El modelito de sembrar odio y confrontación desenfrenada entre los ciudadanos, no es nuevo en Colombia. Existen responsables de la agresión ante la oficina y los comuneros golpeados en la sede del Consejo Regional Indígena del Cauca ( CRIC). El modelo de violencia es y ha sido per omnia saecolurum, ( durante todos los siglos […]
El modelito de sembrar odio y confrontación desenfrenada entre los ciudadanos, no es nuevo en Colombia. Existen responsables de la agresión ante la oficina y los comuneros golpeados en la sede del Consejo Regional Indígena del Cauca ( CRIC). El modelo de violencia es y ha sido per omnia saecolurum, ( durante todos los siglos de los siglos), Colombia no se escapa ante el distintivo de la violencia política impuesta ante el pronunciamiento e inconformidad de los sectores populares y en este caso, hacia la comunidad indígena del Sur-occidente: unas veces de manera colectiva y otras de incidencia individual.
En Colombia gran parte de dirigencia política estigmatiza hasta el cambio de una simple hoja que sin son, ni ton cambia, ¿Qué podremos esperar de un estado ante los cambios que requiere una comunidad? En efecto, una sociedad donde se alimentan escenarios de odios, de ira y perfidia por doquier. Una sociedad que procesa lentamente la semilla del odio, de la ira a espacios de confrontación. Eso, precisamente es lo que ocurrió el 4 de abril ante la sede del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y la afectación de los comuneros indígenas.
¿Quién propicia este odio?
Asunto complejo, pero para no ir en falsas acusaciones, especulaciones, o estipendios mal habidos. En sí, detengámonos de un lado, el modelito del odio no cae del cielo, ni está permanente en la mente de los ejecutores. El odio se siembra bajo la semilla del orden, basada en premisas de autoridad, unilateralismo, segmentación, individualidades para recrearlo hacia componentes sociales: escoger ciudadanos sin rumbo que seguramente que vayan al encuentro posible de un Pater family, que les legitime el ostracismo estatal en que se hallan y sea su abanderado temporal De otra parte, este modelito de «inconformidad» tiene un fin propiciar un caos local; para ir paulatinamente generando una violencia de carácter regional. En ese sentido, los organizadores del modelito del odio, desde sus estrados observan la horda de gente escogida: ciudadanos sin rumbo, sin proyecto colectivo, (un gran empresario no tira piedra hacia las ventanas de una oficina, hace otros asuntos: ordena), hombres seudo-empleados hablando como deslenguados: «estamos secuestrados», frase que se le escuchó a una representante de la Cámara) hombres en la vía reclamando, hasta lo que probablemente no tienen. En la semilla del odio, hay angustia con arengas individuales, ciudadanos abandonados, desenfrenados por lo que no se es, ni se ha sido, es una masa caótica, deambulante ante la autoridad de quien ordena. Allí el orden y el caso se juntan, unos designan y otros cooperan todo para que de la semilla del odio se pase al embrión; hacia una radicalización monopolista ante espacios sociales que reclaman un proyecto de vida, como es el caso de los indígenas del Sur-Occidente. La maldad dirigida y la ira ejecutoriada ante la sede del CRIC, es parte del origen embrionario del modelo de odio impuesto: se representa bajo agresiones a la oficina, hacia los comuneros, bajo arengas sin sentido, desenfrenado una angustia contenida de quienes ven en los indígenas sus enemigos. En este caso, el enemigo no está en la puerta de la sede del CRIC. Para ir paso a paso, es necesario expresar que la semilla del odio no podrá con el origen de unión, dignidad y organización del pueblo indígena. Deseamos que el presidente Duque de Colombia, no siga con su terquedad, no sin antes advertirle que comprenda: la cosmovisión del pueblo indígena que no se rige por el odio, ni la ira, sino por la unidad, identidad y la organización para hacer valer sus derechos territoriales. Que el indígena tiene la paciencia y la determinación que falta en otros lugares.
Al Presidente Duque y sus funcionarios, es importante que solucionen el tema de la minga, se avecina una gran unidad hacia el compromiso político en la defensa de los territorios del pueblo indígena. Sin retoricismo escuchen la Minga y decidan en dialogo, pues los indígenas si tienen que esperar, esperan y si deben actuar, actúan para hacer valer los derechos territoriales y sus planes de vida.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.