderno no es la voluntad moralista, sino el conocimiento de la realidad». Esta afirmación permite a Sacristán torcer por la senda «filosófica» a través del indicador «concepción del mundo».
Pero, ¿qué es una concepción del mundo? Sacristán responde: no es un saber, no es ciencia positiva: «es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto» y contiene proposiciones no resolubles por métodos «positivos»» ¿Por ejemplo?: la existencia de Dios, el sentido de la vida, la infinitud del universo… Las concepciones del mundo carecen de las dos características básicas del conocimiento científico: la intersubjetividad y la capacidad de hacer predicciones. Esto no quiere decir que una concepción del mundo no pueda buscar en la ciencia su fundamentación. ¿Por ejemplo?: el marxismo, que se declara materialista e inmanentista.
Pero también se declara algo más: dialéctico. Y aquí entramos en el bosque y conviene ir despacio.
Tan despacio como desees.
Quitémonos la mochila, saquemos la tortilla y mastiquemos con cuidado: no hay ciencia de lo particular; el método científico es reductivo-analítico y en su proceso de abstracción prescinde de lo cualitativo, «Con este conocimiento se pierde una parte de lo concreto: precisamente la parte decisiva para la individualidad de los objetos»; la dialéctica es cualitativo-sintética y su campo es esa individualidad, las llamadas «totalidades concretas». Como resume Sacristán: «El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científico (y en esto es el marxismo un materialismo)». ¿Todo solucionado? ¿Hemos salido del bosque y, tras tumbarnos un rato al sol en la hierba, podemos bañarnos en el rio? Pues no, porque en la concepción dialéctica del Anti-Dühring no todo el monte es orégano.
Tanto es así que Sacristán afirmará que en el Anti-Dühring son frecuentes las aplicaciones impropias de la dialéctica -el ejemplo que pone es el del cálculo infinitesimal. Estas aplicaciones impropias llevan a Engels a dos errores: primero, una definición vacía de la dialéctica que le aleja del principio fundamental de ella: «análisis concreto de la situación concreta»; segundo, olvidarse del «principio de la práctica», lo que le conduce a una solución idealista de la escisión entre el saber filosófico o concepción del mundo y la ciencia.
¿Culpable Engels de asumir «algunas actitudes metodológicamente regresivas y paralizadoras de la ciencia»? Sí.
¿Hay pues un «engelsismo» naturalista e ingenuo que lastra ciertas corrientes del marxismo? Atención a la respuesta de Sacristán: «La inmadurez del pensamiento de Engels, al menos en lo que hace referencia a la relación entre concepción comunista del mundo y ciencia positiva de la naturaleza, se encuentra sin duda también en Marx».
Y ya nos vamos acercando de la mano de nuestro experto guía de montaña al camino histórico-político y a la conclusión.
Vayamos a ella.
Vayamos. Si la concepción comunista del mundo no puede ser un sistema filosófico, tampoco puede ser inmutable «sino que tiene que cambiar de lenguaje y de arranques fácticos en la medida en que cambian el conocimiento y la sociedad humana que conoce. El marxismo es, en su totalidad concreta, el intento de formular conscientemente las implicaciones, los supuestos y las consecuencias del esfuerzo por crear una sociedad y una cultura comunistas. Y lo mismo que cambian los datos específicos de ese esfuerzo, sus supuestos, sus implicaciones y sus consecuencias fácticas, tienen que cambiar sus supuestos, sus implicaciones y sus consecuencias teóricas particulares: su horizonte intelectual de cada época». Debemos pues excluir toda fijación dogmática si «queremos llevar y mantener el socialismo a una altura científica»
Y ahora atención a las palabras de Sacristán:
Que todo esto haya estado insuficientemente claro en el desarrollo -no en la formulación general, como prueba la insistencia, en el Anti-Dühring, en negar que tenga sentido concreto hablar de «verdades absolutas y eternas»- para Engels y seguramente para Marx, parece fuera de toda duda. Como también debe estarlo, por otra parte, que las perjudiciales consecuencias que ello ha tenido para el marxismo son menos imputables a Engels que a las vicisitudes del movimiento obrero y de la construcción del socialismo en la URSS…
A buen entendedor pocas palabras bastan.
Ya podemos quitarnos la botas de montaña y meter los pies en el rio en el que no nos bañaremos dos veces. Explicitar la concepción comunista del mundo:
Es una tarea esencial al pensamiento marxista, tarea que este debe replantearse constantemente. Seguramente más en «el análisis concreto de la situación concreta», horizonte en el que se hace operativa la dialéctica marxista, que en las laxas exposiciones de conjunto, progresivamente vacías a medida que se alejan de la ciencia positiva y de lo concreto.
En cuanto al ecologismo, ¿cuándo y por qué empieza a interesarse Sacristán por estas temáticas entonces bastante novedosas en nuestro país?
Acabamos de traer a colación de la introducción al Anti-Dühring la siguiente cita:
El marxismo es, en su totalidad concreta, el intento de formular conscientemente las implicaciones, los supuestos y las consecuencias del esfuerzo por crear una sociedad y una cultura comunistas. Y lo mismo que cambian los datos específicos de ese esfuerzo, sus supuestos, sus implicaciones y sus consecuencias fácticas, tienen que cambiar sus supuestos, sus implicaciones y sus consecuencias teóricas particulares: su horizonte intelectual de cada época.
El particular «horizonte intelectual» del pensamiento de Sacristán sufre un cambio de «datos específicos» con el Mayo del 68 y la invasión de Checoslovaquia. En especial este último hecho significó para Sacristán un verdadero fin de época. A partir de entonces, inicia una revisión de la tradición emancipatoria de inspiración marxista que, como buen seguidor de Marx y de Lenin, había de pasar por «el análisis concreto de la situación concreta». De esta reflexión sobre «lo que hay», sacará varias consecuencias, la fundamental: la derrota del movimiento obrero que se había desplegado a lo largo de todo el siglo XX. Sacristán, en su pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad, buscará focos de resistencia a la victoria del capital más allá -o más acá- del movimiento obrero. Los encontrará en los llamados movimientos o temas post leninianos o leninistas. Como dijo de él Francisco Fernández Buey: «Manolo Sacristán fue sobre todo un comunista marxista constantemente atento a las novedades del mundo en que vivió… Quiero decir, no atento a las modas del momento, que eso importaba muy poco, sino a los cambios de fondo, a los cambios moleculares, a las tendencias socioculturales que él creía que apuntaban en un sentido nuevo».
Uno de esas tendencias sería el «ecologismo» que versaba sobre las cuestiones en que la sociedad industrial capitalista interfiere con la naturaleza. Al parecer, Sacristán a esta temática quería darle el nombre de sociofísica.
Se la dio en un informe que presentó a Grijalbo para una nueva colección de divulgación científica.
Apuntaré el dato, gracias Salva. Ya desde principios de los setenta, Sacristán percibe las consecuencias amenazadoras para el equilibrio ecológico del planeta del modelo de desarrollo industrial. Recuérdese que el primero de los informes al Club de Roma sobre Los límites de crecimiento se publicó en 1972. A lo largo de toda la década, Sacristán llevará una amplia actividad «ecologista», tanto a nivel práctico -su participación en el Comité Antinuclear de Cataluña CNC-, como teórico, en especial en las revistas Materiales y Mientras Tanto, que son sin duda de las primeras publicaciones en España que destacaron el peligro del «mito del progreso» y la civilización industrial, y trataron de combinar la problemática ecológica con la tradición emancipatoria marxista.
Texto fundamental en este aspecto es «Comunicación a las jornadas de ecología y política» publicado en 1979, en el primer número de la revista ya mencionada Mientras Tanto. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=978829
Lo publicó también Zona abierta,no era un texto fácil. ¿Cómo caracterizaría el ecocomunismo de Sacristán?
La «mezcla» o integración entre ecologismo y comunismo no era imposible como la del agua con el aceite, pero tampoco era tan fácil como la del café con el azúcar. Las afinidades electivas que entre ellos pudieran haber tenían que ser descubiertas y las oposiciones entre ellos limadas. Sacristán emprendió esta labor de convergencia entre la ecología y el comunismo desde mediados de los setenta hasta su muerte.
En lo que se refiere al ecologismo, Sacristán argüirá que este debería abandonar sus veleidades «neo románticas», tanto en la creencia de una naturaleza Madre, buena y providente, como en la defensa de un pasado arcádico que nunca se dio; atemperar sus críticas a la ciencia, dejando de concebir la estructura científico tecnológica como un mal en su totalidad, sabiendo distinguir dentro de ella las tecnologías destructivas de las que no lo son; y considerar como algo fundamental la cuestión del poder político, en particular el estatal.
Dentro del comunismo un primer aspecto que creyó prioritario abordar fue la supresión de todo «milenarismo». Como el mismo Sacristán explica:
Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad.
Como en un juego de muñecas rusas o en un seto vivo de senderos entrecruzados, este primer aspecto entraña o nos conduce a otro: para el marxismo la revolución significaría la liberación de las fuerzas productivas aherrojadas por unas relaciones de producción basadas en la explotación del hombre por el hombre y la apropiación privada del excedente. Sin embargo tal concepción de la revolución ya no puede ser defendida pues en buena parte las fuerzas productivas se han transformado también en fuerzas destructivas, y su total liberación implicaría la ruina ecológica del planeta.
Esta segunda revisión, dirige nuestra atención a un factor fundamental: el sujeto revolucionario.
Ahí es nada: ¡el sujeto de la revolución!
Aquí Sacristán va a tocar aspectos significativos y hasta contrapuestos entre sí: uno, somos biológicamente la especie de la hybris y «Hemos de reconocer que nuestras capacidades y necesidades son capaces de expansionarse hasta la autodestrucción»; dos, dadas las circunstancias complejas de la actual sociedad industrial el sujeto revolucionario no debe «liberar las fuerzas productivas sin más, ni simplemente coartarlas» gracias a una autoridad «burocrática y platonizante»; tres, esta compleja labor exige un cambio en la consideración del sujeto revolucionario: ni un Prometeo encadenado «cuya liberación se entendía como una expansión ilimitada de disposiciones, facultades y operaciones», ni un hombre fáustico absolutizador de la acción, sino «más inspirado en normas de conducta de tradición arcaica. Tan arcaica, que se puede resumir en una de las sentencias de Delfos: «De nada en demasía»»; cuatro, el sujeto revolucionario – la clase obrera – tendrá que basar su autoconciencia no solo en la negación clásica del sistema capitalista, «sino también en la positividad de su condición de sustentadora de la especie, conservadora de la vida, órgano imprescindible del metabolismo de la sociedad con la naturaleza».
No se le escapaba a Sacristán la dificultad de hacer converger estas dos corrientes… y no solo a nivel teórico, sino también «práctico». Y así contaba:
Todos los que trabajan en ambiente obrero hemos tenido experiencia de lo difícil que es. Por ejemplo yo me he encontrado con la respuesta espontánea de cuadros obreros militantes y combativos ante la idea de que el automóvil privado es algo seguramente de necesaria eliminación: «es ahora que los obreros podemos tener coche que los teóricos descubrís que el coche es malo»… Es una frase absolutamente llena de realidad y sumamente respetable. Eso no se puede tirar por la borda. Es una cosa muy seria la frase.
A pesar de ello y sin olvidar la realista cuestión del poder y del estado, Sacristán reivindicaba que
se debe intentar vivir una nueva cotidianeidad, sin remitir la revolución de la vida cotidiana a «Después de la Revolución»…no se puede seguir hablando contra la contaminación y contaminando intensamente.
En cuanto a sus textos y conferencias de política de la ciencia, ¿alguna cosa que quiera destacar de estos materiales?
Sacristán parte de dos constataciones: una
En este final de siglo estamos finalmente percibiendo que lo peligroso, lo inquietante, lo problemático de la ciencia es precisamente su bondad epistemológica… Si los físicos atómicos se hubieran equivocado todos, si fueran unos ideólogos pervertidos que no supieran pensar bien, no tendríamos hoy la preocupación que tenemos con la energía nuclear. Si los genetistas hubieran estado dando palos de ciego, si hubieran estado obnubilados por prejuicios ideológicos, no estarían haciendo hoy las barbaridades de la ingeniería genética; dos, «la ciencia en su acepción moderna tiene la consecuencia de que nuestra «epistéme» no es simplemente saber teórico, conocimiento desinteresado, sino fuerza activa en la producción de la vida social y en su reproducción, y al mismo tiempo poder destructivo.
Partiendo de estos dos hechos, Sacristán aventura la hipótesis de que
Ahora, seguramente, está mucho más fundada que en 1867 la hipótesis de que antes de que se produzca una revolución social, en un sentido profundo de la palabra «revolución» (por eso digo social), se pueda producir el desastre físico. De lo que ya no hay, creo yo, garantía nada suficiente -garantía nunca la hubo, pero ahora ni siquiera psicológica- es de que el proceso social se pueda adelantar al socio-físico de destrucción de nuestro marco vital por las fuerzas productivas en curso.
Si esta hipótesis en el momento en que fue emitida pudo haber sido tildada de pesimista, en la actualidad solo cabe calificarla de premonitoria. Hace pocas fechas, la ONU ha emitido un informe que alerta de una catástrofe ambiental para 2050: la aparición de «super bacterias» por la contaminación y la devastación del Ártico por el cambio climático serían las causas de «millones de muertos».
Ahora, como en tiempos de Sacristán, hablar de «filosofía» de la ciencia es hablar de una «política» de la ciencia. Y hablar de una política de la ciencia es hablar de cómo controlar el aparato científico técnico antes de que el proceso «socio-físico» de destrucción de nuestro marco vital se haya hecho irreversible. Para Sacristán esa política socialista de la ciencia -comunitaria y no autoritaria- debía inspirarse en «el principio del mesotes, de la cordura, de la mesura» y supondría una verdadera ruptura con el modo de producción y de consumo de las sociedades industriales avanzadas. Aquí el nudo gordiano se aprieta al límite: por un lado, la catástrofe socio física se puede adelantar e impedir el cambio social; y por otro es necesario el cambio social para impedir la catástrofe socio física.
Justo -y penoso- es reconocer que en esta carrera por ver quién llega antes en la historia: la catástrofe sociofísica o el cambio social, la primera parece llevar una gran ventaja, en la actualidad bastante mayor de la que ya llevaba en tiempos de Sacristán.
El reciente Informe sobre el Medio Ambiente de las Naciones Unidas lo confirma .
En efecto. El capitalismo se ha extendido a todo el mundo y la globalización lleva hasta el último rincón del planeta la ley del benéfico y la acumulación de capital; el complejo tecno científico ha escapado de las fronteras estatales y ya solo una autoridad internacional podría controlarlo; la sociedad de consumo lejos de reducirse se está ampliando con la irrupción de una nueva clase media en los países emergentes deseosa de los mismos estándares de vida depredadores que occidente; los estados «imperiales», inmersos en una dura competencia internacional por los mercados, empujan y promocionan la investigación tecnocientífica en un sentido cada vez más destructivo; la famosa «fracción sacristaniana», cuyo denominador es la potencia científica y el numerador el control ciudadano, y cuyo índice de dominio sobre el complejo tecno científico pasaría por aumentar el numerador, parece ya insuficiente, si no implica también una reducción del denominador; la percepción «popular» de la capacidad destructiva de ciertas tecnologías se ha perdido en gran parte, es más reina como sentido común de la época que la tecnología resolverá los problemas «ambientales» sin necesidad de transformar nuestro modo de producir y consumir: el coche eléctrico como solución de recambio al coche de motor de explosión – ¡pero siempre el coche! – o la fusión fría o el hidrógeno o el superequis como nueva fuente de energía inagotable y limpia que sustituya al petróleo – ¡pero siempre la desmesura en el gasto energético!-; por último, no porque no haya más, sino para no extendernos en demasía, ni deprimirnos del todo, la automatización y robotización están transformando el proceso de producción en un sentido del que todavía no conocemos todas las consecuencias, no solo en la propia estructura y composición del factor trabajo, sino en la propia base del sistema capitalista: la ley del valor.
Si Sacristán gustaba de decir que había que pintar la pizarra de la realidad tan negra como era para que así resaltara más el trazo de tiza blanco de la alternativa, no cabe duda de que la negrura en la actualidad es más que considerable, el problema es que no está nada claro, no ya si poseemos una alternativa, sino si nos queda siquiera un trozo de tiza en la mano. En cualquier caso, estamos obligados a intentar pintar algo… aunque sea con el dedo. Debemos pues actuar como si creyéramos que otra política de la ciencia y otro mundo es posible, aunque solo sea porque estamos convencidos de que de seguir así lo que dejará de ser posible es «el mundo».
Tomemos un último respiro.
Respiremos.
PS. Un comentario de Joaquín Miras a la entrevista anterior, a la segunda parte:
Muchas gracias, Salvador. Esta intelectual es muy aguda y a la par muy buena conocedora de Sacristán. Dos cosas en matización
En primer lugar, destacar que Sacristán es el filósofo catalán más importante, más potente… desde Balmes; puede parecer una boutade, pero si lo es, pues se ponen nombres y se me llama memo.
Y el segundo, a la par con Ortega de España en la segunda mitad del siglo XX. Más que en primer lugar, es un introito. El primer lugar es qué es lo que lo hace ser un personaje desconocido. Pues el tipo de organización del que se dota la izquierda, a cuyo proyecto él se vincula. Toda persona que tenga interés intelectual debe separarse de ese tipo de organización habitual. No tiene lugar, ni tarea. Si se lo busca es como guinda de pastel y firmante de manifiestos. el tipo de intelectual habitual de ese tipo de organización institucional, que tiene como fin instrumentar la sociedad -«por su bien»- para alcanzar las instancias gubernativas, no tiene tiempo para la reflexión teórica, y sabe además que esa es inútil para sus fines. la conspiración, la coalición entre minorías cooptadas, el tejer redes clientelares, etc. es su trabajo fundamental. Y, si son diligentes -pueden ser y a menudo son vagos- ese trabajo implica mucho tiempo. Una persona como Sacristán no puede medir su capacidad de hacer política -una palabra que asume significados contradictorios- con la de estos otros. Creo que ese Sacristán, que, proyectándose en Lukács, dice ser no muy listo en habilidades… en «habilidades», políticas, expresa un fondo de retranca… una retranca que ha superado por entero en el artículo sobre el quinto congreso del PSUC, cuando escribe en… ¿Diario Mundo [El País]? que ha sido una rebelión de las bases, pero que al día siguiente, los profesionales de la política volverán a tener la sartén por el mango, porque los trabajadores volverán al tajo mientras que los otros tendrán expedito el camino a lo suyo-de-siempre. No fue «al día siguiente», fue en el mismo congreso, que, como el perfume de Chanel era el numeró cinco. La base sublevada contra la dirección era masiva y las delegaciones contrarias a la dirección en mayoría. Pero…quienes se hacen con la posibilidad de representarlas, pactan en la habitación de los acuerdos-con-puñales, que el nuevo CC constará de tres partes. Tres es el número de la divinidad y era el de los sectores de profesionales «comientes» de la política. Y así se pacta. Entre caballeros rufianescos o rufianes entre ellos caballerosos… aunque a la semana siguiente dos de esos grupos se cargan al que asentaba su culo sobre la mayoría, pero no como expresión de sus aspiraciones… El otro día escuché un muy buen e informado resumen sobre las maniobras de Nuet, que tiene la firma del PCC, organización que ya no tiene militancia -sus militantes son de comunistespuntcat- pero que no se ha disuelto supongo que como sujeto mercantil, y que tiene 2 millones 300 mil euros y 19 locales… y solo un administrador… Pero esto no es lo importante ahora. Lo importante es que escuché que hace unas semanas -la que sea- la gente de EUiA -hoy otro cadáver, para liberación de algunos como yo- trató de sacar a debate lo que sabían que estaba haciendo -nada indecente, en sí mismo, uno se va a donde se quiere ir, pero no utilizando plataformas de gentes, claro-. Y fueron los que comen de la cosa, los Mena, etc, quienes dijeron que-no-que-no, que eso ya lo resolverían ellos hablando con Nuet….o lo el coletas y el otro… No se puede ser orgánico de estos órganos y no ser un vendedor profesionalizado de humo. Se te comen, porque no te necesitan. Y Sacristán lo supo, y ya lo sabía cuando se muere. El estudio, la reflexión son fundamentales para un proyecto alternativo. Pero ese no pasa por ese tipo de organizaciones, que son consecuencia y resultado de su fracaso, del fracaso de movimientos de masas organizados, imprescindibles para su existencia, o de la debilidad e incipiencia de los mismos, lo que permite a los ganapanes profesionales subirse al carro y domeñar la cosa.… Sacristán añade reflexión de la buena a todo esto cuando critica la concepción de la estrategia, que esta amiga cita , la carta a Lacalle… y ahora ya me repito, pero en serio, volviendo a una idea del otro día: puede ser que esto que expreso sea una ingenuidad hilarante. De serlo, vale, pero entonces, nosotros, todos nosotros y todo el estudio y reflexión nuestra, es inútil. No somos necesarios, no se nos necesita.
Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Marisa del Campo Larramendi sobre Manuel Sacristán (I). «De Sacristán quiero destacar su compromiso político de militante comunista en pro de una humanidad emancipada» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253843
Segunda parte. Entrevista a Marisa del Campo Larramendi sobre Manuel Sacristán (II). «Sacristán nunca quiso ser un académico al uso, sino un intelectual en el sentido gramsciano, orgánicamente ligado a los de abajo» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=254122
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