Se llevó a cabo en Medellín, el 25° festival internacional de poesía, entre el 11 y el 18 de julio. Este año, en el marco del 25 aniversario del festival, se realizó la II Cumbre Mundial de la poesía por la paz y la reconciliación de Colombia. Y este es un hecho cultural, político y […]
Se llevó a cabo en Medellín, el 25° festival internacional de poesía, entre el 11 y el 18 de julio. Este año, en el marco del 25 aniversario del festival, se realizó la II Cumbre Mundial de la poesía por la paz y la reconciliación de Colombia. Y este es un hecho cultural, político y social de tal trascendencia y significado para el país, que no pasa inadvertido para nadie, sobre todo para quienes más han padecido el conflicto, más aún cuando estamos inmersos en una disyuntiva definitiva para nuestro futuro: la construcción de la paz con justicia social, o la continuación de la guerra.
Por eso no debería pasar inadvertido ni siquiera para el alcalde de Medellín, Anibal Gaviria, quien dió un saludo durante la apertura del festival, y aún sabiendo que sesionaría la II Cumbre por la paz, no se refirió a un tema tan fundamental como la paz.
Sin duda lo destacado de este año, fue la II Cumbre de poetas por la paz y la reconciliación del país. Ello porque los organizadores, la revista Prometeo, han tenido siempre desde el nacimiento del festival en el año 1991, la lúcida y arriesgada idea de hacer de éste un escenario de resistencia poética y cultural para una ciudad constante e históricamente asediada por la guerra y la muerte. Estos lúcidos organizadores siempre han llevado en alto la bandera de la esperanza, haciendo del festival la tribuna preferida de la voz crítica y contestataria, a pesar de los obstáculos con que se han enfrentado durante estos 25 años, hasta el punto de convertirse en el encuentro poético más concurrido y reconocido del mundo.
Para el movimiento social colombiano que hoy padece la represión y la persecución, como ha sucedido recientemente en la ciudad con tres líderes sociales asesinados, y como está sucediendo hoy con los líderes encarcelados y acusados de terrorismo por reivindicar el derecho a la protesta y la libertad de pensamiento, el festival y la II Cumbre Mundial de poesía por la paz y la reconciliación son el espacio que reivindica la dignidad de sus luchas y sus sueños por un país donde la disidencia política no implique la estigmatización, sino el enriquecimiento del debate político y la batalla de ideas que lleven al cambio y la apertura democrática.
Escuchar de la voz de los poetas que han vivido conflictos armados como Irlanda del Norte, el Salvador, Estados Unidos (no los ha vivido pero los ha impuesto en muchas partes) y cómo los narran en sus poemas, es una experiencia que no solo nos aporta a quienes tuvimos el honor de compartir sus narrativas, sino que nos ayuda a entender los procesos por los que han pasado otros pueblos. Abriéndonos la posibilidad no solo a compartir dichas experiencias personales, sino a expresar su disposición para aportar en la solución del conflicto armado y la construcción de la paz para Colombia.
De ahí la importancia de la declaración de la II Cumbre Mundial de la poesía por la paz y la reconciliación, cuando afirma que:
«Por décadas se nos ha querido convencer que somos hijos de la violencia y del odio y que tal desmesura constituye nuestra identidad y destino. La incultura del odio ha creado una concepción de que la guerra resulta inevitable. El proceso de paz no es una dádiva sino una conquista propiciada por varias décadas desde el activismo de los movimientos sociales, campesinos, indígenas, afros, mujeres y estudiantes, en concierto con una gran mayoría de la población colombiana.»
«Es preciso promover y materializar un cese multilateral del fuego hacia el silenciamiento definitivo de las armas de todos los actores del conflicto en nuestro país, para abrir anchas vías a acuerdos plenos que eliminen las causas y consecuencias de las guerras.»
«El país necesita una nueva institucionalidad, un nuevo acuerdo social que garantice la justicia, un Estado de Derecho real.»