La llamada «crisis de los refugiados sirios» obliga a abordar dos niveles de análisis. El primero es el de la atención inmediata a los fugitivos, lo que implica sin duda la interpelación a nuestros gobiernos, el cuestionamiento de las cuotas de acogida y la revisión de las políticas de asilo de la UE. Este debate, […]
La llamada «crisis de los refugiados sirios» obliga a abordar dos niveles de análisis. El primero es el de la atención inmediata a los fugitivos, lo que implica sin duda la interpelación a nuestros gobiernos, el cuestionamiento de las cuotas de acogida y la revisión de las políticas de asilo de la UE. Este debate, promovido por la urgencia, deja fuera «el genocidio estructural» en nuestras fronteras, la engañosa y peligrosa distinción entre «migrantes» y «refugiados» y la defensa del derecho universal al movimiento en un marco global en el que la «soberanía nacional», y el valor de los pasaportes, es ignominiosamente desigual. Aquí hay un enfrentamiento claro entre -de un lado- los gobiernos y los partidos de derechas y -del otro- la izquierda en su conjunto.
Pero hay un segundo nivel que tiene que ver con la geopolítica y la revisión de las alianzas en el Próximo Oriente. El repentino y fulminante sarampión de los refugiados, que parece volcar sobre Europa un dolor que hasta ahora habían soportado los países limítrofes con Siria (Turquía, Líbano y Jordania), ha vinculado en la percepción de la opinión pública el éxodo sirio a la violencia del Estado Islámico. Esta asociación falaz olvida que, según la ACNUR, el 11 de julio de 2014, antes de la «invasión» de Iraq y Siria por parte del EI, había ya 3 millones de refugiados sirios en la región y que, si en el último año esa cifra ha aumentado en 1 millón, la decisión de los refugiados de desplazarse a Europa está relacionada sobre todo con la disminución de las ayudas económicas a los refugiados (en Turquía, Líbano y Jordania) por parte de Europa y EEUU.
Igualmente hay que recordar que, según diferentes organizaciones (el Observatorio Sirio, Amnistía Internacional o Human Rihts Watch), el 90% de las víctimas civiles del conflicto sirio en los últimos cuatro años deben ser atribuidas al régimen criminal de Bachar Al-Asad. En torno a 10.000 (2.770 niños) habrían muerto como consecuencia de los bombardeos aéreos con barriles de dinamita sólo en los seis primeros meses de este año. Por contraste, en su primer año de existencia los asesinos yihadistas habrían matado -según fuentes- entre 1.100 y 1.900 civiles, de los cuales más de 100 (entre 100 y 145) eran niños.
No obstante estos datos, se ha asentado en nuestra opinión pública la idea de que el peligro para los sirios -y también para Europa- es el Estado Islámico. Y aquí, curiosa y dolorosamente, están de acuerdo los gobiernos que atienden a regañadientes a los refugiados, la extrema derecha que los concibe como enemigos y un sector de la izquierda «antiimperialista» que apoya los crímenes de Bachar Al-Asad. En colusión con las organizaciones ultranacionalistas y fascistas, esta «pardizquierda estalibana» se hace eco de la informacion transmitida por la agencia rusa de noticias Sputnik y por el propio Bachar Al-Asad, según la cual miles de yihadistas con pasaportes falsos estarían entrando en la UE, camuflados entre los refugiados, para atentar contra los europeos. Por su parte, ya lo hemos visto, esta asociación entre la amenaza yihadista y el dolor de los refugiados está siendo utilizada por los gobiernos europeos para plantear nuevas intervenciones en Siria y promover (como explícitamente declaró nuestro ministro Margallo) una rehabilitación del régimen sirio, régimen que las potencias occidentales no sólo han renunciado a derrocar sino que, tras los acuerdos entre EEUU e Irán, se ha convertido en el socio privilegiado para cualquier solución política. Alguien puede pensar que es el EI el que ha convertido a Al-Asad en un interlocutor necesario; mi opinión, al revés, es que es el nuevo orden medioriental el que hace del EI el pretexto perfecto para ceder ante el protagonismo regional de Irán, máximo aliado del dictador sirio.
Tal y como están las cosas, se trata de aliviar el sufrimiento de los sirios por cualquier medio. Pero no olvidemos jamás a los responsables de este dolor y de la derrota de la democracia en Siria: en primer lugar el régimen asadiano y los que lo han apoyado (Rusia, Irán, Hizbullah); pero también los que lo han combatido hipócritamente, sin hacer nada o desviando recursos y armas hacia los yihadistas que hoy hay que bombardear (Arabia Saudí, Turquía, EEUU, la UE). Mucho cuidado: si el EI parece justificar la dictadura de Bachar Al-Asad, una mala solución para Siria justificará al EI y agravará todos los sufrimientos: más dictadura, más bombardeos, más refugiados, más terrorismo.
Y vuelta a empezar.
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