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Sobre Renta Básica y criminalización de la pobreza

Fuentes: Rebelión

«Los ricos quieren todo, quieren invadir todo y dominar todo. Los abusos son la obra y el dominio de los ricos, son las plagas del pueblo: el interés del pueblo es el interés general, el de los ricos es el interés particular» (Maximiliano Robespierre) Ya sabemos que el neoliberalismo parte de la estúpida idea de […]

«Los ricos quieren todo, quieren invadir todo y dominar todo. Los abusos son la obra y el dominio de los ricos, son las plagas del pueblo: el interés del pueblo es el interés general, el de los ricos es el interés particular» (Maximiliano Robespierre)

Ya sabemos que el neoliberalismo parte de la estúpida idea de considerar que todos los beneficios que el Estado pueda procurar a los ricos revertirá, de una u otra forma, sobre los pobres, porque éstos siempre recibirán algunas migajas de aquéllos. No obstante, y como estamos pudiendo comprobar mediante los efectos de esta crisis, el resultado está siendo más bien el contrario, esto es, que los ricos lo son cada vez más, mientras que los pobres son cada vez más pobres. Y no sólo esto, sino que además, la cultura capitalista dominante ejerce cierto nivel de criminalización sobre los más desfavorecidos de la población, tales como desempleados, pensionistas, enfermos, mujeres, etc. Porque lo cierto es que está en el propio ADN del neoliberalismo el culpabilizar a las personas que sobreviven mediante algún tipo de subsidio, prestación, renta o ayuda del Estado.

Hemos experimentado en muchas ocasiones cómo incluso la élite de la clase dominante recurre al insulto o al más descarnado desprecio sobre estas personas, tildándolas de fracasados, de vagos o de poco ambiciosos. De escoria social, en una palabra. Y así como los que tienen que vivir de algún subsidio público son gente vaga, inútil, fracasada o poco ambiciosa, los de la alta clase media y los ricos serían gente trabajadora, exitosa y ambiciosa. Y es penoso comprobar hasta qué punto estos criterios sociales han calado hondamente en casi toda la población. Se extiende el prototipo de empresario o «emprendedor» como héroe social, como «creadores» del empleo, y como únicos sujetos a los que el Estado debe favorecer, mientras los empleados públicos, los parados, los que perciben determinadas prestaciones o directamente los más pobres, representan las dianas para la crítica, la exclusión y la criminalización.

Así, se va instalando progresivamente el imaginario colectivo la visión de que los pobres y los más débiles de la sociedad son los propios responsables de sus males, de no aprovechar bien las oportunidades que la sociedad les brinda, y de querer, por tanto, vivir a costa de los demás. El hecho es que está en la propia esencia del neoliberalismo el trasladar la responsabilidad sobre el «éxito social» de las personas no a las determinadas políticas que se ejecuten, sino a la propia capacidad personal para triunfar en la sociedad. Según esta falaz teoría, los ricos lo son porque han hecho méritos para serlo, y parece ser que, en época de crisis, estos méritos se redoblan, porque hay actualmente el doble de ricos que había al comienzo de la misma. Nosotros somos más bien de la opinión de que detrás de esta riqueza (incrementada con la crisis), se encuentra una muy buena dosis de criminalidad social, pero de crímenes que esta sociedad capitalista no sólo no castiga, sino que además tolera, difunde, legitima e instiga, tales como el fraude fiscal, la corrupción, el terrorismo empresarial, y algunas otras variantes.

Y de esta forma, se criminaliza al pobre, al desempleado y al excluido, los cuales por lo visto no pueden tener televisores de plasma ni cuentas de Twitter (porque eso cuesta dinero, según algunos dirigentes políticos), entre otras cosas. Este magnífico artículo de Daniel Raventós nos muestra casos de personajes que durante la reciente historia han propuesto, incluso, la aberrante y descabellada idea de esterilizar a los pobres para que éstos no se reprodujeran, y acabar de esta manera con esta estirpe socialmente inútil. Es lógico, por tanto, que en una sociedad donde la tremenda influencia del pensamiento dominante promueve este punto de vista, el hecho de pretender introducir en ella herramientas como la Renta Básica produzca auténticos ladridos y rebuznos de los serviles representantes de ella, entiéndase la derecha política, social y mediática de este país. Y así, las expresiones más típicas suelen ser: «¡Hala, todos al subsidio!«, «¡A vivir del cuento!«, «¡Vamos a mantener a vagos!«, y otras lindezas por el estilo. En una segunda fase de críticas a la propuesta, se vierten falacias un poquito más elaboradas, tales como la imposibilidad de su financiación (está demostrado que sí se puede financiar, mediante una profunda reforma fiscal y la eliminación del resto de prestaciones públicas inferiores a la propia RB), la posibilidad de relegar a la mujer a los trabajos domésticos, o bien que no acaba con todas las injusticias del capitalismo.

En el fondo, lo que la clase dominante está intentando por todos los medios es defenderse a capa y espada contra la implantación de esta medida, que supondría no solamente erradicar de un plumazo la pobreza y la exclusión social, sino además dotar a todas las personas de las auténticas condiciones para la libertad, porque está demostrado que no somos socialmente libres si no tenemos nuestra existencia material garantizada. Y claro, conseguir esto para toda la población representaría un golpe mortal para la clase dominante, que comprobaría en sus propias carnes cómo su poderío se desvanece, en aras de un empoderamiento de las clases populares. Pero afortunadamente, una parte cada vez mayor de la ciudadanía está viendo con buenos ojos la RB, en tanto en cuanto representa una medida que vale la pena defender, debido al tremendo efecto que se conseguiría con ella, al suponer la recuperación de la dignidad social de miles de personas, así como la defensa frente a una barbarie empresarial capitalista que explota cada vez más a la clase obrera. Porque, como afirma Salim Lamrani: «La miseria no es una fatalidad sino una decisión política impuesta por las élites rapaces e insaciables. Es hora de la revuelta de la plebe, de los aplastados y de los excluidos contra la brutalidad del poder financiero«. 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.