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La Navidad y las Promesas de Paz

Fuentes: Revista Insurrección

Las festividades de fin de año, propias para hacer balances, también son de reunión familiar, por lo que visto el 2015, el balance es bueno apenas para unos muy pocos; mientras la reconciliación de la familia colombiana, apenas es una promesa. Al principio, el gobierno de Santos era el de la prosperidad, y ahora de […]

Las festividades de fin de año, propias para hacer balances, también son de reunión familiar, por lo que visto el 2015, el balance es bueno apenas para unos muy pocos; mientras la reconciliación de la familia colombiana, apenas es una promesa.

Al principio, el gobierno de Santos era el de la prosperidad, y ahora de un tiempo para acá, se llama el gobierno de la paz.

Según los balances anuales de ganancias, el sector que más ganó fue el financiero. Vieja tradición que se repite, cada fin de año, desde hace 4 décadas, cuando los banqueros comenzaron a hegemonizar dentro de la minoría privilegiada que manda en Colombia.

Si ganaron los banqueros multimillonarios, es evidente, para quien trabaja el gobierno de Santos y queda claro, para quien es la prosperidad.

Los demás colombianos tendrán una navidad no tan feliz y la inmensa mayoría tendrá una despedida de año más bien infeliz.

Para los más desgraciados dentro del pueblo trabajador, este 2015 será recordado, como el de la continuidad de la extinción física de los pueblos aborígenes y afrodescendientes, donde se siguen agravando los índices de mortalidad de niños y niñas menores a 5 años; en particular en los departamentos de la costa pacífica y atlántica, de la Amazonía y de los llanos orientales. Mortalidad con índices mayores a los que sufren pueblos de África, como Ruanda.

El forcejeo por el salario mínimo es una muestra, de cómo la minoría gobernante resuelve la crisis que azota a todos los países capitalistas: donde constriñen el salario del trabajador, para mantener la rentabilidad del capital. Otra muestra estuvo en cómo recortaron el gasto en educación y salud, para incrementar el de la guerra. Y para llamar a las multinacionales mineras y petroleras, les acaban de hacer nuevas rebajas de impuestos y en el monto de las regalías que deben pagar.

Este 2015, ha sido el de la prosperidad para el gran capital nacional y extranjero, y para los que se lucran de los contratos de compra de armas y de servicios logísticos para los militares.

Algunos compatriotas podrán pensar, que así no haya habido justicia social, que por lo menos haya la finalización del conflicto armado… pero si examinamos cómo fue el enfrentamiento violento en 2015, podemos concluir que la paz, apenas es una promesa.

Que muera un guerrillero en combate, es lo normal; pero que el número de defensores de derechos humanos asesinados en Colombia, sea el más alto en los últimos 20 años, pone en evidencia, cuán lejos estamos de la paz.

Si amenazan a periodistas que denuncian la corrupción de las Fuerzas Armadas, siendo aquellos reconocidos voceros de grandes medios de comunicación propiedad de la derecha, ¿qué pueden esperar los periodistas de medios más pequeños? ¿Qué amenaza pende sobre las cabezas de medios alternativos y de izquierda? ¿Cuánta persecución resisten las voces críticas del régimen oligárquico?

Una cosa son las declaraciones periódicas, que emiten las mesas de diálogo entre el gobierno y las guerrillas, y otra muy distinta la persecución violenta que sufren las protestas de los movimientos sociales y los activistas de izquierda, víctimas de la represión legal e ilegal del régimen.

En el álbum fotográfico del 2015, cabe el apretón de manos del presidente Santos con el máximo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, mientras en el Cauca metían a prisión al líder indígena Feliciano Valencia, por dirigir la protesta del pueblo Nasa. Al que se suman las promesas gubernamentales de preservación del medio ambiente hechas en la Cumbre COP21 de París; que contrastan con el cierre obligado de la represa de El Quimbo, por la depredación ambiental que causa.

Esta es la Colombia de finales de 2015, una tierra de contrastes, en la que seguimos terqueando, para que los discursos y las maniobras mediáticas no logren ocultar la realidad que vive la sociedad. Y en la que convocamos a seguir luchando con constancia, para cambiar la realidad indignante en que está el pueblo, hasta desarrollar una nueva nación en paz y con equidad.