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La deuda histórica del perdón

Fuentes: Rebelión

Hemos vivido un conflicto armado de más de medio siglo, para unos es un conflicto disfrazado de guerra y para teóricos es un estado, estructural de violencia en sus diversas condiciones. Pero qué se puede esperar de un Estado sin nación -un lugar que históricamente ha maltratado a los pueblos indígenas y afrodescendientes. Los primeros […]

Hemos vivido un conflicto armado de más de medio siglo, para unos es un conflicto disfrazado de guerra y para teóricos es un estado, estructural de violencia en sus diversas condiciones. Pero qué se puede esperar de un Estado sin nación -un lugar que históricamente ha maltratado a los pueblos indígenas y afrodescendientes. Los primeros a partir de la forma hacendataria de poder y los segundos a través de la negación de su condición humana.

La historia colonial de estas tierras siempre puso por encima la cultura occidental al servicio de la educación, la ciencia, la técnica y el poder político del momento, en dicha época el ser misionero era reflejo del poder divino, el ser militar de la fuerza y el ser parte de los círculos de las familias era muestra de la poder burocrático.

Han pasado los años y la lógica colonialista se sigue reproduciendo. Ahora no es cuestión de ser un brillante, aplicado y disciplinado profesional sino de estar en los famosos círculos y contactos que mueven, quitan y ponen sus necesidades por encima del interés público, ya bien lo ha dicho el maestro Enrique Dussel en una de sus conferencias sobre la economía política burguesía, y señalaba que el fenómeno del narcotráfico, la explotación a gran escala y la subcontratación era reflejo de la lógica sucursalera y nefasta de la política, ya no como ejercicio humano sino como acto enajenado.

Una de las tesis de Marx consiste en que la vida no es producto de la conciencia, sino la conciencia producto de la vida. Y en esta lógica se sitúa el devenir de la historia, el poder, la economía y la política en esta época. Ahora, todo se reduce a la visión de rentabilidad, productividad y competitividad al interior de lo público. Imaginen ustedes ver en unos años a las instituciones haciendo peso al interés público de la ciudadanía.

Ahora no importa hacer política en su deber que sería al servicio de los pobres, oprimidos y violentados, sino hacer de la política un instrumento de enriquecimiento legal dentro de una acción ilegal. Buscar detonar la estructura de lo público y lograr convertir el interés (público) en una necesidad cueste lo que cueste, pasando por encima de la vida.

Pero a qué viene parte de esta reflexión: el presidente Juan Manuel Santos, en sus alocuciones, manifiesta la necesidad de una pedagogía para la paz, de aprender a perdonar y de intentar ponernos otra camisa, profesión y pensamiento, que ahora sí llegó el momento de dejar las armas y pasar al chaleco de la paz, para así vivir en un país con mayor equidad y justicia social.

Vale la pena recordarle que la lógica colonial, la explotación en sus múltiples dimensiones y la violencia simbólica están cada vez más inmersa en la cultura colombiana, y que si cientos de jóvenes no tiene posibilidad de ir a una Universidad, encontrar un trabajo digno y servir en diversos espacios que no estén permeados por la corrupción, el amiguismo y facilismo de la politiquería, los sueños de una paz duradera, de un perdón inolvidable y de un corazón sin remordimiento son sólo una gota al vaso seco que nunca pudo llenarse.

Es por eso que necesitamos aprender a perdonar, pero no de la forma gamonalista y politiquera que pretenden los gobiernos, sino a través de la humildad, la sinceridad y el amor que constituyen la vida y el territorio. Sí, esos territorios donde la fiebre por el poder han hecho de ellos un cementerio de ilusiones, felicidad y dignidad.

Apéndice

Ahora no es una continuidad de la derecha política en un estado de oposición, ahora es la izquierda disfrazada de demócrata y con tintes progresista, la que ha hecho de la Universidad del Tolima un espejo de la mediocridad administrativa, o si desean, revisen la contratación paralela sin generar un aporte al nicho de burócratas.

 

José Javier Capera Figueroa es Politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y de Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (España).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.