Nota de edición: El 4 de junio de 1943 nacía en Palencia Francisco Fernández Buey. Lo recordamos con esta interesante y sugerente entrevista concedida a Miguel Riera en junio de 2010 y publicada entonces en El Viejo Topo bajo el título «Potenciar la red de redes». * Proseguimos aquí la serie de artículos y entrevistas […]
Nota de edición: El 4 de junio de 1943 nacía en Palencia Francisco Fernández Buey. Lo recordamos con esta interesante y sugerente entrevista concedida a Miguel Riera en junio de 2010 y publicada entonces en El Viejo Topo bajo el título «Potenciar la red de redes».
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Proseguimos aquí la serie de artículos y entrevistas dedicados a la refundación de la izquierda. En esta entrevista, el autor de Por una universidad democrática sitúa al movimiento altermundista como la piedra basal de una nueva izquierda para el siglo XXI.
–Parece que casi todo el mundo está de acuerdo en que hay que «refundar la izquierda», pero el acuerdo con frecuencia se desvanece cuando se intenta llenar de contenido esa expresión. ¿Qué elementos te parecen determinantes para que pueda hablarse con propiedad de una refundación de la izquierda?
–La izquierda viene refundándose, desde hace aproximadamente una década, en lo que se ha llamado movimiento alterglobalizador o altermundista. Ahí, en este movimiento de movimientos, están ya representados los sujetos del cambio. Ahí se ha ido bosquejando también lo que podría ser el programa para cambiar el mundo de base. Y ahí hay también una amplia red de redes para la configuración de una izquierda mundial.
Lo que falta ahora es dar forma política organizada a todo ese movimiento social y encontrar la palabra nueva y compartida para hacer frente a la barbarie existente.
-¿Y entonces cuál es papel de la actual izquierda política?
–Primero potenciar el movimiento altermundista y, con él, los movimientos sociales críticos del neoliberalismo y alternativos al capitalismo salvaje realmente existente. Aunque ahora esté pasando por un bache, el movimiento altermundista es, junto con algunos de los procesos políticos latinoamericanos, el obstáculo más serio con que ha topado el capitalismo en los últimos tiempos (aparte, obviamente, de sus propias contradicciones). Creo que si no se desarrolla a fondo este movimiento social global no se puede ni hablar de recuperación de la izquierda política, al menos en los países ricos del mundo.
La izquierda política tradicional, la formada por los partidos socialistas y comunistas, para entendernos, hace tiempo que se declaró insolvente para cambiar el mundo de base o que quedó desfasada. La izquierda verde que surgió en Europa a finales de los setenta con la pretensión de ser una nueva izquierda alternativa ya no se diferencia en nada sustancial de la otra a la hora de la verdad. Deduzco de ahí que no son los movimientos sociales los que tienen que aprender de los partidos organizados, como se dice a veces, sino éstos los que tienen que aprender del tipo de actuación de los movimientos sociales de los últimos veinte años.
Y luego, una vez aprendido que la izquierda política no está para «encauzar» movimientos sino para potenciarlos fundiéndose con ellos, lo que habría que hacer, en mi opinión, es reinventar un tipo de organización sociopolítica lo más parecido a lo que fue la Primera Internacional.
-¿Ese planteamiento implicaría una refundación previa de la izquierda política?
–Depende de lo que se entienda por refundación. Desde hace ya bastantes años la izquierda política, sobre todo en Europa, ha seguido un camino inverso al que exigía el proceso de globalización en curso: en vez de acentuar el carácter internacionalista y mundialista con el que nació, la izquierda política organizada se volvió sobre sí misma, disolvió los lazos internacionales que tenía y se hizo cada vez más localista y particularista. Esto ha afectado también a los principales sindicatos, que por lo general, y con algunas excepciones, vienen limitándose a la defensa de los intereses de lo que antes se llamaba «aristocracia obrera», país por país.
En esas condiciones la izquierda política y los sindicatos a ella vinculados han quedado completamente desarmados para hacer frente a los poderes que hegemonizan el proceso de globalización. Tal como está configurada ahora, la izquierda política puede conseguir quizás ciertos éxitos temporales en las elecciones en tal o cual país, pero prácticamente no tiene nada serio que oponer a los organismos internacionales que dominan en el mundo actual. Esto era ya patente hace un montón de años, cuando en Italia, por ejemplo, se creó Refundación Comunista, pero se ha hecho meridiano durante la última crisis.
Para decirlo de manera que me pueda entender todo el mundo: en este momento no sólo el gran capital sino incluso una institución tan decadente y envejecida como la iglesia católica u organizaciones no-gubernamentales nacidas hace cuatro días tienen más vínculos y más presencia internacional que la izquierda política. Lo cual es nefasto para los trabajadores del mundo y es una ridiculez de dimensiones históricas, sobre todo teniendo en cuenta que esta izquierda de la que estamos hablando nació anunciando la mundialización del capital y declarando que los obreros no tienen patria. Así que, vista la cosa de esta perspectiva, no hay duda de que la izquierda política tiene que refundarse. O resucitar, diríamos algunos…
-Por otra parte, la crisis de los foros sociales es evidente. Si no surge una referencia política clara capaz de forzar avances hacia una transformación real, los entusiasmos se diluyen, y al final cada grupo se dedica a su pequeña parcela. ¿Crees que es posible avanzar en una articulación de los movimientos sociales?
–Desde luego el bajonazo de los foros sociales en este momento es una evidencia. Y es, además, una evidencia llamativa, teniendo en cuenta las características de esta crisis y que el Foro Social Mundial venía anunciándola desde hace años, criticando abiertamente el sistema que la ha producido y propugnando medidas alternativas que ahora podrían aplicarse.
En cambio, no estoy tan seguro de que haga falta ahora una referencia política para impedir que se diluyan los entusiasmos e ilusiones que crearon los foros sociales. Al menos si por «referencia política clara» se entiende alguna forma de partido político parecido a los que hemos conocido hasta ahora, incluyendo ahí, por supuesto, a los que se han llamado «verdes» y «ecosocialistas». La diferencia en ellos entre «política» y «politiquería» no está suficientemente clara y ahí sigue rigiendo la tendencia a la burocratización en cuanto se toca poder (o «podercito»).
Me explicaré mejor: una cosa es la repolitización de los movimientos sociales alternativos, o sea, la conciencia política, que me parece necesaria, y otra, muy distinta, pretender que tal o cual partido con pretensiones electorales es ya un «referente político» de lo alternativo.
No creo que los jóvenes activos en el movimiento altermundista y en otros movimientos sociales vayan a ilusionarse ahora con un referente político de esas características. En primer lugar, porque una parte de estos jóvenes están aún en alguno de esos partidos, y eso les produce, por lo que yo sé, más malestar que ilusión. Y en segundo lugar, porque la gran mayoría de los jóvenes activos en las organizaciones que de verdad se mueven, empezando por el «movimiento de movimientos», no quieren ni oír hablar de tales partidos como referente. Cosa que se comprende: no por la juventud, sino por los errores que hemos cometido quienes hemos estado en ellos.
Si uno se fija en las novedades atractivas que hoy funcionan como referente de la izquierda propiamente dicha en el mundo pronto llega a la conclusión de que son (sobre todo antes de tocar poder) organizaciones sociopolíticas en un sentido amplio, laxo, ligero, más próximas a los movimientos que a los partidos, o combinaciones de las dos formas históricas. Hay dos rasgos que considero claves en estos referentes: la primacía de lo social sobre lo político y el respeto a la diversidad o pluralidad interna.
Precisamente por eso te decía antes que habría que reinventar un tipo de organización sociopolítica parecido al de Primera Internacional. Dar la primacía a lo social sobre lo político es algo que compartieron marxistas y anarquistas, socialistas y libertarios de la primera hora. Lo que el nuevo referente, vamos a decir sociopolítico, mejor que político, tendría que aprender es el respeto a la diversidad o pluralidad de culturas (también de culturas políticas) en el seno de los movimientos y de las organizaciones. Por dos razones. Primera: porque esa falta de respeto fue la tumba no sólo de la Primera Internacional sino de las que siguieron. Y segunda: porque sin ese respeto es inconcebible hoy en día una organización mundial que aspire a un mundo nuevo en un mundo como este, al mismo tiempo tan globalizado y con tantas lenguas, culturas, costumbres y habilidades diferentes y constantemente en contacto.
-Hablas de una organización inspirada en los primeros tiempos de la Primera Internacional. Eso suena a la Quinta Internacional que propuso Samir Amin, una idea que sólo ha encontrado eco, y muy desfigurado, en la Venezuela de Chávez. ¿Crees que es realista pensar que se trata de algo posible?
-Bueno, en realidad la idea de una organización inspirada en la Primera Internacional no es tan nueva. De eso hablábamos ya hace treinta años, en los orígenes de la revista mientras tanto, cuando dialogábamos aquí sobre marxismo y anarquismo con Martínez Alier y con otros amigos libertarios. Y cosas de parecido tenor recuerdo haber leído, también por entonces, en las páginas de El Viejo Topo. Si la memoria no me falla, también Chomsky propuso una variante de esta misma idea hace ya años, cuando estaba naciendo el movimiento anti-globalización. Es cierto que Samir Amin por un lado y Chávez por otro han perfilado de maneras distintas la idea de una Quinta Internacional inspirada en la Primera, pero el hecho mismo de que la idea se haya reiterado, a pesar de las diferencias, es ya indicio de que se necesita algo así. Concretar la idea es difícil, muy difícil. Todo lo que tiene que ver con la superación de las trágicas heridas históricas de la izquierda revolucionaria es difícil y delicado de tratar. Pues eso implica reconocer errores y en algunos casos aceptar la culpa por asesinatos cometidos en nombre de la propia tradición. Pero deberíamos actuar, también en esto, como si fuera posible, tratando de crear las condiciones de posibilidad para una nueva Internacional.
-En tu opinión, ¿cuál sería el primer paso para dar forma política organizada a todo ese movimiento social, como señalabas al principio?
–Lo de la forma política organizada vendría luego. Yo respetaría de momento lo que hay ya organizado en la izquierda alternativa, potenciando, como digo, el movimiento alterglobalizador, la red de redes, y comparando, mientras tanto, esto que hay ahora con experiencias históricas anteriores. La organización alternativa no suele salir de los partidos políticos o sindicatos preexistentes, sino más bien por desarrollo de movimientos sociales potentes que en un determinado momento buscan tener continuidad y que acaban integrando a las organizaciones preexistentes o a gran parte de los afiliados a éstas.
Pienso que este proceso también está ocurriendo ahora y que va a seguir ocurriendo. Izquierda Unida se creó porque había una importante presión movimentista previa (contra la OTAN, antimilitarista, etc.) que coincidió con la crisis de todos, o casi todos, los partidos políticos a la izquierda del PSOE. La peor de las hipótesis en esas circunstancias es que tal o cual de los partidos que formen parte del movimiento amplio, de la red de redes, se crea lo suficientemente fuerte para dar el salto por sí solo a la arena electoral en representación de todo el movimiento. Eso es algo que crea divisiones y desconfianzas que tardan tiempo en curarse.
Por tanto, a la hora de concretar, y antes de entrar en la forma política organizativa, tendríamos que tratar de aclarar los objetivos, los fines, las medidas alternativas que habría que tomar. Siguiendo ese hilo, si es que se acepta seguirlo, podríamos partir de un principio general y, además, generalmente apreciado por todas las corrientes y tradiciones de izquierda que en el mundo han sido. Algo así como: De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades. Creo que todavía hay algunos viejos que recuerdan eso, pero apostaría a que también a los jóvenes sensibles altermundistas les parece bien. Luego, en función de este principio general, y atendiendo sobre todo a las necesidades de las gentes que están en peor situación, podríamos ir concretando algunas medidas que hay que tomar.
En esto de las medidas concretas, y para no inventarse nada desde fuera, seguramente bastaría con repasar lo que han dicho y escrito los teóricos del movimiento altermundista de los últimos años o, si se prefiere, aquellas cosas por las que se han movilizado millones de personas en los cinco continentes. Y, eso sí, habría que ordenar el listado de las reivindicaciones y de las medidas, jerarquizando éstas en función de las necesidades y capacidades de los de abajo: ni explotados (excluidos), sobreexplotados, esclavizados, desempleados, precarios, oprimidos, humillados, ofendidos y desgraciados (y póngase en femenino la parte correspondiente).
-Hablas de «ordenar el listado de las reivindicaciones y de las medidas». ¿Qué propondrías para ir poniendo el hilo en la aguja?
–De las medidas concretas que estaban ya recogidas en la mayoría de los documentos de la izquierda altermundialista y que también han estado en el origen de tantas y tantas manifestaciones, seguramente habría que priorizar, en el plano global, estas cuatro: 1ª Condonación de la deuda externa a los países empobrecidos; 2ª Dedicación del 0,7% del PIB de los países ricos a ayudar a las poblaciones de países en peor situación socio-económica; 3ª Garantía para la soberanía alimentaria de los pueblos y poblaciones afectados por el intercambio desigual; y 4ª Tasación de las transacciones comerciales internacionales y de los flujos especulativos de capitales, dedicando lo recaudado a políticas sociales para mejorar la situación de los desfavorecidos.
Esto supondría, claro está, reestructurar, disolver o abolir los principales organismos económico-financieros internacionales actualmente existentes y, desde luego, democratizar la organización de las Naciones Unidas. Yo veo en la realización de medidas así una de las condiciones de posibilidad, necesaria, para abordar con justicia el asunto de la crisis ecológica global, que es el otro gran problema de la humanidad en la actualidad. Pues la conciencia del problema no basta.
En lo más próximo, en lo local, estatal o regional, una izquierda digna de ese nombre tendría que hablar claro, sobre todo después de lo que hemos visto en la última crisis. Para contactar de verdad con los que quieren otro mundo esa izquierda tendría que decir, creo yo, cosas así:
1º Ninguna reforma del mercado laboral que no venga precedida por la reforma del mercado financiero y por el pago, con intereses, de los daños causados por los especuladores;
2º Ningún tipo de ayuda pública, estatal o ciudadana a bancos, entidades financieras y aseguradoras que no venga precedida por el reparto social de los beneficios previamente obtenidos por esas entidades privadas;
3º Ninguna medida de ajuste y austeridad que no vaya precedida por la reducción de la jornada laboral, la abolición de los trabajos precarios y la puesta en práctica del principio «a igual trabajo, igual salario»;
4º Ningún reparto del trabajo para pobres y desgraciados que no vaya precedido por el reparto equitativo de la riqueza y por una renta básica de ciudadanía;
5º Ninguna ley de extranjería que no venga precedida por el reconocimiento de que los inmigrantes son, en primer lugar, trabajadores y hermanos de los trabajadores del país de acogida.
En ese contexto no debería considerarse aceptable ningún discurso de democratización de nada que no fuera precedido por el ejemplo patente de la democratización de la gestión de las grandes empresas privadas, empezando por la banca y las grandes corporaciones de la información y la comunicación. Toda propuesta de democratización que no empiece por la democratización real de la empresa de quien la hace se considerará, sin más, materia para chistes de El Roto…
Supongo que en cosas así piensa la gente cuando piensa por dónde podría empezar el socialismo del siglo XXI.
Fuente: Entrevista realizada por Miguel Riera y publicada en el nº 269 de El Viejo Topo, junio de 2010, bajo el título Potenciar la red de redes.
Nuestra fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-refundacion-de-una-izquierda-para-el-siglo-xxi/