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Poner de lado las desavenencias

Fuentes: Rebelión

De las pocas cosas ciertas expresadas por el Jefe de Estado, en el Fórum de Oslo sobre procesos de paz, esta aquello de que la guerra como mecanismo definitorio en los conflictos de la actualidad, simplemente se ha vuelto obsoleta; que no es posible la victoria militar en guerras asimétricas, y que el proceso de […]

De las pocas cosas ciertas expresadas por el Jefe de Estado, en el Fórum de Oslo sobre procesos de paz, esta aquello de que la guerra como mecanismo definitorio en los conflictos de la actualidad, simplemente se ha vuelto obsoleta; que no es posible la victoria militar en guerras asimétricas, y que el proceso de paz con las FARC ofrece una luz de esperanza en un mundo ensombrecido por la guerra.

El mencionado discurso está plagado de distorsiones y de mentiras poco piadosas. Colombia no es el país de las maravillas bosquejado en Oslo, sino el tercero más desigual del mundo. No hay un proceso serio de restitución de tierras; lo que sí es cierto es que han matado alrededor de 90 reclamantes. Por otro lado, el índice Gini es de un 0.87, producto del despojo violento que durante décadas se ha ejecutado contra la población rural. Tal despojo se ha hecho mediante asesinatos y masacres toleradas por el Estado, las cuales ocasionaron el desplazamiento forzado de 6 millones de compatriotas y el robo de 8 millones de hectáreas en el último cuarto de siglo, que ensancharon los latifundios de los potentados. En contraste, hasta agosto del 2014, sólo se habían restituido 29.000 hectáreas a los campesinos.

Cuánto desearíamos que fuera cierto que se está generando empleo, acabando con la pobreza, garantizando salud, educación gratuita y reduciendo el gasto militar. Bastaría dar un paseo por los barrios populares de Bogotá para que al mirar tanta miseria se desvanezca esa ilusión.

Desafortunadamente en el escenario noruego volvió Santos sobre la ocurrencia de un loco sionista, Yitzak Rabín, para reiterar que seguirá combatiendo el terrorismo como si no existiera un proceso de paz y que persistirá en la búsqueda de la paz como si no existiera el terrorismo. Decidió así pasar por alto, que está dialogando en La Habana, a través de sus plenipotenciarios, con un movimiento rebelde que tiene una propuesta viable de país que busca superar la miseria, la desigualdad y la exclusión política.

Los puntos de vista del mandatario explicando los acuerdos parciales de La Habana son una sesgada puesta en escena de lo pactado. Por ejemplo, en la interpretación de la política antidrogas se induce a señalar a la insurgencia como la responsable del narcotráfico, sólo para ocultar el peso específico que tiene en ese negocio capitalista internacional, el lavado de activos por parte de banqueros corruptos a quienes no se les persigue, y el involucramiento probado del Estado colombiano con la mafia del narcotráfico en las últimas décadas.

En otro plano de ideas y para no referirnos más, por ahora, a esa incoherente difusión del proceso de paz en Europa, muchos organismos internacionales, foros y amigos de la paz de Colombia, entre los que se encuentran representantes de la ONU, CELAC, UNASUR, Unión Europea, entre otros, han levantado sus voces para pedir que pare la guerra. Y más recientemente los gobiernos de Cuba y Noruega, como países garantes hicieron «un llamado a las partes a que continúen sus esfuerzos para seguir avanzando en la discusión de las cuestiones pendientes, incluyendo la adopción de una acuerdo para el cese bilateral definitivo del fuego y las hostilidades». Las FARC respondemos afirmativamente. Procedamos ya.

Con profundo sentimiento de patria, hoy desde La Habana y desde las montañas y barriadas humildes de Colombia, las FARC-EP ponemos de lado las desavenencias, y a pesar de las incoherencias del discurso y de las acciones gubernamentales que lo que hacen es incendiar al país, una vez más nos manifestamos por un acuerdo de cese bilateral del fuego que traiga alivio y nuevas esperanzas a nuestro pueblo. Invitamos a deponer las contradicciones, hacer un acto de profunda reflexión y a intentar un acuerdo que pare la confrontación inmediatamente, sin seguir esperando que llegue la firma del acuerdo final. Cuántos muertos podríamos evitar y cuánta zozobra. Cuánto más podríamos avanzar. Todo es cuestión de voluntad política.