El día sábado 18 de Abril, a las 6 de la mañana, un grupo de militares adscritos a la Brigada de Selva No 27, de la Sexta División del Ejército, se instalan en la caseta comunitaria de la vereda Bajo Cuembí, Putumayo, perteneciente a la Zona de Reserva Campesina «La Perla Amazónica». La comunidad se […]
El día sábado 18 de Abril, a las 6 de la mañana, un grupo de militares adscritos a la Brigada de Selva No 27, de la Sexta División del Ejército, se instalan en la caseta comunitaria de la vereda Bajo Cuembí, Putumayo, perteneciente a la Zona de Reserva Campesina «La Perla Amazónica». La comunidad se movilizó y logró que se retiraran de su local comunitario, no sin antes haber sido hostigados algunos jóvenes con los interrogatorios que los militares frecuentemente hacen a la población [1] . Pero se fueron. Tras haber irrumpido en medio de la comunidad, sin que nadie lo llamara, asentándose en el centro comunitario, posando de «defensores» mientras usan a la población como escudo humano tras el cual desarrollar labores contra-insurgentes.
Von Clausewitz, general prusiano del siglo XIX, decía que la guerra era la continuación de la política por otros medios. De igual manera, podría decirse que la negociación política es una continuación de la guerra por otros medios o, a veces, combinando los medios. La negociación política que adelanta el gobierno colombiano con las FARC-EP no es la excepción. Mientras las FARC-EP han decretado un cese al fuego unilateral, el Ejército arrecia la ofensiva militar por tierra y aire, y se aprovechan de él para pasar a la ofensiva, como quedó en evidencia cuando en la vereda La Esperanza, Buenos Aires, Cauca, una unidad militar en operaciones contra-guerrilla fue atacada por insurgentes [2] . Desde un primer momento, el Ejército ha aumentado los operativos para capturar y matar insurgentes aprovechándose del cese al fuego. De eso, los mismos guerrilleros han dado cuenta en varios comunicados y a diario se leen partes militares en los que denuncian nuevas capturas y muertes de insurgentes. Ahora quieren acelerar el desminado y, en ausencia de un cese al fuego, levantar así una de las pocas defensas efectivas que los insurgentes mantienen ante el incremento de operativos contra-guerrilleros. Si se avanza en el desminado en las actuales condiciones, podemos esperar un baño de sangre para la guerrilla -y así, el gobierno podrá negociar ante un enemigo extremadamente debilitado la paz exprés e imponer sin dificultades sus condiciones. Cierto es que la mesa de negociaciones fue un triunfo del pueblo, pero la oligarquía buscará convertirla en una victoria política para ellos. Cierto es que las FARC-EP no llegaron a la mesa de negociaciones derrotados, pero la oligarquía no ha renunciado a derrotarlos. De hecho, la mesa de negociaciones es un aspecto más de la ofensiva contra-insurgente del Estado. La guinda de la torta, como alguna vez lo dijo Santos.
En esas circunstancias, no es fácil que los guerrilleros se queden quietos y esperen resignados a que los militares los masacren. La precariedad de esta situación la señala León Valencia, quien, a su momento, declaró que las FARC-EP «no pueden dejar pasar mucho tiempo después de concentrar la mayoría de sus principales líderes en La Habana y decretar un cese unilateral indefinido de sus acciones ofensivas. Una guerrilla que no combate y tiene a sus jefes lejos de la tropa tiende a descomponerse y a presentar un blanco fácil para los enemigos« [3] . Esto es un escenario que genera múltiples dificultades en el marco del proceso de paz, como también lo señala una editorial de revista Semana: «Adelantarse con un cese unilateral para presionar a la contraparte, como lo hicieron las FARC, sin negar que es un gesto de buena voluntad, también resultó ser un error de cálculo. (…) las acciones armadas de las FARC han disminuido sustancialmente, (…) el cumplimiento del cese se acerca al 95 por ciento. Sin embargo, la ofensiva militar del Ejército no ha bajado. (…) En esas circunstancias ellos mismos [las FARC-EP] no tienen cómo pedirles a los guerrilleros que aguanten la ofensiva por mucho tiempo, sin disparar. (…) El cese unilateral también tiene el problema de que cualquier violación que ocurra, por aislada que sea, es leída como una inaceptable traición a su palabra.« [4]
Cualquier gesto unilateral de la insurgencia la oligarquía lo lee en clave de debilidad. Y ante un enemigo débil ¿para qué negociar? Mejor aniquilarlo o debilitarlo hasta que deba firmar su virtual rendición. Así es cómo razona esta oligarquía y sus socios en Washington: El general del Comando Sur, John F. Kelly señala que las FARC-EP están paralizadas gracias a la acción del Ejército más que a una decisión unilateral [5] . Los gestos unilaterales de la insurgencia, no le mejoran su imagen ante los medios de comunicación de masas, y no le generan tampoco una situación que propicie acciones recíprocas por parte del Estado. Los gestos unilaterales de la insurgencia, independientemente de sus deseos, alimentan las peores tendencias guerreristas y fascistas de la oligarquía.
Ya la insurgencia ha demostrado, más allá de cualquier duda razonable su voluntad de negociar la salida política al conflicto armado. Han seguido negociando aún sobre el cadáver del arquitecto del actual proceso de paz, el comandante Alfonso Cano. Quienes realmente tienen un compromiso con la paz con justicia social ya no deberían seguir exigiendo más gestos unilaterales de la insurgencia o poniendo más presión sobre ésta, pues esta posición fortalece la estrategia militarista de la oligarquía. Es la hora de luchar a fondo por las medidas bilaterales, por el cese al fuego bilateral. Esta es la única garantía de que una negociación política ponga fin al conflicto armado en términos medianamente favorables para las organizaciones populares o que las reformas que ha exigido por décadas el pueblo sean, finalmente escuchadas. La oligarquía, por voluntad propia, no hará nada. O hará lo que ya sabemos: firmará acuerdos para inmediatamente promover leyes e implementar políticas que van en el espíritu contrario a éstos.
Mientras el gobierno se niega tercamente a cualquier medida bilateral para desescalar el conflicto, la posición adoptada por los campesinos del Bajo Cuembí es un ejemplo a seguir. Este ejemplo demuestra que, más allá de seguir suplicando un cese al fuego bilateral a un gobierno autista, que no demuestra la menor preocupación por las mayorías empobrecidas del país pero que se desvela por satisfacer a la minoría de los súper-ricos, se pueden tomar acciones concretas, de carácter directo, para avanzar en la desmilitarización de los territorios. Tal cual lo demostraron hace unos años los campesinos en Miranda, cuyo ejemplo fue después seguido por los indígenas en el Cerro Berlín, y tal cual lo demuestran los campesinos del Bajo Cuembí, la lucha por el cese al fuego bilateral y la desmilitarización de los territorios puede comenzar mediante la movilización activa, sin esperar dádivas ni un cambio de corazón en Santos. Para ello, es posible echar mano a los métodos de lucha tradicionales de las clases populares: acción directa y desobediencia civil. El gobierno nunca ha escuchado a las razones del pueblo; solamente escucha cuando el pueblo recurre a las llamadas «vías de hecho» No queda de otra ante un gobierno que no cumple su palabra y que no atiende otro lenguaje que la fuerza, en este caso, la fuerza organizada del pueblo.
[1] http://justiciaypazcolombia.
[2] http://www.contagioradio.com/
[3] http://www.semana.com/opinion/
[4] http://www.semana.com/nacion/
[5] http://www.miamiherald.com/
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