Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Frantz Fanon murió pocos meses antes de la independencia de Argelia en julio de 1962. No vivió para ver su país de adopción libre de la dominación colonial francesa, algo que él consideraba inevitable. Este intelectual y revolucionario radical se entregó en cuerpo y alma a la liberación nacional de Argelia y fue un prisma a través del cual muchos revolucionarios de fuera de este país entendieron Argelia y una de las razones de que este país se convirtiera en sinónimo de la revolución del tercer mundo.
La capital argelina llegó a convertirse en La Meca de todos los revolucionarios con el peso de su pasado reciente y en particular su larga lucha por la independencia que sirvió de modelo a varios frentes de liberación nacional de todo el mundo y debido a su diplomacia firme y a su valiente política exterior en las décadas de 1960 y 1970. Como anunció Amilcar Cabral en una rueda de prensa antes del primer Festival Panafricano celebrado en Argel en 1969: «Tomen una pluma y escriban: los musulmanes peregrinan a La Meca, los cristianos al Vaticano y los movimientos de liberación nacional ¡a Argel!». Con toda seguridad Fanon habría estado orgulloso de aquel momento de la historia de Argelia y de África. El Festival estuvo impregnado por un fervor revolucionario y por sus ideas sobre una cultura combativa alimentada por las luchas diarias del pueblo. Este ambiente radical de esos días de julio quedó recogido en un importante y poderoso documental de William Klein, The Pan-African Festival of Algiers, 1969, que atestigua que esta reunión panafricana no fue solo un eslogan o una utopía generosa sino también una verdadera reunión de las culturas africanas al unísono en su denuncia del colonialismo y su lucha por la libertad.
Para dirigentes políticos como António Agostinho Neto y Cabral la cultura era una de sus principales preocupaciones porque la asociaban con la liberación que ellos teorizaban como una forma de acción política. Se hacían eco firmemente de las palabras de Fanon en Los condenados de la tierra: «La cultura nacional no es el folclore donde un populismo abstracto ha creído descubrir la verdadera del pueblo. No está conformada por los restos inertes de acciones gratuitas, esto es, acciones cada vez menos vinculadas a la siempre presente realidad del pueblo. […] La cultura negra africana adquiere sustancia en torno a las luchas populares y no en torno a canciones poemas o folclore». [i]
Vale la pena tenerlo en cuenta al reflexionar acerca del papel y la concepción de la cultura hoy en día. ¿Es simplemente una cultura que entretiene al pueblo y lo distrae de los verdaderos problemas o bien es una cultura que habla al pueblo y fomenta su resistencia y sus luchas? ¿Es una cultura independiente y libre que fomenta el disenso y la crítica o bien es una cultura folclórica patrocinada de forma agobiante por algunas elites autoritarias?
Fanon tenía muchas esperanzas puestas en Argelia y creía firmemente en este país revolucionario, y su esclarecedor libro L’An V de la Révolution Algérienne [El año V de la Revolución Argelina, sin traducción al castellano] lo atestigua y muestra que la liberación no es un regalo. Las masas se apoderan de ella con sus propias manos y al hacerlo esas mismas masas se transforman. Mantuvo firmemente que para las masas la forma más elevada de cultura, esto es, de progreso, es resistir a la dominación y penetración imperialistas. Para Fanon la revolución es un proceso de transformación que creará «almas nuevas». [ii] Por ello Fanon cierra su libro de 1959 con estas palabras: «La revolución en profundidad, la verdadera, precisamente porque cambia al ser humano y renueva la sociedad, ha alcanzado un estadio avanzado. La revolución argelina también es este oxígeno que crea y da forma a una nueva humanidad». [iii]
La preocupación de Fanon por lo que las masas hacen y piensan, y su creencia de que son las masas y no los dirigentes ni los sistemas quienes hacen y determinan la historia son un punto central de sus libros. Es fundamental analizar el testimonio de Fanon porque ilustra cómo en medio de los peores desastres, cuando las masas tienen un objetivo común encuentran la manera de reorganizarse y de continuar su existencia. En este sentido las descripciones de Fanon de la conducta de las masas son de una enorme importancia ya que muestran cómo las masas continúan viviendo y avanzan. [iv]
Esta atención a los condenados de la tierra y su vívida vinculación a ellos, sus vidas y sus luchas se opone a la aversión instintiva a una burguesía nacional que traicionará a las masas, detendrá la liberación y establecerá un sistema de tiranía y explotación que recuerda a su equivalente colonial. Fanon observó con razón cómo la conciencia nacionalista puede llevar muy fácilmente a una «rigidez helada» que sustituye meramente a los amos blancos que se han marchado por equivalentes de color.
Entender África: Fanon hoy
Más de cinco décadas después de su muerte la pregunta parece ser por qué Fanon es hoy relevante más que si es relevante. Podría ser instructivo explorar cómo pensaría y actuaría este revolucionario ante los problemas actuales en África y en el mundo.
La obra de Fanon, escrita hace cinco décadas, tiene todavía el poder profético de una descripción acertada de lo que ocurrió en Argelia y otros países. Al leer las palabras de Fanon y en especial el famoso capítulo de Los condenados de la tierra, «Desventuras de la conciencia colonial» (basado tanto en las reflexiones sobre sus experiencias en África occidental como en sus inquietudes acerca de la revolución argelina) [v] no se puede evitar quedar absorto y conmocionado por su verdad y la previsión del fracaso y la esterilidad actuales de las burguesías nacionales en África y Oriente Medio, unas burguesías que tendieron a sustituir la fuerza colonial por un nuevo sistema basado en las clases que reproducía las viejas estructuras coloniales de explotación y opresión. Hoy podemos ver Estados de todo el mundo que habían sido colonizados y que tienen unas «patologías de poder», como los denominaba Eqbal Ahmad, que han provocado Estados de seguridad nacional, dictaduras, oligarquías y sistemas unipartidistas. [vi]
Aquello en lo que se ha convertido Argelia hoy, donde el dinero del petróleo desempeña un papel enormemente importante en pacificar a la población y pagar una infladas e ubicuas fuerzas de seguridad, corresponde a lo que Fanon se temía. A la clase dirigente no le gustaba su visión ni su política, y por ello hoy está marginado y reducido a ser simplemente otra figura anticolonial vaciada de su ataque incandescente a la estupidez y a la pobreza espiritual de las burguesías nacionales.
Como afirmaba Edward Said, el verdadero genio profético de Los condenados de la tierra aparece cuando Fanon percibe la división entre la burguesía nacionalista en Argelia y las tendencias liberadoras del Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino. Fue el primero de los principales teóricos del antiimperialismo en darse cuenta de que el nacionalismo ortodoxo seguía el mismo sendero trazado por el imperialismo, que aunque parecía conceder autoridad a la burguesía nacionalista, en realidad extendía su hegemonía.[vii] Fanon nos lo dijo sin rodeos: «Que el combate anticolonialista no se inscribe de golpe en una perspectiva nacionalista es lo que la historia nos enseña». [viii] A continuación nos advierte de que tenemos que pasar rápidamente de la conciencia nacional a la conciencia política y social si verdaderamente deseamos que nuestros países eviten eviten la regresión y las incertidumbres.
En esta situación la burguesía nacional prescinde de la legitimidad popular y vuelve cada vez más la espalda al interior y a las realidades de un desarrollo desigual, y solo se interesa por exportar a países extranjeros los enormes beneficios que obtiene de la explotación del pueblo. Los acontecimientos actuales confirman esta aserción, como podemos ver en la escandalosa corrupción endémica y el robo «legalizado» en Argelia, Nigeria, Egipto, el Túnez de Ben Ali y Sudáfrica, por mencionar solo unos pocos países.
En Argelia, por ejemplo, una burguesía antinacional, estéril e improductiva está consiguiendo dirigir los asuntos de Estado y su economía. Esta elite compradora es la mayor amenaza a la soberanía de la nación ya que está vendiendo la economía nacional a capitales y multinacionales extranjeras, y está cooperando con el imperialismo en su «guerra contra el terrorismo», otro pretexto para expandir la dominación y pelear por los recursos.[ix] Es una burguesía que renunció al proyecto de desarrollo autónomo iniciado en las décadas de 1960 y 1970, y que como dijo Fanon de forma elocuente, «es incapaz de grandes ideas y de tener inventiva, y ni siquiera consigue sacar concesiones espectaculares a Occidente, como inversiones que serían valiosas para la economía del país». [x] Al contrario, ofrece ahora una concesión tras otra para privatizaciones y proyectos ciegos que minarán la soberanía del país y pondrán en peligro tanto a su población como su medioambiente como, por ejemplo, la explotación del gas de esquisto.[xi] Hoy Argelia (pero también Túnez, Egipto, Nigeria, Senegal, Ghana, Gabón, Angola y Sudáfrica, entre otros países) sigue los dictados de los nuevos instrumentos del imperialismo, como el FMI y el Banco Mundial, y negocia su entrada en la Organización Mundial de Comercio. Otros países africanos siguen utilizando el franco CFA, una moneda heredada de los tiempos del colonialismo y que sigue estando controlada por el Tesoro francés. A Fanon le hubiera revuelto esta bêtise [esupidez], esta pura insensatez. ¿Cómo podemos seguir siendo sumisos al imperialismo e inclinarnos ante cada necedad para satisfacer al capital extranjero?
Fanon había predicho está situación que no presagiaba nada bueno y el vergonzoso comportamiento de la burguesía nacional cuando señaló que su misión no tiene nada que ver con transformar la nación sino que consiste en «servir de correa de transmisión a un capitalismo reducido al camuflaje y que se cubre ahora la máscara neocolonialista».[xii] Aquí es donde podemos apreciar el perdurable valor de emplear la perspicacia critica de Fanon cuando nos describe la realidad postcolonial contemporánea, una realidad modelada por una burguesía nacional «antinacional», que opta, añade Fanon, por el «camino terrible […] de una burguesía clásica, de una burguesía burguesa, lisa, estúpida y cínicamente burguesa» [xiii].
Esto es exactamente lo que ocurrió en Argelia y en otros países de África. Estos regímenes se contentan con el papel de agente de negocios de los capitales occidentales y solo les preocupa llenar sus bolsillos lo más rápidamente posible, ignorando el deplorable estancamiento en el que se hunden cada vez más sus países. A Fanon le habría impactado la actual división internacional del trabajo en la que los africanos «todavía exportan materias primas y los pequeños agricultores de Europa siguen siendo quienes se especializan en productos no acabados». [xiv]
Se debe recuperar y reflexionar sobre crítica que Fanon hace al turismo, la industria postcolonial por excelencia en su opinión. Condena el hecho de que las elites nacionalistas se han convertido en las «organizadoras de fiestas» de sus homólogas occidentales en medio de la abrumadora pobreza de sus poblaciones. Fanon argumenta que estas elites, que carecen de ideas y están alejadas del pueblo, en la práctica convertirán a sus países en el «burdel de Europa». [xv] Esta no es solo la experiencia del Caribe, también es la de muchos países de África, como la Sudáfrica de después del apartheid, Túnez, Egipto y Marruecos.
«En esos países pobres, subdesarrollados, donde por regla general la mayor riqueza se da al lado de la mayor miseria, el ejército y la policía son los pilares del régimen. Un ejército y una policía que – otra regla que habrá que recordar- están aconsejados por expertos extranjeros. La fuerza de esa policía, el poder de ese ejército son proporcionales al marasmo en que se sumerge el resto de la nación. La burguesía nacional se vende cada vez más abiertamente a las grandes compañías extranjeras. A base de prebendas, el extranjero obtiene concesiones, los escándalos se multiplican, los ministros se enriquecen, sus mujeres se convierten en cocottes, los diputados maniobran y hasta el agente de policía o el agente de aduanas participan en esta gran caravana de corrupción». [xvi]
Este furioso pasaje de Los condenados de la tierra es un retrato extremadamente adecuado de la situación en muchos países africanos en los que la represión y la supresión de las libertades son la norma (ayudados, por supuesto, por la experiencia extranjera) y donde las elites codiciosas institucionalizan la corrupción y sirven a los intereses extranjeros.
Fanon fue uno de los pocos intelectuales radicales que señaló los peligros que un nativismo «cuidadosamente educado» (en palabras de Edward Said) comportaba para un movimiento sociopolítico como la descolonización.[xvii] Del nacionalismo pasamos al ultranacionalismo, después al chovinismo y finalmente al racismo y al tribalismo. Esto se aprecia en varias ideologías exclusivistas y dogmáticas, como el arabismo, la negritud de Senghor y los llamamientos al Islam puro o auténtico, que tienen consecuencias desastrosas para las poblaciones. Tomemos una vez más el ejemplo de Argelia, donde una concepción culturalista estrecha de la identidad argelina ignoró la diversidad cultural, donde se marginó y la dimensión bereber de la cultura argelina se redujo a manifestación folclórica cuando la elite emprendió una anquilosada política de arabización, desarrolló una interpretación conservadora de la religión y una visión reaccionaria del papel de la mujer en la sociedad al adoptar medidas sociales que aplacaran a los islamistas, como el tristemente famoso y retrógrado Código de Familia de 1984.
Edward Said indicó que parecía que se dedicaban más esfuerzos a reafirmar la idea de que ser sirio, iraquí, egipcio o saudí es un fin suficiente que a pensar críticamente e incluso valientemente acerca del propio programa nacional.[xviii] La política de identidad asume el lugar principal y «la unidad africana se quita la máscara y se desmorona en regionalismo dentro la estructura vacía del propio nacionalismo». [xix] Fanon abogó por ir más allá de los primeros pasos de la identidad asertiva nativista hacia la verdadera liberación que implica una transformación de la conciencia social más allá de la conciencia nacional.[xx]
La idea que Fanon tenía del futuro de Argelia (idea que compartió con su mentor Abane Ramdane, el artífice de la revolución) era una sociedad democrática laica en la que primara la ciudadanía sobre las identidades (árabe, amazigh, musulmán, judío, cristiano, europeo, blanco, negro, etc): «En la nueva sociedad que se está construyendo», escribió Fanon en L’An Cinq de la Révolution Algérienne , «solo hay argelinos. Por consiguiente, desde el principio cada individuo que vive en Argelia es argelino […]. Queremos una Argelia abierta a todos, en la que pueda crecer cada tipo de genio». [xxi] No olvidó el papel de la mujer en la nueva sociedad cuando afirmó que hay que hacer todo lo posible para movilizar a cada hombre y a cada mujer lo más rápidamente posible y advirtió del «peligro de perpetuar la tradición feudal que considera sagrada la superioridad del elemento masculino sobre el femenino». [xxii] En un ensayo escrito en su libro de 1959 titulado «Argelia desvelada» Fanon demostró que las mujeres fueron elementos esenciales en la revolución argelina y cómo las necesidades de la lucha dieron lugar a nuevas actitudes y nuevas modas: «El carácter casi de tabú asumido por el velo en la situación colonial desapareció casi por completo durante la lucha de liberación». [xxiii]
Alternativas: ¿un segundo momento fanoniano?
Lamentablemente, todavía no se ha conseguido esta visión generosa de una sociedad plural y este es el segundo momento fanoniano de descolonización, un momento que al abrazar un humanismo universal (que incluya hombres y mujeres) y crear solidaridades regionales e internacionales rompe con las jerarquías, divisiones y regionalismos creados por el imperialismo.
La triste realidad contemporánea que describió Fanon y de la que previno hace cinco décadas deja pocas dudas de que si Fanon viviera hoy estaría enormemente decepcionado por el resultado de sus esfuerzos y de los de otros revolucionarios. Tenía razón acerca de la avaricia y la capacidad de dividir de las burguesías nacionales, y acerca de los límites del nacionalismo convencional, pero no nos ofreció una fórmula para hacer la transición después de la descolonización hacia un nuevo orden político liberador. Quizá no haya una solución o un plan detallado para lograrlo. Quizá lo concibió como un proceso prolongado al que darán forma la praxis y por encima de todo la confianza en las masas y en su potencial revolucionario para crear la alternativa liberadora.
Con todo, Fanon nos advierte de que el escandaloso enriquecimiento de esta casta especuladora irá acompañado de «un decisivo despertar del pueblo y una conciencia cada vez mayor que prometieron días turbulentos que están por llegar». [xxiv] Así, podemos ver que de pronto las revueltas árabes de 2011 hacen absolutamente claro el razonamiento de Fanon sobre la revuelta y la rebelión. Lo que había empezado en Túnez y después en la plaza Tahrir de Egipto se convirtió en una nueva revuelta global que se expandió a España con el movimiento de los Indignados, a Atenas en contra de las feroces medidas de austeridad, a la revuelta urbana en Reino Unido, a las masivas movilizaciones de estudiantes para acabar con la educación que busca el beneficio en Chile, al movimiento Occupy en contra del 1%, a la revuelta en Turquía, Brasil, etc. Las masas populares en todos estos países se rebelaron en contra de la violencia del mundo contemporáneo que solo les ofrece una pauperización y una marginación cada vez mayores y el enriquecimiento de unos pocos a expensas de perjudicar a la mayoría.
Durante mucho tiempo se elogió a países como Egipto y Túnez por los «maravillosos» logros de sus economías con un alto crecimiento económico que en absoluto reflejaba la abyecta pobreza ni las profundas desigualdades arraigadas en estos países. Las masas irrumpieron en la escena política, descubrieron su voluntad y su poder políticos, y volvieron a hacer historia. Como decían los egipcios el 25 de enero, al principio de su revolución, «cuando dejamos de tener miedo supimos que íbamos a ganar. No volveremos a permitirnos tener miedo de un gobierno. Esta es la revolución en nuestro país, la revolución en nuestras mentes». [xxv] Los egipcios y los tunecinos no solo se levantaron para exigir democracia y libertad, sino que también se rebelaron por el pan y la dignidad, en contra de las opresivas condiciones socioeconómicas bajo las que habían vivido durante décadas. Se alzaron para desafiar las orientaciones maniqueas de opresor y oprimido (tan bien descritas por Fanon en Los condenados de la tierra ), unas orientaciones impuestas por el sistema capitalista-imperialista globalizado.
¿Qué puede decirnos Fanon de lo que ocurrió en Egipto desde 2011 con el golpe y la contrarrevolución? Probablemente diría: «[…] la burguesía no debe encontrar condiciones para su existencia y desarrollo. En otras palabras, el esfuerzo conjugado de las masas encuadradas en un partido y de los intelectuales altamente conscientes y armados de principios revolucionarios debe cerrar el camino a esa burguesía nociva» [xxvi] ¿Qué diferencia hay entre liberales, islamistas o generales militares? Todos ellos pertenecen a una burguesía estéril alineada con las exigencias del capitalismo neoliberal global.
Fanon también nos repetiría su importante observación sobre algunas revoluciones africanas (incluida la argelina): su carácter unificador que margina cualquier pensamiento de una ideología sociopolítica sobre cómo transformar radicalmente la sociedad. Esta es una enorme debilidad que hemos vuelto a observar en la revolución egipcia. «El nacionalismo no es una doctrina política ni un programa», afirma Fanon. [xxvii] Insiste en la necesidad de un partido político revolucionario que pueda sacar adelante las reivindicaciones de las masas, un partido político que eduque políticamente al pueblo, que sea «una herramienta en manos del pueblo», ademas del enérgico portavoz y el «incorruptible defensor de las masas». Para Fanon, lograr esta concepción de un partido requiere antes que nada librarnos de la noción burguesa de elitismo y de la «idea despectiva de que las masas son incapaces de gobernarse a sí mismas». [xxviii]
Para Fanon, el «nosotros» siembre era un «nosotros» creativo, un «nosotros» de acción y praxis políticas, de pensamiento y razonamiento políticos. [xxix] En su opinión, la nación solo existe en un programa socioeconómico «elaborado por líderes revolucionarios y adoptado por las masas con un entusiasmo total y comprendiéndolo». [xxx] Por desgracia, lo que hoy vemos es la antítesis de lo que defendió Fanon. Vemos la estupidez de burguesías antidemocráticas encarnadas en sus dictaduras tribales y familiares, que prohíben al pueblo, a menudo por la mera fuerza, participar en el desarrollo de su país, lo que fomenta un clima de inmensa hostilidad entre gobernantes y gobernados. En la conclusión de Los condenados de la tierra Fanon afirma que tenemos que elaborar nuevos conceptos por medio de una educación política que se enriquezca gracias a la lucha de masas. Para él la educación política no consiste únicamente en discursos políticos sino en «abrir las mentes» de la gente, «despertarles y permitirles que nazca su inteligencia». [xxxi]
Este es posiblemente uno de los mayores legados de Fanon. Su visión radical y generosa es tan alentadora y está tan arraigada en las luchas cotidianas del pueblo que abre espacios a nuevas ideas. Para él, todo depende de las masas y de ahí su idea de intelectuales radicales comprometidos en y con los movimientos populares, y capaces de elaborar nuevos conceptos en un lenguaje que no sea técnico ni profesional. Como opinaba Fanon, la cultura tiene que convertirse en un cultura combativa y la educación también tiene que girar en torno a la liberación total. En sus palabras: «Si el nacionalismo no se hace explícito, si no lo enriquece y profundiza una transformación muy rápida en una conciencia social y en necesidades políticas, en otras palabras, en humanismo, lleva a un callejón sin salida» [xxxii] Y esto es lo que debemos tener en mente cuando hablamos de educación en las escuelas y universidades. La educación decolonial en el sentido de Fanon es una educación que ayuda a crear una conciencia social y un individuo social.
En opinión de Fanon, el militante o el intelectual no deben tomar atajos para hacer las cosas ya que es inhumano y estéril. Se trata de pensar juntos, que es el fundamento de la sociedad liberada. Y no se trata solo de una abstracción ya que nos ofrece ejemplos concretos de la revolución argelina al relatar cómo la creación de comités de consumo/producción entre los agricultores y el FLN hizo surgir cuestiones teóricas acerca de la acumulación de capital «en aquellas regiones en las que hemos sido capaces de llevar a cabo con éxito estos experimentos, en las que hemos visto hombres que eran creados por los principios revolucionarios» porque la gente empezó a darse cuenta de que se trabaja más con el cerebro y el corazón que con los músculos y el sudor. [xxxiii] En L’An Cinq de la Révolution Algérienne también nos relata otra experiencia con un programa de la radio La voz de Argelia.’[xxxiv] Describe una reunión en una habitación en la que la gente escucha la radio con un militante (profesor) en medio. Este tipo de clase que él describe es un espacio democrático en el que el profesor es una persona que habla de un tema que conoce bien, no es un director, y en el que la finalidad de la discusión política es el autoempoderamiento.
Un intelectual o un militante no puede ser verdaderamente productivo en su misión de servir al pueblo sin comprometerse con el cambio radical, sin abandonar la posición de privilegio y sin desafiar las divisiones que prevalecen bajo el capitalismo: dirigentes frente a masas, trabajo intelectual frente a trabajo manual, lo urbano frente a lo rural, el centro frente a la periferia, etc. Para Fanon, hay que desmitificar y dejar de consagrar el centro (la capital, la cultura oficial, el líder designado). Defiende un sistema nuevo de relaciones móviles que debe sustituir a las jerarquías heredadas del imperialismo. [xxxv] Para lograr la liberación hay que provocar la conciencia de sí mismo, un proceso interminable de descubrimiento, empatía, aliento y comunicación con el otro. Esta es una de las lecciones fundamentales que debemos tener en cuenta al construir movimientos sociales de base que sean diversos, no jerárquicos y intersectoriales.
Fanon no era marxista, pero creía firmemente que el capitalismo con el imperialismo y sus divisiones esclaviza a la gente. Además, su precoz análisis de la incapacidad de las elites nacionalistas de cumplir su misión histórica demuestra que el pensamiento de Fanon sigue siendo relevante hoy en día. A pesar de no haber propuesto una ideología detallada sobre cómo superar el imperialismo y el nacionalismo ortodoxo, y lograr la liberación y el universalismo (se puede culpar de ello a su prematura muerte a los 36 años), sin duda logró proporcionarnos unas herramientas fundamentales para elaborarlo nosotros mismos: su esclarecedora concepción de la educación siempre influenciada por la práctica y también transformativa, que lucha por liberar a toda la humanidad del imperialismo. Este es el legado vivo de un revolucionario y gran pensador.
Notas:
[i] The Wretched of The Earth, Frantz Fanon, Penguin, 1967, pp. 188-189. [Edición original en francés, Les damnés de la terre; traducción al castellano de Julieta Campos, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica, 1961, última reedición 2003. La traducción de la mayoría de las citas del libro que aparecen en este artículo están tomadas de esta versión en castellano. N. de la t.].
[ii] La expresión «almas nuevas» es de Aimé Césaire.
[iii] A Dying Colonialism, Frantz Fanon, Grove Press, 1967, p181. [Es el título en inglés de L’An Cinq de la Révolution Algérienne, sin traducción al castellano.N. de la t.].
[iv] L’An Cinq de la Révolution Algérienne proporciona un análisis más profundo.
[v] «Desventuras de la conciencia colonial», capítulo III de Los condenados de la tierra , pp. 136-188
[vi] The Neo-Fascist State: Notes on the Pathology of Power in the Third World, Eqbal Ahmad, Arab Studies Quarterly 3, Nº 2 (Primavera de 1981), p. 170-180.
[vii] Edward Said, Culture and Imperialism, Vintage, 1994, p. 328. [Traducción al castellano de Nora Catelli, Cultura e imperialismo, Barcelona, Anagrama, 1996]
[viii] The Wreteched of The Earth, Fanon, p. 119.
[ix] «Is Algeria an Anti-Imperialist State», Hamza Hamouchene, Jadaliyya, October 2013.
[x] The Wretched of The Earth, Fanon, p. 141.
[xi] «Algeria, an Immense Bazaar: The Politics and Economic Consequences of Infitah», Hamza Hamouchene, Jadaliyya, January 2013.
[xii] The Wretched of The Earth, Fanon, p. 122.
[xiii] Ibid, p. 121.
[xiv] Ibid, p. 122.
[xv] Ibid, p. 123.
[xvi] Ibid, p. 138.
[xvii] Culture and Imperialism, Edward Said, p. 371.
[xviii] Ibid, pp. 361-362.
[xix] The Wretched of The Earth, Fanon, p. 128.
[xx] Ibid, p. 165.
[xxi] A Dying Colonialism, p. 32 y p. 152.
[xxii] The Wretched of The Earth, p. 163.
[xxiii] A Dying Colonialism, Frantz Fanon, 1967, p. 61.
[xxiv] The Wretched of The Earth, p. 134.
[xxv] Una cita de Ahmad Mahmoud en un artículo publicado por The Guardian, «Mubarak is still here, but there’s been a revolution in our minds, say protesters», Chris McGreal, 5 de febrero de 2011.
[xxvi] The Wretched of The Earth, Fanon, p. 140.
[xxvii] Ibid, p. 163.
[xxviii] Ibid, p. 151.
[xxix] «50 Years Later: Fanon’s Legacy, Nigel C Gibson, Keynote address at the Caribbean Symposium Series», 50 Years Later: Frantz Fanon’s Legacy to the Caribbean and the Bahamas, diciembre de 2011.
[xxx] The Wretched of The Earth, Fanon, p. 164.
[xxxi] Ibid, p. 159.
[xxxii] Ibid, p. 165.
[xxxiii] The Wretched Of The Earth, Fanon, p. 154.
[xxxiv] A Dying Colonialism, Fanon, pp. 69-97
[xxxv] Culture and Imperialism, Edward Said, p. 330.
Hamza Hamouchene es activista y Presidente de Algerian Solidarity Campaign de Londres.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/03/13/the-legacy-of-frantz-fanon/