Estamos en plena campaña electoral y esta vez la izquierda colombiana, en general, tampoco logra avanzar unida. Lo peor es que lo hacemos en medio de un momento donde es muy posible que la historia se divida en dos: antes de la larga guerra de más de 50 años y después. Nos debemos preparar para […]
Estamos en plena campaña electoral y esta vez la izquierda colombiana, en general, tampoco logra avanzar unida. Lo peor es que lo hacemos en medio de un momento donde es muy posible que la historia se divida en dos: antes de la larga guerra de más de 50 años y después. Nos debemos preparar para después, que es ahora, para dar los pasos necesarios hacia ser alternativa de poder en Colombia. Ese es el objetivo político estratégico del conjunto de la izquierda y los movimientos sociales, ¿o cuál otro?
Si somos capaces de salir de la larga noche de la guerra y sus horrores, es porque estamos dispuestos a asumir el momento de la lucha política por el poder para buscar el cambio de carácter estructural (político, social, económico y cultural) que ha causado no solo la larga guerra, sino las condiciones de miseria, opresión y violencia que siguen y seguirán existiendo hasta que seamos capaces de cambiar el estado de las cosas.
La unidad de la izquierda (los sectores democráticos y movimientos sociales alternativos, los partidos como el PDA, la Alianza Verde, MAIS, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos y un sin número de organizaciones que se podrían clasificar dentro de este conglomerado difícil de delimitar) es precaria para usar un término decente y menos explosivo.
Para empezar, no logramos aún en la lucha por el poder político local, JALes, concejos municipales, asambleas departamentales, alcaldías y gobernaciones consensuar y acordar los mínimos para ir unidos con listas cerradas a este nuevo reto electoral. Con excepciones, claro está, pero que no representan el accionar del conjunto.
Se menospreció la idea de hacer procesos de consulta democráticos y amplios que lograran congregar la mayor cantidad de fuerzas y ayudaran a decantar nuestras alianzas políticas. No pudimos finalmente ir fortalecidos con una propuesta amplia e incluyente que nos identificara con el momento. El gran movimiento democrático que hoy defiende, de cara al país, los diálogos de la Habana y la solución política del conflicto no fue igual de compacto al expresar este sentir en miras a las próximas elecciones, aun sabiendo que de esto depende la formación institucional que tendrá que ejercer en la práctica la implementación de los posibles acuerdos de paz.
Cada partido-movimiento social decidió internamente candidatos, alianzas y programas apegado a sus intereses propios y particulares, y descartó la posibilidad de acordar una propuesta electoral unitaria que significara ganar poder político local electoral en la perspectiva de avanzar hacia la alternativa de poder.
Por supuesto que el momento es complejo, riesgoso (que se rompan los diálogos) y demanda mucha madurez. La deberíamos tener después de años de enfrentar el tipo de régimen dentro del que vivimos y luchamos.
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