A tres años de iniciado el proceso de paz en la Habana-Cuba, es justo preguntarnos sobre el papel que hemos jugado los prisioneros políticos en tan importante momento de la historia nacional. Y es precisamente, debido a un papel un poco reservado, quien nos avoca a plantear algunas precisiones: De parte del establecimiento; se nos […]
A tres años de iniciado el proceso de paz en la Habana-Cuba, es justo preguntarnos sobre el papel que hemos jugado los prisioneros políticos en tan importante momento de la historia nacional. Y es precisamente, debido a un papel un poco reservado, quien nos avoca a plantear algunas precisiones:
De parte del establecimiento; se nos ha desconocido como actores políticos. La tesis oficial de la época uribista, de la inexistencia de un conflicto armado interno; sino de una «amenaza terrorista» ha permanecido invariable, pese al reconocimiento tácito de interlocutor político valido que propicia el proceso. Respecto a nuestra existencia como Prisioneros Políticos se nos exhibe como delincuentes comunes, y en los estrados judiciales se polemiza si los «delitos» que cometemos son propios de la naturaleza del alzamiento armado irregular, y si pueden o no ser factibles de un tratamiento benigno en cualquier mecanismo jurídico que facilite el fin del conflicto armado.
Entonces, desde la parte gubernamental en contienda, se nos ignora e invisibiliza. El calificativo de Prisionero Político solo tiene cabida en el lenguaje de las democracias burguesas para abrigar a golpistas y conspiradores de derecha en los países que han optado por construir democracias populares. Pese a precisiones jurídicas como la del 29 de Abril de 2015 del Consejo de Estado, de claridad meridiana sobre la aplicación del DIH en el caso Colombiano y la naturaleza de las FARC-EP como Ejército Revolucionario, cuyas acciones se enmarcan dentro de las leyes de la guerra, independientemente de que algunas acciones puedan encuadrarse dentro de las definiciones semánticas del termino siempre abstracto de terrorismo; en ningún momento, los combatientes revolucionarios pueden ser descalificados como simples terroristas. Tal vez en esta línea semántica quiere hoy ponerse el presidente Santos al referirse al «Desescalamiento del Lenguaje». No obstante, no podemos desconocer que un importante aspecto de la confrontación es la lucha ideológica; y de que la realidad, por muy tozuda que sea, no logra evitar ser escamoteada por el manejo mediático de los medios de comunicación al servicio de los intereses de clase; y en especial de quienes insisten en el despeñadero de la guerra civil con la cual han acumulado ingentes riquezas; y de intelectuales orgánicos del establecimiento empeñados en elaborar tesis y propiciar falacias que aticen los odios de la confrontación y la guerra. Bástese ver el lenguaje de un Sergio Fajardo para referirse a la insurgencia; es lo propio de un intelectualoide que no dudo en aliarse con el paramilitarismo de Don Berna para manejar hace algunos años la ciudad de Medellín.
Ese desconocimiento de los Prisioneros Políticos, desde la contraparte, explican la continuidad al trato que nos han dado en las prisiones, y que no ha variado en estos 3 años del proceso de paz.
Ahora bien, respecto a nuestras propias fuerzas, ha sido significativo en los últimos tiempos, el esfuerzo por potencializar y organizar los dispersos colectivos de prisioneros políticos, poniendo fin a varios años de asistencia deficiente. Respecto a la participación en el proceso de paz por parte nuestra, se presentan dos momentos: el primero en el punto sobre víctimas, y el segundo en la búsqueda de mecanismos de «Justicia» para poner fin al conflicto armado.
Respecto al punto de víctimas; fue importante la precisión que alcanzamos con el aporte de la Fundación Lazos de Dignidad; al declarar y demostrar nuestro carácter de ser victimizados tres veces:
Uno; al vernos impelidos a empuñar las armas contra un régimen que diseño desde el poder un plan de exterminio de la oposición política y de todas las formas de resistencia desde las clases oprimidas. Dos; de la justicia, convertida en mera vindicta para perseguir y castigar a quienes disentimos; aplicando un derecho de enemigo, criminalizando la protesta social, recurriendo a montajes y falsos positivos judiciales, con un cartel de sapos y testigos desmovilizados y resentidos en busca de beneficios personales, degradando todas las conquistas de la humanidad en cuanto concepción y aplicación de un derecho garantista; y Tres; del régimen de prisiones, donde los Prisioneros Políticos somos sometidos a todo tipo de violación de nuestros derechos fundamentales, a tortura física y psicológica; a tratos crueles, inhumanos y degradantes; a la segregación, estigmatización y aislamiento de nuestro entorno familiar y social; aplicándonos penas de destierro y de cadena perpetua; condenados a morir lentamente por enfermedades mal atendidas y heridas de guerra mal tratadas; o cuando no; en manos de sicarios pagos por la institución para atentar contra nuestra integridad física.
La visibilización de nuestra problemática, se vio bloqueada, cuando al delegado Tulio Murillo ante la Mesa de la Habana por los Prisioneros Políticos se le coarto su participación, reduciéndola a un video grabado en prisión y editado ante los medios.
El segundo momento, hace referencia a la polémica nacional en torno al cese bilateral y definitivo del fuego, el desescalamiento del conflicto y los acuerdos. Discusión sobre la cual hacemos las siguientes consideraciones:
Es una falacia que se venda al pueblo colombiano un supuesto fin del conflicto y el inicio del posconflicto; decimos con Estanislao Zuleta que «afortunadamente no existen esos paraísos sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte».
El conflicto es algo propio e inherente al género humano, no buscamos el fin del conflicto, sino que los conflictos sean resueltos no por la violencia y el aplastamiento del adversario, sino por la vía incruenta; política.
En lo concerniente a la vía jurídica, se nos quiere confundir con un reduccionismo de la política al derecho; exaltando lo jurídico a máxima premisa de leyes eternas e inmodificables, actuando por encima del cuerpo social. La pretensión es argumentar que la solución política está inexorablemente amarrada al sometimiento a las leyes del «Vencedor»; que el sagrado derecho de los pueblos a revelarse contra un régimen criminal debe doblegarse a un mal entendido Estado Social de Derecho. Por ello, se erigen dos filones en la contienda; de parte nuestra la propuesta de una amnistía y un indulto amplio e incondicionado, y de parte del Estado oligárquico la puesta en práctica de un modelo de «justicia Transicional», reviviscencia de la ley de justicia y paz, con la cual las clases dominantes cobijaron con la impunidad su desvergüenza paramilitar; y al mismo tiempo remedo tropical de la justicia restaurativa, presentada como lo más avanzado del derecho en las últimas décadas.
Convenimos, que en cualquier «mecanismo», debe partir del acuerdo de las partes y no de la imposición del Estado, pretendiendo un triunfo militar y la aceptación de su argumentación, lógica y racionalidad capitalista. De otro lado, el derecho de los pueblos a la rebelión, son una conquista de la humanidad, así como lo fue el derecho y en particular los derechos fundamentales y esto no puede ser borrado de un plumazo en una particular coyuntura histórica.
Hasta aquí, hemos abordado cuestiones respecto a nuestra situación en el actual proceso de paz. Esto no agota nuestro quehacer político, más que en nuestro papel en una coyuntura como la actual, los Prisioneros Políticos nos identificamos dentro de las luchas de resistencia de nuestro pueblo contra la opresión y por la construcción de nuestra segunda independencia y ello es un trabajo más permanente que no culmina con un acuerdo en la mesa.
En tal sentido, hemos impulsado nuestro quehacer político en dos direcciones: lo organizativo, impulsando la construcción del movimiento nacional carcelario y en lo político la constituyente carcelaria como contribución a una asamblea nacional constituyente que siente las bases del nuevo país.
Consideramos que dichas propuestas son complementarias, alejadas de afanes protagonisticos o de estar a la moda con corrientes constitucionalistas. Surgen del análisis de condiciones concretas en la coyuntura actual y rompen con la tendencia a ver al Prisionero Político como un simple receptor de solidaridad, colocándonos en nuestra verdadera razón de ser, actores de transformación y construcción revolucionaria.
Colectivo Benkos Biohó. Penitenciaria La Tramacúa. Valledupar, Cesar
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