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Según el Sociólogo Rodrigo Baño

«No hay crisis porque no hay alternativa»

Fuentes: Punto Final

Afirma que para desatar una crisis del sistema social y político, en Chile se requiere una alternativa socialmente constituida, un programa y un proyecto encarnado en un sujeto popular que canalice la conflictividad social en una fuerza capaz de realizar transformaciones. Dice que los que gobiernan el país son los empresarios, que los partidos institucionalizados […]

Afirma que para desatar una crisis del sistema social y político, en Chile se requiere una alternativa socialmente constituida, un programa y un proyecto encarnado en un sujeto popular que canalice la conflictividad social en una fuerza capaz de realizar transformaciones.

Dice que los que gobiernan el país son los empresarios, que los partidos institucionalizados -incluyendo a comunistas y socialistas- no representan los intereses de las mayorías, que la influencia social de los trabajadores ha disminuido como consecuencia de los cambios experimentados por el sistema productivo; pero visualiza también gérmenes de una alternativa al orden existente, expresada en fuerzas sociales y políticas emergentes.

Rodrigo Baño Ahumada, abogado y sociólogo, profesor de la Universidad de Chile, tiene una larga trayectoria académica y de investigación vinculada a esa universidad y a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso. Durante el desarrollo de su carrera ha estudiado con especial atención la dinámica de los sectores populares y su relación con la principal demanda pendiente en la sociedad chilena, la igualdad.

¿Hay una crisis política en Chile?

«No creo que estemos en un momento de crisis. Para que exista crisis debe haber una encrucijada y para que exista esa encrucijada debe haber una alternativa socialmente constituida, con un programa y un proyecto. En este momento existe una cierta conflictividad social, pero es necesario que el descontento se articule en una alternativa política. Sin alternativa puede haber decadencia, enojo, ruptura, desencanto, desgaste y hasta desastres, pero no un camino de transformación social.

Tampoco está claro quiénes serán los sujetos político-sociales determinantes de este periodo. Si hay al menos dos sectores que representen una alternativa de poder, entonces alguien ganará y la crisis se resolverá, pero en Chile todavía no existe el sujeto político capaz de desatarla».

¿El desencanto con la política es un fenómeno local u obedece a una tendencia global?

«Hay en todo el mundo un distanciamiento de la actividad política, que hoy se realiza de manera muy distinta a como fue en el siglo XX. Ahora la constitución del ser político es otra, y no está muy claro hacia dónde derivará. Los partidos no representan fuerzas sociales, se limitan a constituir orgánicas electorales para intervenir en espacios de poder institucionalizados. Un nuevo sujeto político difícilmente surgirá de ese tipo de organizaciones. El camino para la nueva Constitución pasa más bien por las fuerzas sociales. Es una construcción que se desarrolla en la acción y el conflicto.

El movimiento estudiantil es claramente un sujeto social que ha pasado de demandas corporativas a reivindicaciones políticas que involucran a la totalidad de la sociedad, pero no es todavía un sujeto político. Recuerdo en este sentido el ejemplo del movimiento de 1968, en Francia, que se inició por la mala calidad de los alimentos en los casinos de una universidad y fue desarrollándose hasta convertirse en una tremenda movilización social y política que puso en jaque al gobierno de Francia e influyó en todo el mundo, incluyendo Chile».

 

LOS PARTIDOS PREFIEREN

EL DINERO A LOS MILITANTES

¿Qué sucede con los partidos?

«Existe en Chile un sistema de partidos no controlado socialmente. A los partidos políticos de hoy les interesa muy poco tener militantes. Prefieren tener dinero para financiar campañas electorales, tal como ha quedado de manifiesto con los escándalos descubiertos recientemente. Antes que se conocieran, ya existía un sentimiento de que estas cosas ocurren desde hace tiempo. A cualquiera que uno le pregunte en la calle va a decir que muchos políticos son unos ladrones; aunque una cosa son las presunciones y otra que a uno le muestren las evidencias con nombre, apellido y cantidades precisas, como ocurre actualmente.

En este modelo, los políticos piden plata a los que la tienen, quienes a su vez están dispuestos a entregarla para acrecentar su influencia política. El que tiene poder económico es el que controla la política y si no puede hacerlo a través de coimas, buscará otra manera de influir, porque así está constituido el sistema neoliberal».

Algunos afirman que pese a sus limitaciones, la Concertación es un proyecto exitoso.

«Antes los proyectos eran capitalismo o socialismo, con variables en cada uno de ellos. Con el fin de la guerra fría desaparecieron esas alternativas y en la actualidad el capitalismo es lo único que hay. Ahora, lo que está en discusión es cómo administrar este capitalismo. Se puede gestionar de una manera más o menos salvaje, con un poco más o menos de equidad; pero no hay un cuestionamiento al sistema económico y social en su conjunto.

Si hubo un proyecto alternativo de la Concertación, este se agotó en la transición a la democracia, porque no contenía una propuesta económica ni un proyecto social propio. Sólo buscaba que funcionara la democracia con la garantía de ciertos derechos a la integridad física, al libre desplazamiento y a la libre expresión de las personas; con elecciones periódicas y respeto a los derechos humanos más elementales.

La Concertación se adaptó al modelo existente, haciendo reformas en momentos en que se necesitan algunos cambios que permitan suavizar la conflictividad y las tensiones que se refieren al ejercicio del poder».

Ahora existe la Nueva Mayoría…

«La Nueva Mayoría no tiene proyecto ni programa. Eso se trasluce en las políticas que está tratando de implementar. Incorporó a los comunistas, pero esa estrategia no aplacó el descontento y las JJ.CC. han perdido posiciones dentro del movimiento estudiantil. Ahora están dentro, pero su situación es muy incómoda. El PC es un partido sin colmillos y muy ansioso de ganar posiciones de poder. Optó por entrar a la institucionalidad para seguir subsistiendo, porque es difícil para una organización mantenerse fuera del sistema político, cuando ha pasado largos años sin logros ni recursos.

Antes había vínculos estrechos entre los partidos y los movimientos sociales y eso permitía que los conflictos se resolvieran políticamente. Comunistas y socialistas tenían presencia en el movimiento sindical, entre los pobladores y los estudiantes, ahora los partidos solo trabajan para ellos y por ellos».

 

LA CLASE TRABAJADORA DEBILITADA

¿Cuál es la situación de los trabajadores?

«Sigue existiendo la clase obrera, pero han cambiado sus condiciones de trabajo y su peso es absolutamente menor. No es lo mismo trabajar en condiciones de homogeneidad colectiva en una fábrica, que individualmente en su casa. Esta nueva realidad cambia radicalmente las posibilidades de vinculación política de las personas. Las organizaciones solo se pueden formar dónde hay grupos sociales en los que sus integrantes tomen conciencia de que tienen intereses comunes. Esos son todavía los espacios en los que existe una organización fuerte de los trabajadores. La minería es una de las actividades económicas que posibilita esa organización, porque los trabajadores conviven en lugares aislados y en un contexto en el que pueden conversas sobre sus problemas, organizarse y pelear juntos.

Cuando el trabajo se realiza de manera individual o en pequeñas y diversas unidades dispersas, disminuyen sus posibilidades de actuar juntos. Es lo que sucede con los subcontratistas, que ven al trabajador del lado como a su competidor. En las actuales condiciones es mucho más difícil que los trabajadores adquieran conciencia de clase».

También existe una creciente conflictividad regionalista y medioambiental.

«Una cosa son los conflictos sociales con objetivos políticos, que afectan a la sociedad en su conjunto, como la educación, y otra los relacionados con reivindicaciones particularistas, como los que tiene una comunidad que se opone a la instalación de un vertedero de basura. Desplazan el vertedero y se termina el problema».

¿Hay indicios de la conformación de un sujeto histórico de largo plazo?

«No lo veo todavía, lo que no quiere decir que no pueda aparecer. Estos procesos son poco predecibles y no estoy dispuesto a arriesgar un pronóstico todavía. Lo que sí hay, son las condiciones de conflicto donde puede emerger un sujeto político.

Han surgido pequeñas agrupaciones con una presencia confusa en sus definiciones políticas. Todas estas organizaciones funcionan en términos de una sumatoria de demandas parciales, pero no logran articularse en torno a una columna vertebral. Estos colectivos son mapuchistas, feministas, ambientalistas, partidarios de la educación igualitaria, veganos, animalistas, etc. Suman demandas, pero falta un elemento común que articule todas esas luchas. Encontrar solución a esta dispersión es parte del trabajo político pendiente».

¿También hay un rebrote anarquista?

«A este anarquismo no le atribuyo mucha significación, porque no corresponde a una posibilidad de organización social real y lo que plantea siempre son cosas muy vagas, a partir de propuestas que ya se han ensayado antes, como la participación en un cierto asambleísmo, sin liderazgos, autoridades, orgánicas o Estado. Lo que rescato del ideario anarquista es un ethos más igualitarista, de control social de las autoridades y de mayor participación colectiva. Una sociedad democrática tiene que complementarse con liderazgos y estrategias de poder fuertes. Logro concebir la utopía de un socialismo de Estado o de un socialismo democrático, pero no de una sociedad anarquista».

 

ALTERNATIVAS DEL

CONFLICTO ACTUAL

¿Cuáles son las alternativas de salida al actual conflicto?

«Una posibilidad es la recomposición del sistema. Que se sacrifiquen algunos chivos expiatorios y se busquen en su reemplazo hombres y mujeres buenos, para que reconstituyan el modelo. Si la gente no quiere participar, no hay problema, porque existen múltiples ejemplos de democracias de baja participación. Si participa un 30% de los electores, la gente obedece igual. Otra salida posible es la autoritaria, de derecha, de Izquierda o personalista. La opción de un populismo mesiánico podría prosperar también dado el descrédito global de los partidos.

Una tercera posibilidad es la emergencia de fuerzas políticas nuevas, como Amplitud desde la derecha, o que diversos grupos pequeños de Izquierda pudieran agruparse en una fuerza más consistente, que consiga una mayor adhesión popular.

Más allá de estas posibilidades, una real alternativa de transformación social profunda no se vislumbra, a menos que haya una crisis económica. Con los mall llenos de gente comprando, es difícil de visualizarla».

¿Qué opina del giro del gobierno?

«El cambio de gabinete no fue significativo, aunque se nota ahora un peso mayor de los partidos. Bachelet partió gobernando con su entorno personal. Peñailillo era uno de los suyos, sin duda, y ahora Burgos claramente no lo es. Ella ha iniciado sus gobiernos intentando asumir un liderazgo personal y termina entregándolo a los partidos cuando vienen los problemas y no tiene cómo solucionarlos. El cambio de gabinete fue poco relevante y hecho para suavizar el conflicto con el empresariado».

¿Quiénes gobiernan entonces?

«Está claro que los que gobiernan son los empresarios y se dan el lujo de hacerlo evidente. En los buenos tiempos de la política no aparecen, pero ahora su presencia es explícita. Puesta la situación en ese plano, la verdadera cuenta de la nación no se realiza ante el Congreso Nacional sino ante los empresarios reunidos en el seminario de Icare. Todos los poderes formales e informales lo tienen claro. Así funciona todo.

Lo más novedoso de la situación actual es lo desembozado que es el dominio empresarial. Como si ya no fuera necesaria la ideología para ejercer la dominación. Si el poder se hace explícito, es porque ocultarlo ya no tiene efecto social».

 

LA LUCHA POR LA IGUALDAD

¿Hay posibilidad de que los trabajadores vuelvan a ser una clase social influyente?

«Es difícil pensar en la manera como los trabajadores puedan organizarse para incidir dentro de la actual división del trabajo. Uno debiera pensar quizá en una acción al revés de lo que fue el desarrollo del movimiento de trabajadores en el siglo XX. Ellos partieron de los sindicatos para llegar a los partidos, ahora habría que partir de los partidos para llegar a los sindicatos. El punto es cómo construir un partido sin que los trabajadores estén presentes en su origen.

Es difícil actuar contra un bombardeo ideológico lleno de distractores y alteraciones. Cada colectivo surge a partir de una infinidad de problemas, sin una articulación y una línea de acción común».

El movimiento estudiantil logró canalizar conflictos aislados…

«Porque tocó un punto que vivencialmente afecta al conjunto de los habitantes. Todos tenemos alguien cercano involucrado en el conflicto de la educación.

Pese a estas consideraciones, la lucha por la educación no es una lucha por la igualdad, porque la igualdad en la educación no genera igualdad social. El movimiento estudiantil se ha planteado desde una bandera liberal: la referida a la igualdad de oportunidades para una sociedad desigual. Es el discurso que El Mercurio ha logrado vender a la población, que el hijo del más pobre tenga la posibilidad de llegar a ser gerente general de una gran empresa y explote al que quedó pobre.

Por el contrario, la lucha por la igualdad tiene como escenario el mundo del trabajo y está estrechamente motivada por la demanda fundamental de los trabajadores de una mejor distribución del ingreso».

 

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 831, 26 de junio, 2015

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