Los «movimientos sociopolíticos» desarrollados en las últimas décadas en América Latina y más recientemente en Europa, constituyen nuevas formas organizativas que se corresponden con la conformación actual de los sectores populares como nueva expresión del sujeto social objetivamente enfrentado a un capitalismo oligopolizado y globalizado, en la época actual de la Revolución Informacional y de […]
Los «movimientos sociopolíticos» desarrollados en las últimas décadas en América Latina y más recientemente en Europa, constituyen nuevas formas organizativas que se corresponden con la conformación actual de los sectores populares como nueva expresión del sujeto social objetivamente enfrentado a un capitalismo oligopolizado y globalizado, en la época actual de la Revolución Informacional y de las políticas neoliberales. Relación de este fenómeno con el sujeto social otrora hegemonizado por el proletariado industrial y su organización como «partido único de la clase» teorizado por el marxismo para la época de la Revolución Industrial.
(Artículo basado en la ponencia expuesta por el autor en el Foro Internacional sobre «Línea de Masas» en Xiangtan, China, en Octubre 2014, donde asistió invitado por la Academia Nacional de Ciencias Sociales de China).
En las últimas décadas en América Latina, y últimamente en algunos países de Europa, se viene produciendo un importante fenómeno social, político y cultural con el surgimiento y desarrollo de los denominados «movimientos sociopolíticos», integrados por una red de organizaciones sociales, culturales, sindicales y políticas del campo popular, con orientación progresista, que se dan una organización política y en varios países una expresión electoral. Varios de ellos han llegado al gobierno donde en general han realizado una gestión alternativa al neoliberalismo, reinstaurando el rol central de Estado, impulsando desarrollo económico con inclusión social, política exterior independiente de los países centrales del capitalismo, integración regional, derechos humanos como política de estado, e incluso, en algunos países, planteándose como objetivo la superación del capitalismo mediante una construcción de carácter socialista.
El movimiento sociopolítico, como realidad de construcción política, es muy diferente al concepto leninista y luego gramsciano de «partido único de la clase obrera», entendido como sujeto social con el rol histórico de realizar la revolución anticapitalista, organizado en forma piramidal y funcionando según el sistema teóricamente expuesto como de «centralismo democrático».
Para interpretar esas diferencias habría que analizar la categoría de «sujeto social revolucionario», su vínculo con las relaciones económico sociales, particularmente con las relaciones de propiedad, y su evolución fenoménica según cambian dichas relaciones.
El sujeto social revolucionario
El marxismo considera que las personas se dividen en clases sociales según la posición objetiva en que se encuentran respecto de la propiedad de los medios de producción y circulación de bienes y servicios (genéricamente diremos «medios de producción»). Por un lado, la clase capitalista, integrada por los propietarios de medios de producción y también aquellos que, aun sin poseerlos, cumplen funciones propias del capitalista y tienen por ello situación e ingresos privilegiados (gerentes, por ejemplo). Por otro lado, la clase de los desposeídos, que no poseen medios de producción y tienen que vender su fuerza de trabajo (física e intelectual) para conseguir ingresos para vivir. Así, la clase capitalista explota la fuerza de trabajo de la clase de los desposeídos extrayendo una cantidad de trabajo superior al necesario para producir los medios de vida (materiales e inmateriales) de la clase explotada. Entre ambas clases están las capas sociales medias, constituidas por quienes ejercen profesiones liberales, miembros de empresas familiares o individuales, artesanos, artistas, intelectuales, campesinos, prestadores autónomos de servicios y otros con ingresos provenientes de actividades independientes.
Para Marx y quienes desarrollaron su teoría, en el capitalismo se produciría una contradicción creciente entre el desarrollo exponencial de las fuerzas productivas, de carácter cada vez más social y la apropiación de carácter cada vez más privado, y cada vez más concentrada en pocas manos, de los medios de producción. Se llegaría así a un nivel de contradicción tal, que el sistema capitalista ya no podría seguir incorporando las fuerzas productivas sin producir crisis general, permanente y sistémica, por lo que objetivamente se requeriría de un cambio esencial en las relaciones de producción que resolviera esta contradicción, mediante la socialización de los medios de producción y la autogestión de los mismos por parte del conjunto de la sociedad. A esto lo denominamos socialismo.
Pero este cambio esencial (y por ello revolucionario) no podría ser realizado por ningún sector de la clase capitalista, por cuanto terminaría con sus propios privilegios y se autoeliminaría como clase. Solo la clase social explotada, de los que solo poseen su fuerza de trabajo, tiene entonces interés objetivo en ese cambio esencial, para lo cual es imprescindible que tome conciencia de ello y adquiera así también interés subjetivo en ese cambio y en actuar políticamente para lograrlo.
En la época de la revolución industrial, cuando la libre competencia era aun predominante y la economía no había sido generalizadamente globalizada, oligopolizada y dominada por la actividad financiera especulativa, la clase social de los que solo poseen su fuerza de trabajo para ganarse la vida, estaba ampliamente hegemonizada por los asalariados de la industria, la denominada «clase obrera industrial».
En la época actual de la revolución informacional, la industria incorpora crecientemente tecnologías informacionales, como ser máquinas herramientas controladas por computadoras, que requieren cada vez menos fuerza de trabajo para accionarlas; los asalariados del sector servicio predominan sobre los del sector industrial; el trabajo intelectual reemplaza aceleradamente al manual; se desarrollan diversos tipos de trabajo individual; crece el trabajo para terceros desde el hogar; se emplea crecientemente la informática para el trabajo en red; y otras formas que cambian profundamente las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo.
Asimismo, el capitalismo al reemplazar crecientemente la fuerza de trabajo humana, tanto la mano como el cerebro, por la máquina, fenómeno agudizado por la revolución informacional, provoca tendencia permanente y estructural al desempleo, mientras que el sector oligopólico, ampliamente dominante, globalizado y hegemonizado por su sector financiero especulativo, impulsa políticas gubernamentales denominadas «neoliberales» que tienden a aumentar el empobrecimiento y la marginalidad en la sociedad.
Por otro lado, la acelerada depredación capitalista de la naturaleza hace crecer las víctimas sociales y las reivindicaciones sociales vinculadas con este fenómeno.
Hay entonces una profunda transformación del sujeto social en sí y de las condiciones objetivas para la eventual subjetividad del sujeto social para sí.
A esto se agrega que el capitalismo entró desde mediados de los años 70 del siglo pasado en una crisis de tendencia permanente, estructural y sistémica, lo que se acompaña con crisis en el sistema liberal democrático representativo, propio del sistema capitalista, cuyas instituciones tienden cada vez más a ser dominadas por el capital oligopólico, que necesita usarlas para enfrentar la crisis, afirmar su dominio y obtener ganancias extraordinarias.
Esto contradice crecientemente las posibilidades de que a través de dichas instituciones se resuelvan las reivindicaciones de los sectores populares (la clase de los que viven de su fuerza de trabajo, desocupados, capas medias e incluso pequeños y medianos empresarios).
Por otro lado, la diversificación del sujeto social y la tendencia a la desocupación y marginalidad tiende a disminuir la sindicalización de la fuerza de trabajo.
Todo esto es crecientemente percibido por los sectores populares, lo cual se expresa en la tendencia a que, en sus luchas por conseguir satisfacción a sus reivindicaciones, se organicen cada vez más por fuera de las instituciones típicas de la democracia representativa, incluyendo partidos políticos y sindicatos tradicionales. Es así que aparecen cada vez más organizaciones sociales, culturales, sindicales de nuevo tipo, y otras, que tienden a relacionarse entre ellas, atrayendo muchas veces a los partidos políticos progresistas que comprenden la nueva situación (incluyendo a partidos comunistas), conformando así los denominados movimientos sociopolíticos.
La organización política del sujeto social
El partido único de la clase obrera, propuesto por los pensadores marxistas en la época de la revolución industrial, se correspondía con un sujeto social ampliamente hegemonizado por los asalariados del sector industrial, predominante en la economía capitalista, pero también con los tiempos de la democracia representativa y delegataria.
En la época actual de la revolución informacional, de la crisis capitalista con tendencia a ser permanente, estructural y sistémica, con un sujeto social muy diversificado y un sistema de democracia representativa y delegataria en crisis, lo que se está construyendo, y sin teorizaciones previas, es el fenómeno de los movimientos sociopolíticos y sus expresiones políticas electorales.
Los movimientos sociopolíticos constituyen herramientas que permiten vincular diversas y múltiples reivindicaciones de los sectores populares, que cuando son interpretadas y satisfechas por los gobiernos, propios o constituidos por otras vías, suelen provocar una sinergia entre esos gobiernos y las masas populares y, más particularmente, entre los líderes que encabezan esos gobiernos y las masas.
Este fenómeno ha sido objeto de estudio por varios intelectuales del campo progresista, entre los que podemos destacar al sociólogo argentino Ernesto Laclau (particularmente en cuanto a su funcionamiento concreto, sobre todo en Latinoamérica, que él denomina «populismo», en un sentido valorativo); o al sociólogo marxista francés Jean Lojkine (en cuanto a la temática del nuevo sujeto social, mayormente referida a lo que sucede en los países desarrollados del capitalismo).
Movimientos sociopolíticos, democracia participativa y relación de fuerzas
En esta época del capitalismo, es tan grande el poderío del capital oligopólico globalizado, con su dominio de medios de comunicación también oligopólicos, penetración del sistema judicial, capacidad de lobby ante los poderes legislativos y ejecutivo, y cooptación de partidos políticos y hasta sindicatos tradicionales, que se requiere objetivamente de una construcción popular de un poder cualitativamente superior, para lo cual es indispensable el desarrollo a un nuevo nivel cualitativo de la conciencia de los sectores populares.
En ese sentido, los movimientos sociopolíticos, con su construcción en red de múltiples organizaciones componentes, ofrecen un escenario más propicio para la participación democrática en la construcción y en la gestión de las organizaciones y del propio movimiento, para lo cual se destaca la utilización creciente de las herramientas de la revolución informacional en cuanto a comunicaciones, acceso y transmisión de información, coordinación de acciones usando las redes sociales, etc. Toda esta praxis política resulta ser una vía muy efectiva para el desarrollo de la conciencia, incluido el conocimiento de que para superar la tendencia actual del capitalismo a la crisis estructural, permanente y generalizada, se requiere de su superación como sistema por una construcción de tipo socialista y que ello solo puede ser tarea de las propias masas populares, es decir, el desarrollo de una conciencia de clase.
Los movimientos sociopolíticos combinan prácticas de democracia participativa y directa, con la utilización de formas de la democracia representativa y delegataria, en un proceso objetivamente dialéctico de unidad y lucha de contrarios no antagónicos, donde es posible la subsunción gradual de la democracia representativa por la democracia participativa.
En Latinoamérica tenemos el «cambio de época» del que habla el presidente y líder popular ecuatoriano Rafael Correa, producido por la acción de movimientos sociopolíticos y los gobiernos y líderes gubernamentales que los expresan o interpretan, como el PT en Brasil, el Movimiento Bolivariano en Venezuela, el MAS en Bolivia, el PAIS en Ecuador, el Frente Grande en Uruguay, el Sandinismo en Nicaragua, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, Unidos y Organizados en Argentina y otros en vías de construcción. Movimientos con distintos orígenes y vías de organización en sus formas, pero con contenidos esencialmente coincidentes. En Europa aparecen fenómenos emparentados, como el SYRIZA en Grecia o el PODEMOS en España.
Los movimientos sociopolíticos vienen demostrando tal capacidad de convocatoria, organización, movilización, participación democrática y tal vitalidad que aparecen como el mejor reaseguro, para el campo popular, cualquiera sea el devenir de los procesos progresistas y los gobiernos que los expresan.
La conceptualización de Marx sobre las clases sociales y el sujeto social, al expresar cuestiones de la esencia del sistema, tienen y tendrán vigencia mientras dure el capitalismo. Pero la expresión fenoménica de esa esencia cambia con la evolución del sistema y por lo tanto deben cambiar las formas organizativas del sujeto social en su lucha contra la clase de los propietarios de medios de producción. Del partido único de la clase obrera hemos pasado a los movimientos sociopolíticos de los sectores populares.
Es un desafío para los intelectuales progresistas de todo el mundo y para los marxistas en particular, continuar estudiando este nuevo fenómeno, para seguir comprendiéndolo e incorporarándolo a la teoría revolucionaria.
Carlos Mendoza, ingeniero, escritor, especializado en temas de economía política, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
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