Por estos días a Chile navega nuevamente en la mala hora. A los desastres naturales se agrega un verdadero tsunami político, que ha comprometido incluso al gobierno. En oleadas interminables han ido apareciendo los detalles de la corrupción y negociados que forman parte habitual de comportamiento políticos y empresarios. Obviamente el resultado no imprevisible […]
Por estos días a Chile navega nuevamente en la mala hora. A los desastres naturales se agrega un verdadero tsunami político, que ha comprometido incluso al gobierno. En oleadas interminables han ido apareciendo los detalles de la corrupción y negociados que forman parte habitual de comportamiento políticos y empresarios.
Obviamente el resultado no imprevisible de un sistema capitalista que funciona tarde o temprano, en la misma forma.
Los antecedentes muestran que la clase dominante en Chile y quienes les sirven desde las capas aspiracionales, insertos en todas las esferas de los poderes del Estado chileno están metidos hasta las orejas en un sistema de corrupción que ha operado sistemáticamente.
Se explican así la procedencia de los dineros de las ostentosas campañas electorales.
Figuras de la Honorable Cámara de Diputados de la República y la Cámara de Senadores no son más que engranajes de una máquina de corrupción estructurada y armada para defraudar al pueblo de Chile y defender intereses corporativos.
Ministros de Estado del Gobierno de Sebastián Piñera aparte de su remuneraciónes como ministro reciben sueldos aparte de empresas privadas.
El mismo Piñera que trató de capear la ola escapándose al extranjero y refugiándose en el silencio ha tenido que volver porque algunas de sus empresas financiaban a tipos de su confianza insertos en los medios de comunicación.
Al poder económico no le bastaba ejercer su poder desde una Constitución armada por la Dictadura para perpetuar su dominio.
Les resultó irresistible, al estilo del lumpen, poder exhibir entre sus pares el desfile interminable de estos «representantes del pueblo» que acudían a recibir el maná financiero.
Perpetuarse en la rentable condición de «servidores públicos» asegura la vida.
La historia no es nueva, claro, se repite una y otra vez. Está en el ADN del capitalismo no importa que formas adopte.
Siempre la burguesía nacional y transnacional termina entrando en saco al erario público.
Servidores-sirvientes, que propiciaron las «modernizaciones» explican el origen de las obscenas acumulaciones de capital que han caracterizado a los Paulman, los Piñera, los Lucksic, Ponce y Angellini…
Cabe recordar que ellos y los «chicos listos de la dictadura» monitoreados desde Chicago, propiciaron la gigantesca operación privatizadora que entre 1975 y 1989 enajenó 160 empresas, 16 bancos y más de 3.600 plantas mineras y manufactureras.
La sola privatización CAP, Chilectra y Soquimich significó para el Estado una pérdida de alrededor de 2.000 millones de dólares.
A lo que se agrega la privatización y mercantilización de la salud, educación, previsión y servicios básicos. Todo esto se constituyó en el mayor desfalco de fondos públicos de la historia de Chile.
Los señores militares encargados de defender la patria lograron hacer a las compañías extranjeras más poderosas de lo que nunca habían sido en la historia de Chile. Construyeron a sangre y fuego el llamado «milagro chileno neoliberal».
Aquí en Chile individuos que se denominan socialistas (extraños socialistas estos) repiten las mismas consignas que fluyen otra vez de los medios comunicacionales.
Consignas que apelan, a los Derechos Humanos supuestamente atropellados en Venezuela. Lo notable es que no tienen la misma energía para hacerlo previamente con los derechos humanos de los propios chilenos atropellados día a día, cuando se le niega el acceso a derechos básicos; o los de centenares de enfermos que no pueden acceder a medicamentos; o los sin casa, que duermen por centenares en calles, plazas y bajo los puentes.
No los ven. Son hipermétropes. Sólo ven bien a lo lejos. Su vista se extiende a Venezuela, Cuba, Ecuador o Bolivia. Contra ellos se les desata la lengua a los comentaristas políticos, representantes del «sentido común del chileno medio» que abomina de la política, como Fernando Villegas que abusa del título de escritor, como antes abusó del título de sociólogo que nunca obtuvo. Dice cada vez que puede no tener color político a pesar de que su ego fascista y resentido se refleja en todos sus parloteos.
El domingo 23 de Abril en el programa televisivo «Tolerancia Cero» a pesar de que las materias tratadas tenían que ver con la corrupción en Chile, Villegas salió con una diatriba incoherente sobre los derechos humanos de los pobres presos políticos de Venezuela y la necesidad de sacar al dictador Maduro
La revolución bolivariana puede dar razón para muchas críticas, tanto de derecha como de izquierda, pero, esto no puede hacernos perder de vista los rasgos esenciales de tremendo proceso emancipador que vive Venezuela.
Maduro es un obrero. (Claro, esto les cae pésimo) Fue elegido democráticamente por el pueblo venezolano para perseverar en un futuro socialista iniciado por Hugo Chávez. El aporte de Venezuela al sueño emancipador de Bolívar con su práctica revolucionaria y solidaria en es enorme. Es la gran esperanza de todos los hombres y mujeres «que hunden el arao en la tierra» de América Latina.
Le pese al «sociólogo» Villegas y hemos tomado su caso no porque sea importante, sino porque refleja la ignorancia y el desprecio hacia todo lo popular de una clase, a la cual él no pertenece, (es sólo un pobre tipo que sirve) y que financia una estructura comunicacional, científicamente estudiada, que entre otras cosas «crea» una realidad ficticia donde Venezuela es un peligro para la seguridad del pueblo estadounidense.
Por más absurdo que esto sea. Ya lo hicieron hasta el cansancio con la posesión de armas químicas y de destrucción masiva para justificarla invasión y destrucción masiva en Irak.
O como lo hicieron en Libia donde liquidaron la frágil estructura social que ha significado la huida masiva de miles de libio que están muriendo en las aguas del Mediterráneo.
Para no hablar de la masacre del pueblo Sirio, o el Golpe de Estado en Paraguay o el intento de golpe en Ecuador… todo esto impulsado y financiado por los defensores de los derechos humanos, la libertad y la democracia situados en Washington. Son crímenes contra la humanidad y a estos pobres tipos nuestros nunca han abierto la boca.
Su deseo como escribió hace poco el filósofo y cineasta Slavoj Zizek, es asesinar la esperanza. Para ello orientan todos sus medios de comunicación.
El gobierno de Bachelet, si quiere resolver su crisis y recuperas la esperanza y la confianza que puso en ella parte del pueblo debe ajustarse y desarrollar el programa con el que fue elegida. Otra cosa será inútil. En la historia de los pueblos queda registrada la gloria y el barro.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.