El régimen Uribe sembró las bases del nuevo fascismo en Colombia con extensión a América, se opuso a toda iniciativa común de reconstrucción de la patria grande y basó sus practicas en la destrucción cualquier adversario, al que para aniquilarlo bastaba con anunciarlo como enemigo para aislarlo y dejar legalizada su eliminación, incluso la de […]
El régimen Uribe sembró las bases del nuevo fascismo en Colombia con extensión a América, se opuso a toda iniciativa común de reconstrucción de la patria grande y basó sus practicas en la destrucción cualquier adversario, al que para aniquilarlo bastaba con anunciarlo como enemigo para aislarlo y dejar legalizada su eliminación, incluso la de los indiferentes acusados de no tomar partido por él. El Punto de mira de la represión y el engaño sostenido fue muy amplio, bastaba tener una chispa de simpatía con el enemigo creado para convertirse en presa del sistema.
Los modos de acción fueron de odio, cambió la constitución, la solidaridad, la gobernabilidad y el papel de la ley para convertirla en herramienta de venganza. Los fascistas de todas las épocas comienzan traicionando y nunca paran de traicionar, son crueles, déspotas, tiranos, instrumentalizan a los otros, son obsesivos para tomar el poder y perversos para ejercerlo. Son fieles al postulado de un poder todopoderoso que encarne el espíritu del pueblo al que hay que salvar de algo y temerarios para fijar la idea de que nadie puede buscar nada distinto y lo que escape de su control será duramente castigado con violencia y terror. La propaganda igual que en sus orígenes siguió siendo la herramienta central útil para repetir mil veces una mentira hasta convertirla en verdad.
El fascista del S.XXI cubre de legalidad sus golpes de estado grandes o pequeños y se repite como un clon en poderes de estado o en micropoderes en los que se autorepresenta como un líder que lo decide todo según su voluntad y trata de convertir a los demás en súbditos temerosos y doblegados porque intuyen su crueldad de la que nadie puede hablar. Es hábil para resaltar su egolatría patriarcal, le gusta ser fotografiado y expuesto, pero también esconderse cuando aparecen dificultades ante las que huye por temor a mirar y ser mirado a los ojos.
El fascista del S.XXI se caracteriza por su talante fuertemente dictatorial, abomina los temas de derechos humanos reales y en contexto, las diversidades y los colectivos de trabajo. Promociona lo individual, es un perfecto neoliberal, un hombre del sistema que condensa lo peor de la ideología de capital y terror, sabe camuflarse entre mezclas de discursos para empujar a la guerra aunque balbucee de la paz según la ocasión y auditorio, no se detiene en su propósito de ilegalizar cualquier oposición política, filosófica o cultural a su doctrina homofóbica, misógina y autoritaria.
Al fascista le gusta tener poder para tener mas poder y ejercerlo sobre los débiles para que le teman y le deban favores. El fascista no complejiza el pensamiento pero es astuto, corrupto por excelencia, tramposo y experto en poner en marcha la maquinaria necesaria para sembrar terror. Su obsesión es someter a su voluntad, se cree omnipresente, omnisciente y cuando puede hace de su crueldad un ejemplo de victoria con quienes resisten y en su obsesión es desconfiado, capaz de eliminar a sus cercanos colaboradores y usar falsamente sus identidades y tomar sus bienes.
El fascista sufre si no espía, quiere expiar todo el entorno de su victima, afectarlo, hacerle ver, sentir y pagar por la culpa que le imputa. Su pretensión es destruir el espíritu de libertad, de solidaridad y sobretodo quebrantar la dignidad humana que no soporta por considerarla la memoria sobreviviente del holocausto que lo delata. El fascista es capaz de invocar derechos mientras descuartiza a su victima, es demente aunque parezca lucido, es capaz de compadecer a un hijo mientras ante sus ojos le tortura a su padre. Comete crímenes execrables a cuya sombra acciones como suplantar, fabricar mentiras, crear falsos personajes, amenazar, extorsionar o tomar la palabra por las victimas para usarlas como suyas es apenas un desliz. Los paramilitares en Colombia motosierra en mano ofrecían sus crímenes a la democracia y mientras imponían su ley de muerte contra profesores y estudiantes en algunas universidades aprobaban acuerdos para defender libertades, promover elecciones o celebrar festividades.
El fascista propende por desmoronar la resistencia del otro y crear culpables como excusa para existir y mantenerse en estado de guerra. Ser fascista es una posición política ante el mundo que se revela en el hacer humano y a veces se acompaña con palabras rellenadas con la voz equivoca de los farsantes que los hay Cristianos y Masones como los hubo en el franquismo y el nazismo, liberales y conservadores, funcionarios y empresarios, jóvenes y viejos. La implacabilidad es parte del fascista, no quiere saber siquiera del cuerpo de sus victimas, lo quema, descuartiza, eliminan selectivamente o lo hacen con pueblos enteros cuando pierden la noción del enemigo.
Los que resisten en cambio saben solidarizarse, son equipo, hacen grupo, se quieren, reparten afectos. Nada de esto los fascistas jamás podrán disfrutar ni tampoco podrán borrar las historias de los que luchan, como saben hacerlo con el rastro de sus crímenes. Los que resisten conservan la firmeza y la serenidad para seguir resistiendo, aprenden a vivir o morir por una idea, son insobornables e incorruptibles, humanos y con sentido de humanidad. El fascista no podrá morir con la cabeza en alto y para compadecer su partida la historia les reserva el suicidio como a los lideres originales. Los hombres y mujeres victimas de los fascistas y en general los que luchan contra sus practicas criminales en cambio coinciden en decir que si mueren lo harán como deben morir los inocentes, como personas honradas incorruptibles e insobornables, con dignidad de sobra para que sus nombres no se borren de la historia, ni se pierdan en el olvido. Los que resisten son la obra en construcción que no soportan los fascistas.
P.D. A los 13 jóvenes luchadores sociales en su mayoría del movimiento social Congreso de los Pueblos que terminan la pesadilla del falso positivo judicial pensado, ejecutado y adelantado con las estrategias del fascismo, un homenaje con El Film Las 13 Rosas, de Emilio Martinez-Lazaro, que evoca una ejecución franquista el 5 de agosto de 1939 en Madrid, allí hay nuevos elementos para identificar a los fascistas de hoy.
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