La sociedad chilena vive fuertes contradicciones. Desde la desconfianza en las instituciones políticas, religiosas, deportivas y comunicacionales, hasta la distancia o encapsulamiento del temor -roto desde un tiempo a esta parte- por la extensión del fastidio social, expresado de diversas maneras. A veces con desesperación, y en otras, con claros visos de creatividad. Lo que […]
La sociedad chilena vive fuertes contradicciones. Desde la desconfianza en las instituciones políticas, religiosas, deportivas y comunicacionales, hasta la distancia o encapsulamiento del temor -roto desde un tiempo a esta parte- por la extensión del fastidio social, expresado de diversas maneras. A veces con desesperación, y en otras, con claros visos de creatividad.
Lo que hoy se encuentra comprometido, a todas luces, son las relaciones político sociales, las formas, los estilos, la racionalidad «el modus operandi» del espacio económico y político, en su correlato con el soberano; hasta hace una década atrás, clasificado como mero consumidor, y hoy, mutando hacia una ciudadanía activa.
El secuestro y colonización del mundo político, del aparato público por parte de la élite empresarial, puede ser discutido en sus niveles de hegemonía, pero como dicen los abogados «a confesión de parte, relevo de prueba».
El tema de fondo es como el desplazamiento de las decisiones políticas, al ámbito tecnocrático [1] , ha sufrido un accidente cerebrovascular hemorrágico, el enfermo dio aviso de ceguera, mareo, adormecimiento, pero el acuerdo fáctico del paradigma economicista, impidió cualquier medida de prevención.
Lo que ha ocurrido entonces, con el gobierno de la presidenta Bachelet, es el desenlace de un largo ciclo de enfermedad endémica, donde una democracia protegida, parapetada de cualquier indicio de participación ciudadana, bloqueo los canales de irrigación, de renovación e intercambio, de esta manera el colapso lento e invisible, se ha hecho evidente.
En este encuadre inclinado, dinámico, inquieto y complejo, la derrota comunicacional expresada por Juan Andrés lagos [2] , es una verdad limitada, circunscrita a un ámbito donde efectivamente el poderío comunicacional, pertenece a los sectores conservadores. Sin embargo, la estrategia de comunicaciones del gobierno ha sido deficiente, no existe ningún interés por parte de los organismos oficiales, por difundir sus propios logros en los medios virtuales independientes, tampoco algún tipo de acercamiento, apertura y para qué decir posibilidades de fortalecer esos medios.
El Partido Comunista ha sido leal; orientando todos sus medios de comunicación para sostener las políticas gubernamentales, pero resulta evidente que con eso no basta. Porque hay sectores dentro la propia Nueva Mayoría, socavando el camino de las reformas, además de las propias incapacidades, obsesiones y mezquindades, de los actores políticos con responsabilidad de gobierno.
Las señales emitidas desde el propio gobierno no son claras, el discurso del ministro del interior Jorge Burgos, en ICARE apunta a una cosa, los partidos de la Nueva Mayoría dicen otra, comunicacionalmente nos encontramos en la torre de Babel… A propósito ¿Qué pasó con los diputados de la N.M. a la hora de votar la comisión investigadora por la fusión CUPRUM – ARGENTUM?
En la derecha pareciera no existir un acuerdo sobre cómo afrontar la crisis, por una parte Andrés Allamand, sugiere abrir las puertas para un diálogo que permita remediar las dificultades. Otros insisten en las defensas corporativas, mientras otro sector tiene un objetivo claro, intentar las elecciones anticipadas, lo han venido repitiendo de manera insistente en sus medios de comunicación, Evelyn Mathei, es uno de los rostros visibles de esta postura, la columna del tecnócrata Carlos Portales [3] , intenta convencernos de lo mismo, apuntando sus dardos a las responsabilidades de la administración actual, que las tiene. Pero, omitiendo o restando toda falta a quienes deliberadamente, desde el empresariado generaron los dispositivos para colonizar y dominar al mundo político y a los aparatos de control del Estado.
Son tiempos de cambio. Los liderazgos políticos tienen que aparecer, generando confianzas, buscando soluciones, alterando los paradigmas, los desencantados no están de ánimo para tratamiento de shock, al estilo Hayek. Ese Chile está en la UTI y esta generación votó por desconectarlo.
[1] Mayol, Alberto. La Tecnocracia: el falso profeta de la Modernidad. REVISTA DE SOCIOLOGÍA, Nº 17 2003. Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de Chile. Pág 95- 123.
[2] Declaración Radio Nuevo Mundo. 5 de junio 2015 . http://www.radionuevomundo.cl/j-a-lagos-hemos-perdidos-la-batalla-comunicacional-debido-a-la-hegemonia-mediatica/
[3] ¿Hasta dónde pueden mentir nuestras autoridades políticas? El Mercurio. sábado 13 de junio de 2015.