Nos habíamos quedado en este punto, en las fuentes de información usadas para acusar a Sacristán de homofobia o término-insulto afín. Apuntábamos dos nombres para estar bien informados: Luis Goytisolo y Gregorio Morán. El primero, por implicación directa; el segundo como reconocido estudioso de la historia del partido comunista. Hay más nombres. En Cosas que […]
Nos habíamos quedado en este punto, en las fuentes de información usadas para acusar a Sacristán de homofobia o término-insulto afín. Apuntábamos dos nombres para estar bien informados: Luis Goytisolo y Gregorio Morán. El primero, por implicación directa; el segundo como reconocido estudioso de la historia del partido comunista. Hay más nombres.
En Cosas que pasan [31], el novelista y académico barcelonés señala:
Sin embargo, contrariamente a la versión que corrió por Barcelona en aquel entonces [SLA: y mucho tiempo después, y una y otra vez] y que hasta el mismo Gil de Biedma daba por buena, quien vetó su solicitud de ingreso en el PCE no fue Sacristán sino Miguel Núñez.
El autor de Las afueras, que sorprendentemente ha permanecido en silencio durante años y años sin decir ni pío sobre el tema, dice recordar bien lo sucedido con el asunto de la solicitud de militancia:
Fue a mi a quien Jaime [Gil de Biedma] hizo la petición de ingreso, que yo transmití a la dirección, convencido de que no había problema. Y fue Miguel Núñez quien días después me sacó de mi error, al hacerme saber que la petición no podía ser aceptada. «Los maricones, cuando son detenidos, cantan. Hay precedentes: el caso Landínez», me dijo.
Miguel Nuñez pudo expresarse o no en estos términos (¡quien esté libre de pecado y estupidez que tire la primera piedra!), frecuentes en aquella época incluso en ambientes exquisitos, tolerantes y cuidadosos del lenguaje. Conviene ubicar las cosas en su contexto histórico-cultural. Pero lo que hay detrás de su afirmación, el caso Landínez, no es ninguna tontería ni ningún prejuicio.
Como no se puede hablar de todo, no puedo explicar aquí con detalle la referencia. Morán, el expulsado periodista de La Vanguardia, se refirió con detalle al caso Landínez en unas de sus sabatinas intempestivas. Puede consultarse con provecho [32]. En la reedición de historia del PCE con el título Miseria, grandeza y agonía del Partido Comunista de España (1939-1985) [33] comenta:
A él [Sacristán] se achacó que el poeta Gil de Biedma no fuera admitido en el PSUC porque sus gustos amatorios no eran «proletarios»; acusó a quien luego sería el secretario general del PSUC [Antoni Gutiérrez] de inclinaciones «equívocas» en el terreno sexual, sin entrar en otras consideraciones que le hicieron expulsarle de su casa porque «la contaminaba». También marginó a Manuel Vázquez Montalbán porque sospechaba que tenía concomitancias con la Central de Inteligencia norteamericana (CIA) o con la policía. E igualmente Jordi Solé Tura pertenecía, según él, a un género animal que no puede transcribirse en letras de imprenta en su acepción vulgar. Si todos llevamos dentro un mundo, Sacristán como mínimo contenía dos.
Cita de la anterior edición del libro, la de 1986 en Planeta, a la que, en la nueva edición de 2017, añade:
Véase El cura y los mandarines para conocer todo lo que de falacia tenían estas historias [las cursivas son mías].
Si consultáramos El cura y sus mandarines veríamos que ese todo refiere a todas las historias anteriores. A todas ellas, sin excepción.
Para informaciones complementarias pueden verse los documentales sobre la vida y la obra del que fuera miembro del comité ejecutivo del PSUC dirigidos por Xavier Juncosa: Integral Sacristán, Barcelona, El Viejo Topo, 2005. Pueden verse allí, entre otros, los comentarios de Carme Riera, Xavier Folch y Josep M. Castellet.
Añado por mi parte: decisión, la del PSUC, no homofóbica (más allá de los prejuicios de tal o cual dirigente; quien esté libre de pecado en este asunto que tire la primera piedra: ¡seguro que no hay pedrea!), vinculada con la vida en absoluto clandestina y «muy a la luz» que llevaba el poeta segoviano-barcelonés en aquellos años, y con las dolorosas consecuencias que para los militantes y la organización del Partido de la lucha antifascista tuvo la detención y salvajes torturas a las que fue sometido Luis Landínez.
Gil de Biedma, como se indicó, siguió relacionándose con el PSUC y participó además, unos años más tarde, en 1962, en un encuentro de apoyo a Sacristán (inexistente ruptura entre ellos) celebrado en un restaurante barcelonés de la plaza Real, tras lo sucedido en las oposiciones a la cátedra de lógica de la universidad de Valencia celebradas en Madrid en 1962. Christian Martín Rubio, José Luis Moreno Pestaña y Gregorio Morán han escrito páginas imprescindibles sobre lo sucedido [34].
Los que el profesor de la historia de las ideas políticas de la UNED llama alegatos míos en La observación de Goethe, tal vez sean apologéticos y nada convincentes. En todo caso, no nos ilustra sobre las razones de sus afirmaciones críticas. Pero sea así, si él lo dice… aunque tal vez no sea tan así. No es punto esencial para la discusión.
El texto de continúa en la misma línea y el profesor González Cuevas, rompiendo las bridas de contención, amplía el círculo de los criticados y menospreciados:
No pocos discípulos de Sacristán se han agrupado en torno a la revista barcelonesa El Viejo Topo, que yo leo todos los meses, y a la editorial del mismo nombre. Aquí nuestra «looney left» brilla en todo su esplendor. Daré algunos datos, pocos para no cebarme. La editorial El Viejo Topo ha publicado dos obras del filósofo comunista Domenico Losurdo, Contrahistoria del liberalismo y Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra. En el primero de los libros, interpreta el liberalismo como «una ideología de dominio y hasta una ideología de la guerra». Losurdo es especialmente duro con Burke y Tocqueville, como apologistas de la esclavitud y de la explotación económica. En cambio, se muestra tolerante hasta el irenismo, en su segunda obra, con la figura de Stalin. No considera que su régimen fuese totalitario y lo caracteriza como una «dictadura de desarrollo». Niega la existencia del «holocausto» en Ucrania. No llega a discutir la existencia del Gulag, pero banaliza su significado y características, ya que considera que en su interior predominaba no un proyecto de exterminio, sino «un estímulo productivista y pedagógico». Y es que en el Gulag el detenido es un «compañero» potencial obligado a participar en condiciones de especial dureza en el esfuerzo productivo de todo el país, y después de 1937 es en todo caso un «ciudadano potencial».
No me esperaba (si bien me congratula: ¡gracias!) que González Cuevas lea todos los meses El Viejo Topo pero es parcialmente exacto cuando afirma que no pocos discípulos de Sacristán se han agrupado en la revista.m Sí y no. Básicamente Paco Fernández Buey, Miguel Candel y Víctor Ríos; en contadas ocasiones, Antoni Domènech y Félix Ovejero. Las principales revistas de expresión -no digo las únicas- de los discípulos de Sacristán a lo largo de los ñaos han sido Materiales, Papeles de relaciones ecosociales y del cambio global, mientras tanto y sin permiso (bajo la dirección esta última de Antoni Domènech). Tanto mientras tanto como sin permiso se siguen publicando en formato electrónico. Papeles en papel y en formato electrónico. Materiales dejó de publicarse en 1978.
Que González Cuevas, desde sus coordenadas político-filosóficas, considere que en El Viejo Topo brille en todo su esplendor lo que llama «izquierda chiflada» es muy posible que sea considerado un elogio por el director de la publicación, Miguel Riera. Lo es en mi caso que soy colaborador frecuente desde hace más de 20 años.
No hace falta defender aquí a Domenico Losurdo (del que, por cierto, la editorial de El Viejo Topo ha publicado más libros de los dos que González Cuevas cita). Lástima que no esté entre nosotros el gran filósofo hegeliano italiano para escribir algún comentario agudo, crítico e informado. De los dos ensayos citados, Contrahistoria del liberalismo sigue siendo, en mi opinión, un libro magnífico que nos ayuda a desenmascarar las caras ocultas y las numerosas falacias que rodean y encubren una cosmovisión que parece impoluta y libre de cualquier desvarío y desliz a lo largo de su dilatada historia. Losurdo argumenta en la línea de otro libro imprescindible, este de Mike Davis: Los holocaustos de la era victoriana tardía. Si hay tiempo, no hay que perderse ninguno de ellos.
La cosa no acaba aquí. González Cuevas sigue su «lucha ideológica» en estos términos:
No menos escandalosas son sus apologías en El Viejo Topo de Fidel Castro como líder comunista. Y su admiración se trasladó a Hugo Chávez, a quien, tras su muerte, El Viejo Topo dedicó un número extraordinario de la revista, con el título de Chávez Vive. Juan Carlos Monedero le dedicó una oración fúnebre, en la que el líder bolivariano aparecía como el gran enemigo del «fascismo» y del «neoliberalismo». Hay que reconocer que cierta literatura de «looney left» resulta insuperable en simplezas y necedades. El Viejo Topo se ha tomado en serio, además, al sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, a quien Víctor Ríos y Miguel Riera entrevistaron para la revista barcelonesa, dedicándole ¡catorce páginas! Todo un hallazgo.
Que el colaborador de Okdiario hable como habla de Fidel Castro, era esperable. Que lo siga haciendo, como lo hace, de Hugo Chávez, lo es también. Que cierta literatura «looney left» le resulte a él insuperable en simplezas y necedades estaba cantado. No veo desde qué perspectiva puede criticar que El Viejo Topo dedique un número extraordinario a la vida, obra y legado del revolucionario bolivariano. ¿Ve alguna inconsistencia en ello? ¿No están (estamos) todos chiflados? Luego entonces… ¡Qué puede esperarse de nosotros!
Que Juan Carlos Monedero haya aludido a Chávez como adversario-enemigo del fascismo y del neoliberalismo tampoco parece contradictorio con la ideología del dirigente de Podemos o con la información que todos podemos tener sobre el pensamiento político y la práctica de Hugo Chávez que fue sometido, como se recuerda, a un golpe de estado en 2002 apoyado por el gobierno Aznar, coincidiendo en este punto con las usuales proclamas del director de okdiario cuando habla de la presidencia venezolana. Acusar a la «looney left» de simpleza y necedad, sin dar razones, está en una línea poco aconsejable de golpes y ataques políticos sin justificación (el estilo general del artículo en mi opinión). Y que, finalmente, González Cuevas dé una estocada final a Nicolás Maduro, Víctor Ríos y Miguel Riera no puede sorprender a nadie. Está en su línea. Un orgullo para ellos probablemente. Ninguna novedad: como en el caso de Plotino y su metafísica teológica, todo parece ser uno y lo mismo. ¡Toda la izquierda chiflada se reduce a lo mismo, no hay variantes: pura locura y sinrazón políticas! ¡La chifladura permanente o ininterrumpida!
Las palabras de cierre de González Cuevas:
Por todo ello, la lucha contra nuestra «izquierda chiflada» es un imperativo categórico. Frente a ella, es necesaria la elaboración de una auténtica reforma intelectual y moral, no la del comunista Antonio Gramsci, sino la del liberal-conservador Ernest Renan.
Su lucha contra lo que, por supuesto, sigue llamado izquierda chiflada no es en absoluto un imperativo categórico, leamos como queramos leer e interpretar la categoría kantiana. Puede ser acaso, un imperativo para un pensador conservador como él, pero los imperativos kantianos (que no abundan y no son fáciles de descubrir) suelen estar muy pero que muy lejos de estas «descalificaciones políticas». Que la auténtica reforma moral e intelectual se tenga que hacer en nombre no de Antonio Gramsci sino en nombre de Ernest Renan (un pensador estudiado, por cierto, y muy bien estudiado, por Domenico Losurdo), un liberal-conservador en opinión del autor, muestra con total claridad las filias, las fobias, las referencias, e incluso la consistencia ideológica de nuestro historiador de las ideas políticas. El autor de los Quaderni no está entre sus autores de estudio. Es razonable. Él se lo pierde.
En todo caso, ningún problema con ello, allá cada cual con sus maestros. Sí hay problema, en cambio, con sus descalificaciones, sus insultos, su sentar cátedra en ocasiones, sus afirmaciones no argumentadas y su aproximación a un tema (el de Sacristán, el PSUC y Gil de Biedma) que desconoce en gran parte o que conoce muy parcialmente. Recordemos la sentencia séptima del Tractatus de Wittgenstein y giremos un poco el sentido filosófico-lingüístico de sus palabras: de lo que no puede hablarse, lo mejor es el silencio, informarse un poco más y no descalificar ni insultar. Ni de entrada, como nos engañaron aquellos, ni tampoco de salida.
… Me olvidaba y no debería haberme olvidado. Resumo un testimonio complementario sobre la expulsión política de Sacristán de la UB (en 1965, por el rector Valdecasas), desde el recuerdo y la mirada de un estudiante, Josep Mercader Anglada [JMA], alumno suyo en el último curso que le dejaron impartir en aquella época. Nos ayuda a introducir nuevos elementos en el tema objeto de discusión. Las cursivas son mías.
Lo tuve de profesor en primer curso de Económicas, en 1964, señala JMA.
No lo había oído nombrar anteriormente ni lo volví a ver después […] No recuerdo el nombre exacto de la asignatura; nosotros la llamábamos simplemente «Filosofía». Sacristán nos informó claramente el primer día: dedicaría el curso a la lógica formal. A él le serviría para no complicarse la vida y a nosotros para activar el cerebro […] Él no hablaba nunca así. Era muy meticuloso en el uso de las palabras, no era tan burdo. Sí que recuerdo, sin embargo, que de un modo u otro justificó la utilidad que podía tener el aprendizaje de la Lógica en nuestra formación. Dijo también que la lógica era un campo de la Filosofía poco susceptible de tendencias ideológicas y que, por tanto, esperaba no poder ser acusado por nadie de desvaríos en sus explicaciones en clase. No lo conocía de nada pero entendí que habría tenido problemas con lo que hubiera explicado en clase en cursos anteriores. A mí, aprender algo de Lógica me atraía suficientemente; con un profesor, con problemas con las autoridades, todavía más.
En los últimos cursos de bachillerato los estudiantes de familias de tendencias antifranquistas se habían ido reconociendo:
En mi caso, se trataba de un antifranquismo con base en el catalanismo. Pero creo que, aparte de los bien formados en las distintas teorías políticas, y fuera de los integrados en grupos políticos y sindicales clandestinos, a los demás nos unía un único sentimiento de lucha contra «el régimen».
La asignatura era obligatoria para todos los matriculados en primer curso -todas las asignaturas lo eran- y eran bastante más de cien los estudiantes matriculados:
Sus clases estaban siempre llenas a rebosar, a menudo con alumnos sentados en los escalones de los pasillos. Yo mismo, que me saltaba olímpicamente todas las clases (en el bar se aprendía más) y que colgué la carrera dos años después, no falté nunca a sus clases. Llegaba antes de la hora, para no tener de sentarme en los pasillos o en la misma tarima. Y, sin embargo, no había barullo: en sus clases el silencio era total, la atención completa. Todos tomábamos apuntes como si nos fuera la vida en aquella asignatura.
Un día, una estudiante se mareó, tal vez por el sofoco de tanta gente apretujada en la clase.
Antes de enterarme de lo que realmente pasaba, lo primero que vi fue que Sacristán se interrumpía de repente, saltaba de la tarima al suelo por encima de los alumnos allí sentados y se acercaba a la 2ª o 3ª fila para interesarse por ella. Entre él y algunos compañeros la acompañaron fuera del aula, y aún después nos tuvo un buen rato aguardando hasta que regresó a la pizarra y nos comunicó que la compañera estaba bien, que no había pasado nada.
«Yo ya conocía al Sacristán maestro, aquel día conocí a Sacristán como persona» comenta JMA. Algo muy similar ocurrió algunos años después, en 1978 o 1979, en las clases de «Metodología de las Ciencias Sociales». Yo mismo puedo dar testimonio de ello.
JMA conoció aún mejor a su profesor cuando realizaron un examen parcial de la asignatura. Tras el examen, en la siguiente clase, Sacristán se presentó con todos los exámenes «magnífica y concienzudamente corregidos». Antes de devolverlos, práctica nada frecuente, les señaló que aquella prueba debería servir como un contacto entre lo que ellos habían asimilado y su percepción previa de ello.
Comentó lo que creía válido como repuesta a cada una de las cuestiones planteadas y, aún antes de repartir, nos hizo un breve comentario personal, en voz alta, ¡uno por uno! Si no queríamos que nos hiciera el comentario en voz alta, podíamos indicárselo con un simple gesto, pero nos pidió que fuéramos atendiendo a todos aquellos breves comentarios porque, aunque no fueran dirigidos a nosotros, también nos podían ser de utilidad. Recuerdo muy bien el comentario que me correspondió: «¿Usted escribe poesía, verdad?». Sí, hube de confesar. «Se nota», me dijo. «Su examen está bien, pero adolece de una redacción torturada, como si tuviera de luchar para encontrar en cada frase la palabra exacta». Comentario ajustadísimo. Al instante, había detectado mi talón de Aquiles. En los folios del examen había otros comentarios escritos y una nota que me supo a poco, un 8, pero que tuve de reconocer como la que seguramente me correspondía.
Il Vangelo secondo Matteo ya se había rodado y se había estrenado en España con el título tendenciosamente cambiado El Evangelio según San Mateo (añadieron San).
Pues bien, en una de las primeras clases de la asignatura -«Fundamentos de Filosofía»- hubo un breve diálogo entre Irazoqui, uno de los actores de la película, y Sacristán. JMA lo recuerda así.
Sí, a pesar del gran número de alumnos en clase, Sacristán promovía la intervención del alumnado: si nadie preguntaba nada, preguntaba él. Por el tono en que se entrecruzaron las palabras, me pareció entender que ya se conocían. En el examen del que te he hablado antes, Irazoqui sacó un 10. Desconozco las tendencias políticas de Irazoqui y mucho menos sus tendencias sexuales. Sólo sé que había tenido una importante relación con Pasolini. Y reconozco que a partir de este pequeño dato no puedo deducir nada consistente.
JMA añade una reflexión complementaria sobre nuestro asunto, el caso Sacristán-Gil de Biedma:
Pero a mí, personalmente, este 10 siempre me sirvió para no dar crédito a lo que más tarde se divulgó: que Sacristán no había admitido a Gil de Biedma en las filas del PSUC debido a su homosexualidad, siguiendo la línea del PCI que había expulsado a Pasolini de sus filas. Hoy, la negativa de Sacristán a la afiliación de Gil de Biedma, podemos interpretarla mucho mejor reconociendo el evidente peligro que suponía para el partido la entrada de un personaje con una vida nocturna «alborotada», seguido siempre de cerca por la policía. Sin embargo, a partir de este episodio, muchos siguen atribuyendo a Sacristán una intransigente moralidad según las normas sociales tradicionales, incluida la homofobia.
Hasta aquí Josep Mercader Anglada, un apunte final.
No debería colegir el lector/a (creo que inferiría mal si lo hace) que este miembro de la «izquierda chiflada» sea partidario de la creación de una «guardia pretoriana» empeñada en batallar y defender el legado, la obra y la praxis de Manuel Sacristán contra cualquier crítica que se pueda formularse. Lo contrario es lo verdadero. Desde mi punto de vista, es necesario hacer con su obra y su praxis lo mismo que él hizo con los autores que estudió, tradujo y presentó: desde Marx a Lukács pasando por Engels, Lenin, Gramsci, Labriola, Russell o Harich. La filosofía crítica y el sentido común filosófico bien entendido obligan a ello. Sería «antisacristiano» (por decirlo con palabra poco afortunada) operar en sentido contrario. Pensar de manera servil, defender dogmáticamente sus tesis y argumentos frente a cualquier aproximación crítica y documentada, es lo más opuesto al estilo filosófico del autor de «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» que uno pueda imaginarse.
Lo que he intentado con estas notas, con mayor o menor fortuna, es mostrar que la crítica (más bien desconsideración) a Sacristán como marxista comunista homofóbico no se corresponde en absoluto con lo que sabemos de aquella situación. A pesar de ello, se sigue insistiendo una y otra vez. Más allá de ello y por supuesto, es imprescindible aproximarse a la obra del traductor de El Capital con libertad y perspectiva crítica. El mismo nos dio un buen ejemplo de la forma de aproximarse a un clásico, a Marx en su caso, en uno de sus grandes artículos: «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» [36]. Debería ser modelo para todos nosotros.
Notas:
31) Véase Luis Goytisolo, Cosas que pasan, Siruela, Madrid, 2009.
32) Gregorio Morán, «La leyenda del gran Landínez». La Vanguardia, 15 de diciembre de 2012 http://www.caffereggio.net/2012/12/15/la-leyenda-del-gran-landinez-de-gregorio-moran-en-la-vanguardia/ . Sus palabras finales:
Marchó a París hacia 1960 y siguió escribiendo. En una vieja y hermosa casa de Santander pude descubrir su famoso manuscrito El aprendiz de genio, que no es una obra maestra pero tiene páginas memorables. También otros textos de mayor valor, inéditos. El secreto mejor guardado es que Luis Landínez fue el argumento que sostuvo la dirección del PSUC cuando en los años 60, Jaime Gil de Biedma solicitó el ingreso en el partido. No es verdad que Manolo Sacristán le dijera que no lo admitían por homosexual. Como militante disciplinado que era, Sacristán consultó con su superior jerárquico en la organización comunista, en este caso, Miguel Núñez, quien le respondió: «Después del caso Landínez hay que tener mucho cuidado con los homosexuales en la clandestinidad. Son más susceptibles a chantajes». Probablemente Sacristán no sabía quién era Landínez, pero Núñez sí. Y así quedó este enigma aún hoy sin resolver. ¿Quién era realmente Luis Benito Landínez, independientemente de sus inclinaciones sexuales? Ni siquiera tenemos otra certeza que aquella del 10 de diciembre de 1962, en la estación madrileña de Príncipe Pío, cuando un pasajero se quedó en su asiento, muerto [las cursivas son mías]
33) Gregorio Morán, Miseria, grandeza y agonía del PCE (1939-1985), Editorial Akal, Madrid, 2017. La cita posterior es de la página 843.
34) Se recogen muchas de sus ideas, informaciones y argumentos en S. López Arnal, Siete historias lógicas y un cuento breve, Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2017.
35) Véase S. López Arnal: «La historia de una expulsión universitaria durante el franquismo. Entrevista con Pep Mercader Anglada. «Aparte de los bien formados políticamente y los miembros de grupos clandestinos, a los demás nos unía un sentimiento de lucha contra el régimen»». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77866
36) Véase M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Ed. Icaria, 1983, pp. 317-367. Lo mismo cabría decir, hablando en este caso de Engels, de su presentación del Anti-Dühring: «La tarea de Engels en el Anti-Dühring». Ibidem, pp. 62-84.
Primera y segunda partes de este artículo:
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.